“Zenobita… vas a perdonarme… ¡Me he enamorado de Juan Ramón! Y aunque querer… y enamorarse es algo que te ocurre porque sí, sin tener tú la culpa… a mí al menos, pues así me ha pasado… lo he sentido cuando ya era… natural… que si te dedicaras a ir únicamente con personas que no te atraen… quitarías todo peligro… pero eso es estúpido”. Eso decía la nota que Marga Gil Roësset le dejó a la esposa de Juan Ramón Jiménez. Sus últimas palabras al poeta fueron más escuetas. “No lo leas ahora”. La postrera respuesta del poeta fue directa. “Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca”.
Dentro del sobre amarillo que dejó la joven el jueves veintiocho de julio de 1932 sobre la mesa del poeta con la recomendación de leerlo más tarde estaba el diario íntimo de Marga. Juan Ramón Jiménez tenía cincuenta y un años, ella veinticuatro. Había conocido a Juan Ramón y su esposa Zenobia apenas ocho meses antes, pero esos ocho meses le habían bastado para caer enamorada, locamente enamorada, del poeta que cariñosamente, pero sin corresponder a una pasión que él desconocía, la llamaba “la niña”. En ese diario íntimo había frases como “…Y es que…/ Ya no puedo vivir sin ti /…no… ya no puedo vivir sin ti…/…tú, como sí puedes vivir sin mí /…debes vivir sin mí…”.
De aquel día Juan Ramón recuerda que “aquella tarde Marga era, y era morena pálida, de verdoso alabastro, con ojos hermosos grises, y pelo liso castaño. Sentada tenía una actitud de energía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio duro. Y al mismo tiempo ¡tan frágil! Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro. Le dije al momento: ‘Amarga. Persa. Fuerte. Viril’”.
Tras dejar el sobre sobre la mesa, Marga salió del despacho del escritor, fue a su taller, en el que había trabajado en los últimos meses, y destruyó casi todas sus esculturas, excepto un busto de Zenobia Camprubí, la esposa de su amado. Dio un paseo larguísimo por el Parque del Retiro, tomó un taxi hasta la casa de unos tíos en Las Rozas y allí se disparó.
“…Y no me ves… ni sabes que voy yo… pero yo voy… mi mano… en mi otra mano… y tan contenta… /…porque voy a tu lado”.
Marga Gil Roësset había nacido en 1908 en Las Rozas, un pueblo cerca de Madrid, en 1908, en un parto que el médico desaconsejó ante la posibilidad de las complicaciones mortales para la niña o la madre. Margot, la madre de Marga, desoyó al médico y se empeñó en sacarla adelante. A ella le debe la joven suicida haber nacido y una precoz pasión por el dibujo, la pintura y la escultura. A los trece años Marga ilustró los cuentos de su hermana mayor Consuelo por orden de su madre. Desde esa adolescencia, enfermiza como era, hasta su muerte halló refugio en su arte y en el amor. Toda la obra que queda de Marga Gil Roësset son 26 figuras y el cuaderno que le dejó a Juan Ramón.
Desde 1939, cuando Félix Ros, Carlos Martínez Barbeito y Carlos Sentís asaltaron la casa de Juan Ramón ya exiliado, el cuaderno había desaparecido. Sólo la habilidad y las pesquisas monomaniacas de uno de los biógrafos del poeta lograron que a mediados de los años noventa apareciera. El amor y la voz de Marga contándole ese amor a alguien que lo leería después, y sin intuir el final, volvieron entonces a salir a la luz.
“Qué sé yo por qué te quiero tanto … vamos … sí sé … comprendo muy bien que se quiera así … pero … querría no quererte tanto … aunque mi única razón de ser … es esa… y también mi única razón de no ser … … En amor … no cabe una intervención razonada… quieres o no quieres”.
Una de sus biógrafas resume perfectamente el olvido total en el que cayó con una más que apropiada historia que si no fuera real funcionaría perfectamente como metáfora y resumen de la vida de Marga. “”En Las Rozas (en el chalet de su tío Eugenio de esta localidad es donde murió), en el cementerio antiguo, no se sabe dónde, pues una bomba de nuestra última guerra cayó allí y destruyó únicamente su lápida, como si el azar quisiera ayudarla a borrar todo vestigio de ella misma, reposa junto a sus padres Marga Gil Roësset”.
Tal vez a ella, a su memoria, esté dedicado uno de los poemas de “Espacio”. “Tu forma se deshizo. Deshiciste tu forma. / Más tu conciencia queda difundida, igual, mayor, / inmensa, / en la totalidad. / Y te sentimos / alrededor, en el ambiente pleno / de ti, tu más gran tú. / Nos miras / desde todo, nos sumes, / amiga, desde todo, en ti, como en un cielo, / un gran amor, / o un mar”.
Y Benjamín Prado también recuerda la historia un hermoso poema en prosa: “Estamos en el año 1932 y Marga se enamora de Juan Ramón Jiménez. Es una chica oscura. Hay un túnel que une su corazón y el ruido de los bosques. Un día entra en la casa. Un día escribe ya nada me separa de ti, salvo la muerte. Luego, todo se termina. Casi podemos verlo: 28 de julio; el cielo es muy azul; puede que unas palomas se escapen del jardín al oírse el disparo”.
