No podían terminar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro sin que, sin ánimo de parecer expertos, hiciéramos un recuento de lo sucedido con la delegación mexicana en esta edición de las olimpiadas.
Quisiera aclarar que esta opinión se emite únicamente como un ciudadano mexicano común, sin embargo no se centra en relamer las heridas de los resultados, sino en identificar las diferentes aristas del problema, las causas y propuestas de soluciones. Las cosas están mal, tienen solución y vamos por partes.
- a) El gobierno. El actual titular de la Conade Alfredo Castillo, exprocurador del Estado de México, exdirector de la Profeco, excomisionado de seguridad en Michoacán (ya sé, un experto en deportes) fue el actor que más estuvo bajo la lupa los últimos días por el papel de México en Río. La opinión pública lo ha destrozado y con justa razón. Los malos resultados de la delegación dejan en evidencia el mal estado en el que se encuentra el deporte mexicano. La responsabilidad del gobierno estriba en muchos aspectos: ¿cómo es posible que nuestros deportistas, los que llevan sobre sus hombros la representación de un país, no reciban apoyo económico alguno?, ¿qué pensaba la Conade al invertir casi cuarenta millones de pesos en “Comunicación Social” mientras que los deportistas tenían que botear en los camiones para costear su viaje a las olimpiadas?, ¿en qué cabeza cabe pagarle 4 millones de pesos a Hugo Boss para comprar el uniforme oficial de la delegación cuando tus atletas no tienen uniformes de su talla?
Definitivamente uno de los principales culpables de todo esto es Alfredo Castillo, cuya única virtud para estar al frente de la Conade es ser amigo del presidente. El mismo que por cancelar el mundial de clavados fue multado por quince millones de dólares (según su tuit) que después no le dio la gana pagar (y por lo cual el clavadista Mexicano Rommel Pacheco tuvo que cantar el himno de su país sin acompañamiento al ganar medalla en dicho mundial). El mismo que en el mundial de Tiro con Arco mandó a la delegación mexicana sin uniformes. El mismo que decidió llevar a su pareja de luna de miel a Río de Janeiro diciendo que “ellos eran la cara de la delegación mexicana” y por ello la vistió con el uniforme de la delegación. Y nosotros nos preguntamos, como se pregunta Paco Almaraz; “¿Representarnos? ¿En cuál disciplina? ¿Salto del ropero con patada al foco?, ¿en pujido sincronizado?, ¿en trepamiento al guayabo?, ¿en tronamiento de ejote?, ¿en echamiento de polvo? ¿en gimnasia rítmica horizontal?, ¿sobamiento del tuerto?, ¿en salto en la garrocha? ¿batimiento de chocolate?, ¿en bombeo por relevos?”. Perdón por el exceso, pero no hay derecho con este sujeto.
- b) Las federaciones y el Comité Olímpico Mexicano. Hay que decirlo, no todo es culpa de Castillo. Las federaciones de las distintas disciplinas de nuestro país no se quedan atrás. Desde hace años es sabido que en ellas impera una corrupción de niveles insospechados. Nadie fiscaliza los recursos que reciben, del dinero que reciben muy poco llega a manos de los deportistas, se generan micro mafias dentro de las mismas que provocan que no siempre los mejores deportistas sean los que representen al país en los Juegos Olímpicos. Por su parte el Comité Olímpico Mexicano, que ha logrado plantearse como la víctima del abandono gubernamental, no tiene nada de víctima. El Comité Olímpico es lo más parecido a un típico sindicato charro mexicano, tanto es así que tiene un “Presidente Honorario Vitalicio”: Mario Vázquez Raña, el tipo de la Organización Editorial Mexicana (los periódicos que en 2012 tenían en sus primeras planas joyas como “Éxito de Peña tras intento de boicot”). Donde haya caciques de esta naturaleza jamás habrá resultados positivos. Ni las federaciones ni el COM han reportado qué hacen con el dinero que llega a sus arcas desde hace años y aunque hay datos de asignación por disciplina, no hay manera de acreditar dicha información. Hay que voltear a ver. Hay que hacer presión aquí.
- c) Los espectadores. La opinión pública mexicana es sin duda una de las más complejas y es también responsable en parte del rendimiento deportivo de nuestro país. Nos interesa el deporte sólo cuando es época de olimpiadas. Y ni eso, tanto que ni Televisa ni TV Azteca lo consideraron negocio este año, por lo cual no pagaron los derechos de transmisión de los juegos puesto que la Rosa de Guadalupe tendría más rating (lo cual es cierto, la Rosa de Guadalupe es el programa con más rating en la televisión mexicana). ¿Guardará acaso esto relación con que seamos de los países con mayor índice de obesidad en el mundo? ¿de qué nos sirve ver la Rosa de Guadalupe si a los que nos representan en las olimpiadas no los bajamos de incompetentes, gordas, fracasados e inútiles?, ¿de qué podemos quejarnos si compartimos notas con titulares como “las mujeres más sexys de Río” o “Colección de fotos sólo para ellas: los más buenos de Río”?
Si tan sólo pusiéramos al frente de la Conade a alguien que sepa de deporte y que no sólo sea amigo del presidente en turno; quizá si hiciéramos sujetos obligados de fiscalización a las federaciones de las diversas disciplinas deportivas para al menos dar el primer paso en el combate a la corrupción dentro de las mismas; quizá si dejáramos de pensar que con ganar una o dos medallas estamos bien porque “somos México y eso ya es un gran logro”; si pusiéramos al frente de las Federaciones y del Comité Olímpicos a personas que tenga como prioridad el deporte y no robar a manos llenas. Hay mucho por hacer, pero lo más importante es dar las gracias a nuestros deportistas. Los que dejan de tener vida propia por entrenar. Los que buscan la manera más digna de representar a tu país. Los que terminan pagando los platos rotos. Los que botearon para poder darnos una medalla. A todos ellos, gracias.
