En fecha reciente volvimos a sufrir en nuestra entidad un impactante delito sexual, cuando un hombre de 25 años de edad violó a su propia hija de tan solo ocho meses. De inmediato, como en otros tiempos, como si las experiencias no nos sirvieran de nada, vuelven a levantarse los clamores encendidos del pueblo y también de algunos “líderes de opinión” (?) que piden un ejemplar castigo para el pervertido trastornado, y en un reconocido noticiero de radio, de nueva cuenta como ya ha ocurrido en otras ocasiones, un reportero de la sección policial nombró al delincuente como perro y bestia. Y también se repiten las peticiones de los castigos ya expuestos en ocasiones anteriores, la castración, la pena de muerte y la violación multitudinaria por los presos de la cárcel, cuando el sujeto sea llevado a prisión. Es lamentable, pero todo indica que no hemos aprendido nada. El delincuente sexual es un enfermo mental. ¿O no le parece a usted, que para que un hombre adulto se atreva a realizar semejante acto tan antinatural, tiene que estar enfermo de la conciencia? Es lógico, es elemental.
¿Cómo es que nadie propone su internamiento en un hospital psiquiátrico? Pero veamos las propuestas: La castración es absolutamente inútil, ya que el delincuente no tiene alteraciones en sus genitales, las tiene en su cerebro. Este procedimiento ya se hizo en innumerables casos en la Edad Media y se sigue realizando en los países de credo islámico. El resultado es peor, ya que el castrado se torna mucho más violento y vengativo. Y es capaz de realizar crímenes de alto grado de violencia contra los que lo denunciaron e incluso contra las autoridades que lo castigaron. Proponer o incluso el solo hecho de comentar que la solución es que sea violado por los reos cuando llegue a la cárcel es inaudito. En primer lugar se estaría aceptando que dentro del penal no hay control de las autoridades penitenciarias, lo cual sería catastrófico. Pero en el remoto caso de que llegara a suceder, el resultado sería igualmente terrible. El rencor y la violencia acumulada harían de la persona atacada un ser aún todavía más violento y agresivo.
Pero no hemos comentado lo que ya existe, el Código Penal Federal tiene claramente establecidas las penas para estos casos, en los artículos del 259 bis al 266 bis. En éste último está especificada la pena de 8 a 14 años cuando la violación es de un ascendiente sobre un descendiente o sea padre hija, con en el caso que comentamos. Además si lo hiciere con violencia se le puede aumentar la mitad o sean otros cuatro años, para un total de 21 años como máximo. Y en consecuencia, el violador pierde la patria potestad y la tutela de la víctima. Dramáticamente no están contempladas penas para la madre que en la gran mayoría de los casos es cómplice por omisión. Por supuesto no están previstas ningunas medidas de terapia psicológica o manejo psiquiátrico para el sentenciado, todavía no llegamos a eso, nuestro sistema de readaptación aún no adquiere esa madurez. Además la realidad, como siempre, resulta más impactante que la ficción, el 90% de los delitos sexuales son cometidos dentro del hogar por un familiar o persona conocida y relacionada. El 92% de los delitos sexuales no son denunciados. En aquellos casos que sí existe la denuncia es muy frecuente que la esposa no solicite o incluso se oponga al retiro de la tutoría o patria potestad del padre violador. ¿Por qué? porque la madre no trabaja, no tiene ingresos y su familia de origen no la apoya porque ya está casada y además los niños violados suelen ser vistos como rechazables por impuros. Y el conflicto sigue persistiendo porque desde origen el enfoque es erróneo.
El violador o abusador sexual, sí es un delincuente y debe recibir acción penal. Debe ser alejando de la familia y de la sociedad por peligroso, por ello debe estar en la cárcel. Pero es un enfermo mental y si no se le trata psicológica y psiquiátricamente, entonces hay castigo, pero no hay justicia.
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