Noé García Gómez
Cuando eran los tiempos del PRI como ente acaparador de posiciones, puestos y administraciones, se tenían condicionantes para que si un personaje con tendencia autoritaria llegaba al poder, podía utilizar recursos e instituciones a su cargo para reprimir, perseguir, encarcelar y hasta asesinar a quien le resultara un obstáculo para sus intereses.
Casos tan emblemáticos como la represión al movimiento de los médicos en 1964, la masacre de Tlatelolco en 1968, la represión del Jueves de Corpus en 1971, la guerra sucia de baja intensidad a lo largo de la década de 1970 y 80, la represión, persecución y asesinato del naciente PRD en el sexenio Salinista, fueron grotescos casos de lo que podían hacer gobiernos autoritarios de aquel viejo régimen priista.
Después con el inicio de la alternancia y las condiciones mínimas democráticas surgían coletazos de ese autoritarismo, las matanzas de indígenas en Aguas Blancas en 1995 y Acteal de 1997, pensamos que serían los últimos sucesos que ocurrirían.
Pero al día de hoy vemos como ese autoritarismo se trasladó a gobierno estatales y municipales, hoy en pleno siglo XXI y ante los ojos de todo México y el mundo siguen ocurriendo casos que nos recuerdan que ese fantasma no se extinguido, y ahora tiene más variantes y facetas ya que no importa siglas o partido.
Alan Knight realiza una rica descripción del caciquismo y del autoritarismo “El caciquismo es arbitrario y personalista. Las reglas formales le ceden su lugar al poder informal: ‘aquí no hay más ley que yo’ el cacique recompensa a sus amigos y castiga a sus enemigos. Cumple con la vieja máxima de Díaz: plata o plomo.” En este sistema la plata es importante, que la podemos vislumbrar a través de la corrupción y materializar en forma de obsequios, prebendas, trabajos, protección, etcétera. Pero dice que el plomo es crucial: “el caciquismo es impensable sin la violencia directa (…) La violencia caciquil tiende a ser de baja intensidad, esporádica e incluso quirúrgica (sobre todo en ciudades, donde hay más alternativas no violentas y el precio político del derramamiento de sangre puede ser alto)”
Al día de hoy, los casos se extienden a lo largo del país y de los distintos partidos, el más emblemático al día de hoy es el de Horacio Duarte en Veracruz donde desapariciones y secuestros de civiles ocurren con frecuencia, los casos de los cinco jóvenes desaparecidos en Tierra Blanca y otros tres en Papantla, además del caso de los Porkys, juniors que son acusados de violación de una joven, todos en un estado de total impunidad.
Pero podemos agregar a Moreno Valle de Puebla de Acción Nacional, autor de la Ley Bala y que fue víctima el niño José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, quien resultó lesionado en la cabeza durante el enfrentamiento entre policías y manifestantes.
Además del exgobernador Ángel Aguirre en Guerrero y el que era presidente municipal de Iguala José Luis Abarca del PRD, este último utilizaba a las corporaciones policiacas municipales no sólo para reprimir, sino como cuerpos de choque que se coordinaban con las estructuras del crimen organizado, todo a la vista del exgobernador y nunca se hizo nada.
También Manuel Velasco del Partido Verde Ecologista en Chiapas que puede llegar cachetear y humillar a colaboradores en actos públicos como un señor caciquillo de la época de la colonia.
Lo anterior exhiben, crudamente, una de las más grandes fallas de la llamada transición política mexicana: la debilidad o, en su caso, la franca ausencia de contrapesos y vigilancia a la hora de ejercer el Poder Ejecutivo en los estados de la República.
Virreyes, les llaman algunos a los gobernadores tratando de poner un mote a este fenómeno que por las circunstancia geopolíticas del país, gesta y que dota de poderes meta constitucionales y autoritarios a algunos gobernadores o presidentes municipales, como en su momento los tuvo el viejo régimen y los sigue reproduciendo desde otras aristas el hoy Ejecutivo federal y Gilberto Carlos describió. “Autoritarismo descentralizado”, se le oyó decir, algún día, a Porfirio Muñoz Ledo para referirse al tema.
Pero es época de elecciones y es de sorprender la capacidad de reinvención que tienen dichos políticos y sus partidos, como lobos se maquilan disfraces de ovejas para ir en busca de la simpatía ciudadana. El deslizamiento ideológico y la flexibilidad en principios son usados para poder inventarse una nueva imagen para candidatos y partidos, hacen uso de la retórica rimbombante, gritan “al ladrón, al ladrón” para confundir a quien lo escucha.
Llegando al cinismo y el descaro, ¿ejemplos? Vemos como el PRD dice que la desaparición y asesinato de los estudiantes en Iguala fue un crimen del Estado priista, cuando fue en los ojos de su gobierno estatal y ejecutado por las instituciones policiacas de un ayuntamiento del PRD; otro caso (guardando toda proporción) es donde el PRI -partido identificado históricamente con las figuras de los dinosaurios- utiliza gráficamente sus colas para acusar a sus contrincantes de corruptos.
Tenemos que ser consciente de los tiempos en que vivimos, además de ver el comportamiento de nuestras autoridades y si detectamos un dejo de autoritarismo tomar medidas inmediatamente para darles una lección cívica a esas autoridades tentadas por el autoritarismo.




