Hubo una temporada, cuando yo era niña, en que me dio por tener pesadillas todas las noches. A veces soñaba fantasmas y otras veces, extraterrestres. Otras más, no recordaba lo que había soñado, pero despertaba agitada y llena de angustia. Lo peor fue que, luego de algunas noches de sueños horribles, el sufrimiento empezó a extenderse a las horas previas a ir a la cama: apenas empezaba a oscurecer yo sentía un nudo en la garganta, me sudaban las manos y me empezaba la ansiedad. Ya no era solo el miedo que me causaban las pesadillas, sino el miedo que me causaba saber que iba a tener pesadillas.
La culpa había sido de un libro de historias de miedo. Se titulaba Inverosímil y se suponía que reunía artículos sobre hechos reales de cosas sobrenaturales. Durante la tarde lo leía fascinada. En cuanto oscurecía, las historias que había leído regresaban pero ya no eran fascinantes y placenteras, sino amenazadoras. Lo peor es que, aunque mi mamá me prohibió seguir leyéndolo, las historias ya estaban dentro de mi cabeza y, una vez que se escondía el sol, esas narraciones salían de quién sabe qué recovecos para torturarme. El horror, pues.
Me gustaría decirles cómo vencí las pesadillas, pero la verdad es que no me acuerdo. Ni siquiera recuerdo cuánto tiempo duró mi miedo a la oscuridad y a dormir sola. Recuerdo, eso sí, algunas de mis mejores pesadillas de entonces y siempre pienso que algún día las haré parte de una historia de horror. O eso espero.
Supongo que por eso me llamó tanto la atención, aún antes de ponerle la mano encima, ¡Pesadillas!, una novela de Jason Segel y Kirsten Miller, publicada en la colección Gran Travesía de la editorial Océano (y con ilustraciones de Karl Kwasny). De entrada, el libro es muy atractivo, con su portada oscura, en la que se levanta un caserón estilo Los Locos Addams, y el título y los créditos de los autores en letras plateadas. Pero eso es la pura apariencia. Ya saben que la primera impresión puede ser engañosa y que, a veces, una ilustración atractiva esconde un texto de flojera. Y más cuando uno de los autores es famoso por otra razón distinta a la escritura: es como cuando un luchador se pone a cantar o a actuar. O cuando un dictador se pone a pintar cuadros (¿han visto los de Hitler? De acuerdo, no son espectaculares pero tampoco son malos. Y no habría estado mal para el mundo que se dedicara a pintar en vez de poner Europa patas arriba. Demonios, tendré que buscar otro ejemplo). Todo esto lo digo porque Jason Segel es más conocido por su faceta de actor y, de entrada, uno podría dudar de su capacidad como escritor. Sin embargo, ahora me aplaudo a mí misma por no dejarme llevar por ese prejuicio ni por la desconfianza ante una portada bonita: para empezar, a pesar de que ésta es la primera novela de Segel, su coautora, Kirsten Miller, no es una novata; y más que eso, el libro es muy entretenido.
El protagonista, Charlie, es un niño de doce años que acaba de mudarse a casa de su madrastra y todas las noches tiene pesadillas terribles, que lo tienen de un humor de perros. ¿O será que su humor de perros es lo que hace que tenga pesadillas? Claro, tener que vivir con una madrastra en una casona que parece mansión embrujada tampoco debe ser fácil, y menos si el resto de la familia parece estar a gusto con el cambio. Pero la cosa se complica cuando todo parece indicar que las pesadillas de Charlie están filtrándose a la realidad y ya no hay un minuto de descanso, ni en el sueño ni en la vigilia. Por lo tanto, si Charlie quiere volver a dormir bien (y, de paso, recuperar la buena ondita familiar) va a tener que enfrentar sus miedos… en el Mundo Tenebroso, el lugar donde viven las pesadillas.
(Al poner el punto en el párrafo de arriba, el contador de palabras me avisó que llegué a las 666, y me dio un escalofrío. No tiene que ver con la historia pero se los quería contar).
¡Pesadillas! podría servir para platicar acerca de los miedos nocturnos, los cambios radicales en la vida, la necesidad de enfrentar los miedos… pero, más importante que eso, es una lectura grata, bien traducida y, aunque es el primer tomo de una trilogía (¿otra? ¿qué ya no se escriben libros unitarios?, grrr) está muy bien resuelta: no deja hilos sueltos por todos lados como es moda ahorita, por lo que uno puede terminarla y esperar con calma el siguiente tomo o decidir ya no continuar (yo sí estoy esperando el siguiente tomo).
Por cierto: en mis pesadillas de ahora hay relojes checadores que van para atrás, computadoras que no prenden, celulares que se quedan sin batería. ¡Pesadillas! me hizo recordar aquellos buenos sueños de antes, con zombis, aliens y fantasmas. Creo que los quiero de vuelta.