Omar Delgado
A leer Salida de Emergencia, la primera novela de la escritora Maira Colín (Ciudad de México, 1977), lo primero que me vino a la mente fueron los programas de comedia de situación (o sitcom, según su contracción del inglés). Con este comentario, de ninguna manera quiero denostar la calidad de la obra, pues considero que el mencionado formato televisivo sintetiza de manera certera las obsesiones, neurosis y sueños de una clase media urbana que, si bien tiene su epicentro en Nueva York o Boston, poco a poco se ha convertido en un fenómeno global. Series como la bobalicona Friends, la ácida Seinfeld, la muy intelectual Cheers, o la gafapasta The Big Bang theory, han insertado en el imaginario colectivo la imagen del treinteañero(a) soltero(a) urban(o) que, o bien busca a la pareja ideal, o bien se piensa transitando por la highway que lo llevará directo al éxito profesional (whatever that means), o bien se ha quedado suspendido en ese reino mágico que se ubica entre la adolescencia y la senectud al que se le ha dado por llamar chavorruquez.
Salida de Emergencia utiliza con afilada inteligencia a cuatro de los estereotipos que aparecen en dichos programas: Renata, la artista fracasada que no tiene un quinto y que aún vive de sus padres, Gabriel, el bon vivant sin más preocupaciones que ver en dónde enfundará su miembro en la noche; Ruben, el burócrata de angora que parece salido un libro de superación personal, y Laura, la obsesivo-compulsiva que planea segundo a segundo lo que será su boda, evento que, por supuesto, imagina más fastuoso que cualquier visita papal. En una serie televisiva estas cuatro figuras serían amigos, rivales, se enamorarían, se odiarán, se besarían -jamás se les pondría en la misma cama, a menos que fuera a la mañana siguiente y hubiera un chiste de por medio-, y no tendrían más conflictos que los relacionados con la posesión de un pato mascota o con ver quién tira la basura. Sin embargo, siguiendo esta misma lógica de los amores y desamores inoportunos, Colín se adentra en cada uno de ellos, hurga en sus cloacas mentales y expone lo más patético -en el sentido del pathos– de cada uno. Así, Renata y Gabriel se lían en una relación que, a pesar de vislumbrar buen puerto, naufraga por las inseguridades de ambos; Rubén se infecta -más que obsesionarse- de Renata, y Laura, la prometida de revista de bodas, terminará con el yo en escombros luego de una salvaje aventura con cierto joyero hipersexualizado. La autora muestra, a través de imágenes sutiles, de rutinas del cotidiano, de viñetas que evocan lo poético -conmovedora la escena de un Rubén enfrentado con su soledad bajo una tormenta-, las corrientes subterráneas que mueven la psique de cada uno de los personajes, corrientes que forman remolinos, y remolinos que los conducirán finalmente a las fosas abisales.
Colín estructura su novela como si fuera la directora de un programa de televisión: a través de distintas perspectivas -en ocasiones utilizando la primera persona, en ocasiones la tercera avec-, que recuerdan las cámaras de un set. Sin embargo, no son chistoretes fáciles ni sarcasmos a modo los que capta, sino el lento derrumbar de los protagonistas. Aunque Salida de Emergencia no es la primera novela que aborda a la generación de los setenta, tiene algo que la hace única: su capacidad de empatía. Otros narradores mexicanos, algunos incluso con nombres de abolengo en la cultura nacional, o bien hablan de esa clase social como si no fueran parte de ella, o bien intentan dar lecciones morales y soltar filípicas acerca del fin de las utopías y el vacío existencial. A diferencia de ellos, Colín trata a sus personajes con afecto, su mirada es la de una madre que, a pesar de la desilusión que le causan sus criaturas, no deja de tener esperanza de que, al final, salgan de su propio laberinto.
Si pudiera resumir Salida de Emergencia en una sola frase, tal como se acostumbra cuando algún guionista presenta ideas para TV, diría que la primera novela de Maira Colín deja en el lector la misma sensación que un capítulo de Friends, pero dirigido por David Lynch.
Felicidades a La Cifra editores por dar cabida a esta autora.