El Teatro Aguascalientes registró una muy buena entrada, la parte de abajo lucía casi llena, no sé arriba, pero yo alcanzaba ver gente desde mi ubicación que también había mucha gente. Eso está muy bien, sobre todo si consideramos que el primer concierto de una temporada suele ser el de más débil convocatoria, y ya sobre la marcha, la asistencia va mejorando sensiblemente, pero no fue este el caso, insisto, muy buen ingreso del público a la casa de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes para el inicio de la tercera temporada del año 2016.
Esta temporada tiene como hilo conductor el talento joven, y así, en cada uno de los conciertos tiene como protagonista, ya sea director huésped, o solistas, a gente muy joven que sin embargo, tiene el nivel para abordar las grandes obras musicales de este repertorio tan exigente.
Para este primer concierto de temporada se programó en la primera parte una selección de arias de diferentes óperas para tenor y soprano para lo cual se convocaron a los cantantes Roxana Anderson y Óscar Roa repasando algunos de los momentos cumbre de óperas de compositores como Bizet, Mozart, Puccini, Donizetti y Verdi. En la segunda parte del programa, disfrutamos de la Sinfonía Sexta del compositor ruso Sergei Prokofiev. La dirección de este primer concierto estuvo a cargo del titular de nuestra Sinfónica, el maestro Román Revueltas Retes.
Los dos solistas son cantantes con una voz madura a pesar de su evidente juventud y me parece, a riesgo de que mi comentario resulte muy atrevido y hasta atrabancado, que los dos tienen la solvencia para abordar cualquier repertorio, tanto de ópera como de oratorio, y digo que mi comentario puede resultar atrevido porque lo mostrado en este concierto no es un escaparate lo suficientemente elocuente para poder calificar con mayor conocimiento de causa sus verdaderas posibilidades como cantantes, pero los dos mostraron muy buenas hechuras, de eso no hay duda. Roxana Anderson es una cantante solvente y aún en su etapa formativa, que es la que vive actualmente, se le nota el empaque para resolver satisfactoriamente cualquier compromiso, sin embargo, en algunos momentos la orquesta la tapaba y su voz se perdía, con todo y que el maestro Revueltas fue muy cuidadoso en arropar y proteger a los dos cantantes. El caso del tenor Óscar Roa, este sí pertenece a otro código postal, su currículo es robusto, a pesar de su juventud, lo respaldan participaciones en obras como Carmina Burana de Orff, la Missa Solemnis de Beethoven, el Réquiem de Mozart, además de una muy generosa participación en diferentes títulos de ópera, tanto en México como en algunos países cuya cultura musical es incuestionable. Óscar Roa tiene un torrente de voz que sale irrefrenable de su garganta, me da la impresión de que se queda sobrado, tiene más voz de la que le exige en repertorio del que se está ocupando y además tiene un extraordinario desenvolvimiento escénico, como sabemos, para cantar ópera no basta con cantar entonado y cantar bien, es necesario tener una formación histriónica que le permita abordar con convicción los roles que le toque interpretar, pero ese asunto, él lo tiene perfectamente resuelto.
Para la segunda parte del concierto tuvimos la oportunidad de escuchar unas de las sinfonías más íntimas, más sensibles no sólo de Prokofiev, ni siquiera del repertorio ruso, sino del todo el sinfonismo del siglo XX, la Sexta es la penúltima de las compuestas por Prokofiev, es una especie de canto fúnebre por la tragedia que representó para todo el mundo, pero particularmente para Europa, la Segunda Guerra Mundial, en esta página sinfónica el compositor describe la atrocidad y los horrores de la guerra, y la música es verdaderamente descriptiva, casi al modo de un poema sinfónico.
Interpretar el repertorio orquestal ruso es muy complicado, o por lo menos de un gran compromiso, especialmente por el carácter, no sé si llamarle nacionalista, pero por lo menos de identidad muy arraigado que casi de manera natural surge en la música rusa, pero especialmente lo es entre los compositores del siglo XX, no quiero decir con esto que la música de Tchaikovski no tenga su dotación de identidad rusa, pero es más adaptado a un sonido global que dominó al romanticismo, no podemos distinguir fácilmente dentro del lenguaje romántico quién es ruso y quién es alemán, esto se da a partir del surgimiento del grupo de los cinco: Balakirev, Cui, Mussorgksy, Rimsky-Korsakov y Borodin, este símbolo de identidad adquiere su más radical nacionalismo y esta inconfundible elocuencia continúa entre los compositores del siglo XX, Rachmaninov, Prokofiev, Shostakovich, entre otros, tienen ese delicioso sabor inconfundible de la música rusa, y eso, me parece, hace más complicado ser fiel a una interpretación de este repertorio, pero esto no asusta al maestro Revueltas, su interpretación, más que una simple lectura puntual y precisa de la partitura, fue convincente y muy rusa, ha hecho un gran trabajo con esta complicada sinfonía llena de matices y de cambios de carácter, pero la batuta de nuestro director titular fue siempre puntual.
Para la próxima semana, en el segundo concierto de temporada, tenemos un programa que inicia con La balada del venado y la luna de Carlos Jiménez Mabarak, continuamos con una obra muy improbable entre el repertorio de las orquesta de México y posiblemente de todo el mundo, el Concierto para contrabajo, OP. 25 de Eduard Tubin con el maestro Jesús Romero en el instrumento solista. En la parte final escucharemos la Sinfonía No. 8 de Antonin Dvorak, el director será el maestro Rodrigo Sierra Moncayo. La cita es el viernes 19 de agosto a las 21:00 hrs en el Teatro Aguascalientes, por ahí nos veremos si Dios no dispone lo contrario.
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