Como lo pudo leer en las pasadas dos ediciones de Crónicas de la Ciudad Invisible, las fiestas masivas fueron El Suceso por un muy largo tiempo, desconozco cuándo es que estas festividades empezaron a tomar tal fuerza, pero sí sé cuándo terminaron, aproximadamente cuando los permisos para bares se multiplicaron como Ratatas en el Pokémon Go!
Cuarto semestre fue de las mejores temporadas que llegué a tener en la universidad, en ese entonces tenía un espacio seguro para hacer pininos en la crónica gracias a Autonomía en la Jornada, todos los sábados la gente podía escuchar mi voz en un programa de Radio Universidad y por si fuera poco, ¡hasta tenía pareja estable!
En uno de esos días soleados de universidad entré a clase de semiótica impartida por la maestra Rocío Castro; para dar inicio con la clase sacó de su portafolio cuatro cartones en formato de postal, los cuatro papeles tenían impresos rostros vectorizados de diferentes políticos mexicanos maquillados como mujeres, acompañados por unas letras estilizadas donde se leía “She is coming”.
En la clase discutimos el uso de la femineidad para ridiculizar a los políticos en los cartones que obviamente, eran el producto de una campaña publicitaria; estábamos a punto de entrar en elecciones locales; ¿Quién diría que She is coming se convertiría en unos meses en el glorioso y politizado fin de las fiestas masivas?
Después de que dichas imágenes invadieran todo la ciudad y, por su puesto, antes de que las normas electorales se endurecieran, pasaron pocas semanas para que de boca en boca se difundiera en la universidad el rumor de que habría una fiesta llamada She is coming, donde regalarían cerveza y tocarían deejays.
Obviamente, como lo mencioné con anterioridad, las fiestas masivas eran El Suceso, eran tan grandes y populares que incluso se habían convertido en la preocupación de las autoridades que, en un intento por detenerlas, empezaron una labor de espionaje creando perfiles falsos de Hi5, MySpace y un primigenio Facebook para enterarse dónde es que ocurriría la siguiente fiesta.
El proceder era el siguiente: a donde fuera que se estuviese llevando a cabo una fiesta masiva un contingente de al menos cinco patrullas con policías encapuchados llegaba y arrestaba a aquellos muchachos que se quedaran en la calle mientras las puertas se cerraban indiferentemente; como los oficiales no podían entrar al domicilio sin un previa orden, eran provistos de gas pimienta que disparaban por las ranuras de la casa obligando así a los jóvenes a salir del lugar, arrestar a la mayor cantidad posible de personas y llevárselas al moderno C4.
La actitud de la Seguridad Pública municipal era deplorable, se habían ganado con fuerza un odio por parte de los jóvenes, sobre todo de los universitarios de los cuales muchos, estarían votando en las próximas elecciones por primera vez en su vida, eran, en otras palabras, un enorme botín político en el que la oposición estaba fijando sus ojos.
Otro día, como tantos de los que pasé en la universidad, llegó a mi salón una invitación para ir a una fiesta She is coming, la promesa era que regalarían cerveza y que tocarían algunos de los deejays más conocidos de Aguascalientes que en ese entonces, desafortunadamente, estaban subidos al tren del mame del desagradable dubstep.
Para mí y mis pobres amigos, la simple promesa de cerveza gratis era por sí sola el pretexto suficiente para acudir a un evento político; atrás quedaron de nosotros los ideales políticos y por delante un montón de ganas de fiesta.
La primera cita ocurrió un día frío, probablemente era marzo, la verdad es que el recuerdo pues era 2010, han pasado más de seis años desde entonces; la fiesta ocurriría en un salón de fiestas ubicado sobre Segundo Anillo en el fraccionamiento Versalles llamado El Capricho, si la memoria no me falla.
Cuando llegamos nos encontramos sobre todo, a muchos de los compañeros que habíamos conocido en la universidad, la mayoría eran de las carreras humanistas por supuesto, aunque salpicados se podían ver en el salón con “ambiente disco”, algunos grupos de carreras administrativas.
Recién entrabas al salón eras recibido por una cerveza en un vaso de plástico y una petición de que vaciaras tu alcohol en botella de plástico, ya saben, por el tema de la seguridad; por cierto, a la entrada también había dos elementos de grupo Rhino u Omega, uno de esos tipos mal encarados que hoy te toquetean en los bares para ver que no traigas una navaja.
