Estimado lector, el día de hoy dejaremos a un lado las noticias económico-financieras, que parece que se han estabilizado en la última semana, salvo el escándalo mediático que ha tenido en el ojo del huracán a la presentadora de espectáculos y farándula Andrea Legarreta, sobre unos dichos que ella misma después dijo que eran pagados por alguien más. Ese alguien más será sin duda la Presidencia de la República, y no hace más que atizar el fuego sobre la credibilidad de Televisa y sus integrantes. Pero dejando eso de lado, hablaremos del síndrome del zopilote.
El zopilote, esa ave de carroña que todos conocemos quizá con otro nombre, como buitre, es un ave que se dedica principalmente a estar planeando a través del cielo en busca de carroña, es decir, animales muertos y descompuestos. Sólo baja para comer, y quizá a la altura se ve apetitosa la comida, para darse cuenta demasiado tarde, ya que bajó, que no está tan rico como pensaba. Que era más bien un alimento muy desagradable. Independientemente de eso, la forma en que planea en el cielo el ave es de las más relevantes e impresionantes, formando círculos independientemente de las poderosas corrientes de aire que puedan estarse formando. Su planear es fabuloso, su actuar, a la hora de comer, no lo es tanto.
Igual pasa en las empresas, y es lo que he llamado el “síndrome del zopilote”. Está en boga desde los años ochenta la planeación en todos los niveles de la organización. Se crean comités, para lograr que sea la planeación más adecuada y relevante. Se toma la misión, la visión, los valores, los objetivos y en base a ello se planea. La planeación en algunos casos puede ser que se haga hasta fuera de las paredes del negocio, de la empresa u organización, y hasta se lleguen a hacer en un lugar paradisíaco, en una playa, un lugar turístico, para que los participantes se “desliguen” de todo lo que ocurre en la empresa y puedan lograr los objetivos de la planeación de mejor manera. No sólo eso, sino que se toman un año una herramienta de planeación, otro año otra, para que se pueda hacer de manera inteligente. El problema no es esa planeación, de hecho, en la mayoría de los casos, tal como el zopilote, la planeación es excelente. El problema radica en cuanto se llega a la empresa, a la organización y se quiere aplicar lo planeado… y se hacen cosas fuera de lugar, se actúa diferente a lo previsto, o las situaciones urgentes le ganan a lo verdaderamente importante, se desecha la planeación y termina haciéndose otra cosa muy diferente.
¿Cómo se hace entonces una buena planeación, aquella que tiene más probabilidades de tener éxito?
Primero debe estar basada en una buena misión. Es decir, aquella que realmente diga qué es lo que hace la compañía y cuál es su razón de ser. Me he topado infinidad de ocasiones con misiones que son G.I. (genéricas intercambiables, como la medicina), ya que bien puede ponerse como la misión de una empresa u organización como de otra. Son las misiones que claramente empiezan: “La misión es ser una empresa de clase mundial con los más altos estándares de calidad…” ¿Las han visto? No dice la razón de ser de la empresa u organización, desde allí viene el problema.
Segundo paso, es vital ver de manera objetiva el pasado. Cómo se ha desempeñado la organización su personal, sus productos a través del tiempo, para saber hasta dónde se puede llegar en esa planeación.
Tercero, apuntar al cielo, sin querer llegar a la luna. Muchas ocasiones se ponen objetivos estratégicos tan irreales que lo único que logran es que se deprima y vean los colaboradores y empleados como algo que será un fracaso y no se ponga el empeño suficiente.
Cuarto, esperar hasta el final del periodo para evaluar la planeación. Esto conlleva necesariamente que no es posible corregir a tiempo, sino cuando es quizá demasiado tarde. Esto nos lleva a un importante quinto punto.
Quinto, tener claro cómo se va a medir a la organización y a los que en ella laboran. Los famosos indicadores clave de desempeño son importantes para poder evaluar cada determinado tiempo, no superior a tres meses, qué tan lejos o tan cerca de los objetivos de la empresa estamos.
Espero que con estos pequeños y sencillos pasos logremos evitar en las empresas y, ¿por qué no?, hasta en nuestra vida propia, el síndrome del zopilote.
