Me gusta el tarot, algunos lo saben porque me conocen, otros porque leyeron mi columna anterior a las minutas, Métodos de adivinación. Y los que no, ahora lo saben. Desde que conocí estas cartas, cada año, el 1 de enero, saco un arcano mayor para el año; éste que inicia no fue la excepción. El día último de 2015, me despedí de su arcano, el 0, El Loco. Imaginé al personaje en un embarcadero a punto de partir en aquella Nave de los Locos de los grabados medievales. Por un momento pensé, con cierta sorna, que igual se marearía y regresaría veloz a la costa, él tan terrestre, tan uno con el desfiladero. Pues esto ocurrió. El día primero barajeé el mazo de arcanos mayores y ¡sorpresa!: el arcano 0, El Loco, regresó para ahora recorrer los meses de este 2016. El suceso me gustó porque es una curiosidad, por lo menos en los años que llevo con esta tradición. Es el primer encore tarotil.
Imaginé qué pasaría si todas las naves de los locos de la historia decidieran atracar. Imaginé a los locos invadiendo el mundo con sus fardos y su sinrazón. Todos los locos, desde los shakesperianos hasta los menos sabios y más oscuros. Luego pensé que mi visión era un ocio, pues el mundo ya es así. Es más, el mundo es igual cada año: repleto de desventuras y bienaventuranzas, de nacimientos y muertes, de logros y fracasos y, sobre todo, repleto de rostros. No importa cuánto se aísle uno, los rostros, de personas, animales y objetos persisten.
No es tan malo estar en un año 0, es algo así como sostener 12 meses en ese instante, ese segundo, cuando un año termina e inicia el otro. Justo en ese momento hay una sensación de renovación, de que todas las posibilidades están de nuevo sobre la mesa, aunque en realidad, durante el año, casi todas las posibilidades están ahí. Creo que es una actitud, pero a veces no es tan fácil sentir ese momento 0. El Loco podrá traernos esa sensación durante todo el año.
Pensé que debería ponerme a buscar ceros por el mundo. Por ejemplo, en el caso de las minutas, buscar los ceros comestibles. Claro, mi primera imagen fue la de una dona: ¡benditos ceros azucarados!; aunque luego recordé los cereales coloridos y los palidísimos ceritos de avena. Pensé en las rebanadas de cebolla, en cómo, al desarmarlas, surgen ceros de escarcha, tristísimos, como una elegía al cero.
Justo hoy, cuando retomo las minutas tras mis vacaciones decembrinas, y escribo la primera del año, aguarda sobre la mesa otro cero: la Rosca de Reyes. Aunque también recibí un cero bajo el árbol, esos reyezuelos ya no me traen nada, quizá porque me he portado mal o porque, impía, juego con los arcanos del tarot. O a lo mejor ellos sí eligieron quedarse a bordo de la nave de los locos que ahora es de los reyes magos. Imagino que ya no necesitan animales para cabalgar ni mar para navegar, porque son magos: ahora vuelan y van a las estrellas, a esas tres en donde de niña me decían que vivían ellos. Entonces sí me traían regalos pero, tristemente, no conocía los arcanos ni escribía poemas ni cuentos ni novelas y mucho menos minutas para este periódico.
Total, esta será la minuta cero del año, un pretexto para retomar el oficio y para desear a los lectores y al equipo de La Jornada Aguascalientes un buen año. El Loco está garantizado. Sea, feliz Año Nuevo.