La verdad es que el ambiente era como el de una fiesta que ya llevaba horas de empezada y ¿cómo no?, llevaba como cuatro horas desde las seis de la tarde; todos estaban ya muy ebrios y ante mi disgusto por convivir con borrachos cuando aún estoy sobrio me aislé con mi bolita de amigos, de repente llegaba uno que otro conocido a saludar y algunas veces entre las conversaciones, se llegó a escuchar el nombre de Lorena Martínez.
Ya con cuatro cervezas estaba tan happy que me desinhibí, por fin podría disfrutar tanto de los demás borrachos como ellos suelen disfrutar de mí; empecé a discutir con un amigo sobre una chica con aspecto asiático, él decía que era japonesa y yo le decía que podía ser de cualquier lugar de Asia así que, armados de valor, nos acercamos y le preguntamos “¿Eres china o japonesa?”, ella contestó, “Soy mexicana pero mi mamá es japonesa”, en cierta forma mi amigo había ganado.
Después de la discusión caminé por otra cerveza, quedaban muy pocas en la hielera, voltee y en la puerta me encontré a La Jirafona de la que hemos hablado en anteriores ocasiones, ella estaba discutiendo con un chavito de aspecto infantil, él le decía que si no fuese por Hitler no contaríamos con los avances tecnológicos de los que gozamos hoy en día, ella le respondió que era un imbécil si justificaba las acciones del personaje por tener un celular; al voltear de nuevo a ver la hielera me percaté que no había nada más, era momento de irnos a otra fiesta.
La fama de las She is coming se había consagrado, al fin de cuentas regalaban cerveza y la policía no llegaba; ella había llegado, Lorena Martínez era un nombre que sonaba cada vez más fuerte y que los chavos, cansados de los abusos policiacos del gobierno panista, le estaban empezando a tener cariño.
Los She is coming tomaban cada vez más fuerza, ya no sólo asistían a ellos los humanistas, con el tiempo todas las carreras de la UAA tenían un numeroso contingente representativo; incluso otras universidades y uno que otro tecnológico se habían unido.
En una de esas fiestas recuerdo haber visto a un joven orinar en un vaso de cerveza para dejarlo sobre una bocina, minutos después, otro muchacho sediento pero estúpido se acercó bailando “Heads will roll” de The Yeah Yeahs y le dio un trago al vaso pensando que alguien había olvidado su cerveza; con esta anécdota queda claro que, aunque cada vez había más cerveza, había menos abasto.
La estrategia de Lorena y sus asesores estaba resultando todo un éxito, nunca antes los deejays locales habían tenido tanta fama, nunca se había visto tantas cabezas reunidas, los jóvenes estaban embelesados por la promesa de una libertad que había sido coartada por el gobierno de Gabriel Arellano quien por cierto, llegó a tronar varias She is coming.
La fórmula fue copiada por otros candidatos, incluso el actual gobernador, Carlos Lozano de la Torre llegó a ofrecer una fiesta a la que por cierto fui gracias a una invitación de mi profesor de Derecho; también fui a una fiesta del famoso Kendor, en el terreno que tiene su mismo nombre y a una fiesta panista donde dieron mole.
Las elecciones llegaron y como era de esperarse, Lorena Martínez logró la presidencia municipal; desconozco qué tanto influyeron los She is coming en su triunfo, lo que es seguro y que nadie se esperaba, es que esas famoso reventones politizados significarían el final de las fiestas masivas en Aguascalientes.
Una vez en el poder, Lorena se haría famosa por liberar numerosos permisos para lugares de venta de alcohol, esto ocasionó, por supuesto, que los pocos bares que había en la ciudad se multiplicaran exponencialmente propiciando la creación de los circuitos Madero-Carranza, irónicamente esto ocurrió pese al fallido plan lorenista “Madereando”.
Ante tal oferta de bares, la necesidad de las fiestas masivas parecía dispersarse, los universitarios ahora se dedicarían a recorrer los bares buscando la cerveza más barata, llegaría de una administración a otra el fin de las fiestas masivas y empezaría la era de los after hours.