Toda esta semana ha sido de intercambio de opiniones a favor y en contra de la pasada presentación de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes con el grupo de los Ángeles Azules el viernes 15 de abril en el Foro de las Estrellas, ¿si fue ahí?, en fin, como sea. Hay de todo, desde los que comparten mi opinión y se muestran solidarios y empáticos con mi molestia, hasta los que usan como argumento invencible el de que cómo me atrevo a criticar el evento si había tanta gente, 15 mil o más; bueno, respecto a este último punto, si la cantidad de gente fuera un criterio para determinar lo que vale o no la pena, creo que viviríamos en un mundo al revés. En fin, el asunto es que dentro de los comentarios con los que me encontré en facebook, justamente en OSA FANS, es que más de uno defendían el concierto argumentando que desde los tiempos de los grandes maestros del clasicismo, Mozart o Haydn, allá por el siglo XVIII, ya se recurría a las fuentes inagotables de la música popular para nutrir la gran música de concierto, y esto es inobjetablemente cierto, eso es irrefutable, está fuera de toda discusión. Lo que me mueve ahora a escribir las presentes líneas es para ubicarnos en lo que debemos entender por música popular, es decir, esa de la que se nutre la música culta para la creación de tantas deliciosas obras musicales.
La música popular surge de las más profundas entrañas del pueblo, es parte de su tradición musical y por consecuencia es lo que define su perfil cultural, no hay duda al respecto. Cada país tiene sus propias fuentes de música popular y las fuentes de las que emana esa música en México es asombrosa, de una riqueza de la que quizás no tengamos idea y, por fortuna, inagotable. México, por su extensa geografía, tiene una gran variedad de lenguajes que podemos calificar como “folklóricos”, tan diversos y lejanos uno de otro como igualmente valiosos todos ellos.
Algunos de los más grandes maestros de la música de concierto mexicana se han nutrido de esas fuentes de donde brota generosamente la música tradicional mexicana y de la cual, evidentemente, estamos muy orgullosos todos los que verdaderamente amamos la música. Eso es el nacionalismo, en eso consiste ese término casi mágico que solemos pronunciar con tanta pompa y gallardía, muchas veces, sin entender realmente lo que esto significa, y lo menciono por muchos de los comentarios que me encontré en el facebook, pero por Dios, no hay que confundirnos, la música que hacen los Ángeles Azules no es en absoluto música popular mexicana, no pertenece al folklore del que tan orgullosos nos sentimos, no pertenece a nuestra tradición musical, es una lamentable consecuencia de todo ese gigantesco aparato llamado “mercadotecnia”, esta música tiene un objetivo muy claro, vender, esa es la prioridad, además de poner a la masa a bailar, hacer que la turba se integre en un todo en donde la razón sea lo que menos importa, como me dijo una de las indignadas personas que se sintió ofendida por mis comentarios, pero si todos estábamos muy contentos bailando, claro, como decían los romanos en los tiempos de Cristo: “al pueblo pan y circo”, ahí estaban todos contentos brincando, aglutinándose en una masa amorfa en donde por definición las ideas no suelen fluir, en donde el razonamiento, el pensamiento analítico y crítico es desterrado sin misericordia porque eso no sirve para divertirse, sino para el amargado columnista de La Jornada Aguascalientes que critica nuestra fiestecita.
A ver, permíteme aclarar algunos puntos, en primer lugar es muy probable que sí esté amargado, sobre todo si para algunos la amargura es entender que no todo lo que brilla es oro, cuestionar lo que inhibe el pensamiento y, lo más importante, si estar amargado es no seguir dócilmente la manada, entonces sí, efectivamente, sí estoy orgullosamente amargado.
En segundo lugar, si leen ustedes bien mi columna de la semana pasada en ningún momento critiqué al grupo en cuestión ni a la gente que decidió ir a verlos, probablemente en esta ocasión sí lo esté haciendo, pero no la semana pasada. Lo que en realidad me pareció muy desafortunado es que se incluyó a la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes en donde nada, absolutamente nada tenía que estar haciendo, y en mi opinión se faltó al respeto a nuestra máxima institución musical, ese fue el motivo de mi inconformidad y lo cual manifesté la semana pasada.
Ahora lo más disparatado me resulta que haya personas que intenten justificar el concierto amparándose en la música popular. No nos engañemos, esto no es música popular, como lo es esa a la que han recurrido los grandes maestros de la música auténticamente mexicana, José Pablo Moncayo con su inmortal Huapango, Carlos Chávez con su Sinfonía India, Blas Galindo con sus Sones de Mariachi, el gran Silvestre Revueltas con La noche de los mayas, como muchas de las inmortales partituras de Manuel María Ponce, nuestro Ponce, el justamente llamado príncipe del nacionalismo musical mexicano, más recientemente Arturo Márquez con sus ocho danzones de los cuales el número 2 ha alcanzado la trascendencia internacional.
Esta es música tradicional mexicana, esta es la verdadera música popular de México, no hay que confundirnos con la música desechable, la que tiene fecha de caducidad, úsela y tírela, o sea, la que suele llevarse, salvo honrosas excepciones, al Foro de las Estrellas cada Feria de San Marcos, esa es simplemente música populachera.
