Estimado lector, seguimos con malas noticias alrededor del mundo financiero, con vaivenes que lo único que ocasionan es tener nervioso a más de uno, y por otro lado, paralizando a aquellos que buscan tener una mejor rentabilidad o la posibilidad de una inversión.
A muchos países les ha ido muy mal en esta turbulencia financiera, como ejemplo tenemos en América Latina a Venezuela, que alcanza tasas inflacionarias del 400% anual, nunca vistas en México (para darnos una idea, la tasa inflacionaria más alta alcanzada en nuestro país durante el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado no superaba el 200% anual), y Brasil, el cual ha entrado en una recesión sin precedentes, y que ha llevado a por lo menos 40 ciudades a cancelar las festividades del Carnaval debido a que no hay el suficiente dinero. Además, la construcción de las villas olímpicas y demás estadios para las olimpiadas han duplicado su precio debido a la devaluación que ha tenido ese país. Eso sin contar el escaso interés que han despertado los juegos, y que hasta la fecha se han vendido sólo la mitad de las entradas. El panorama no se ve bien para Brasil, si bien es cierto que los países que organizan este evento quedan endeudados por un largo plazo y que muchos de ellos, como Grecia, tuvieron graves problemas económicos.
Y en ese panorama tan complicado, ¿qué está haciendo México?
Pues tanto Carstens como Videgaray se sienten en algún casino de Atlantic City o de Las Vegas, y se ponen a apostar.
La gran apuesta de estos dos personajes es que la devaluación de la moneda sea menor a la de los commodities, como el acero, el cobre, el petróleo, y eso permita que la inflación sea tan baja como la vemos actualmente. Es impresionante ver una devaluación de esta magnitud como inflación históricamente baja. Ellos podrán decir que han sido sus buenas artes financieras, pero viendo un poco, sólo podremos decir que es debido a que como China se está desacelerando de forma importante, ya no demanda tantos productos y materias primas como años anteriores. Esto ha permitido que a pesar de la devaluación del peso con respecto al dólar, que ha pasado de 13.00 pesos a más de 19.00, todavía no se sienta en el bolsillo del consumidor.
Desafortunadamente, como toda apuesta, la banca te deja ganar hasta que estás tan codicioso que apuestas todo y lo pierdes. Los precios ya están empezando a subir, se están ajustando al alza, y este clima que no ha sido tan predecible como otros años, que ha pasado del frío congelante en las mañanas a un calor poco soportable a medio día, hace que los cultivos sufran para darse y por tanto comenzarán sus precios al alza. Además cuando se resurtan los inventarios después de estas ofertas y baratas que vemos en todos los centros comerciales los precios que lleguen no serán tan bajos como creíamos. El efecto de la devaluación se comenzará a sentir de forma importante y entonces la apuesta estará perdida.
No se ve una política estructurada. De hecho, mucho tiempo Carstens le apostó a los inversionistas “golondrinos” con tasas de interés atractivas con respecto a las estadounidenses. El problema actual es que la Fed comenzó a subir las tasas de interés, y ante la incertidumbre de lo que pueda pasar con México, que sigue vendiéndose como si fuera un país exclusivamente petrolero, cuando las exportaciones nacionales petroleras ya sólo representan el 20% de las mismas, hace que los inversionistas huyan a refugios más seguros, en este caso, Estados Unidos.
La famosa reforma energética que tanto nos siguen presumiendo y que nos dicen que será benéfica para México llegó demasiado tarde. Los precios tan bajos del petróleo, aunado a la entrada de varios países considerados estratégicos en el nivel energético como lo es Irán, que es el país con las segundas reservas más grandes del mundo, además del éxito que han tenido muchos países con las energías renovables y alternas en Europa, nos lleva a pensar que nuestro petróleo seguirá siendo un lastre más que un beneficio. Los recortes al personal que tendrá la paraestatal este año son parte de la agenda de la reforma energética, que, insisto, llega demasiado tarde.
Esperemos que dejen las apuestas y que se pongan a trabajar. El panorama no es tan alentador como para apostar no su futuro, sino el de todos nosotros los mexicanos.
