No sé realmente si exista algún parentesco entre el director de este quinto programa de la primera temporada de conciertos del año 2017 de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, el maestro Rodrigo Sierra Moncayo y el compositor mexicano José Pablo Moncayo, lo curioso es que, además de interpretar una obra de este gran representante del nacionalismo musical mexicano, también vemos en su biografía que fue coordinador, además de haber participado en el homenaje realizado en el año 2012 a José Pablo Moncayo, con el fin de celebrar el centenario de su natalicio, no sé realmente si exista entre ellos alguna relación familiar, no lo menciona el perfil publicado del director en el folleto de la temporada de conciertos de la OSA, no lo sé, pero lo que sí debe de quedarnos perfectamente claro es que entiende con precisión de qué se trata la música de esta gloria de la música mexicana.
El quinto programa de la primera temporada del año en curso inició con un poema sinfónico, Los preludios de Franz Liszt, continuó con Tres piezas para orquesta de José Pablo Moncayo y la Sinfonía No. 2 en sí menor de Alexander Borodin, como vemos, un programa de remotas geografías y de lenguajes musicales muy distantes entre sí, pero todos ellos de una belleza incuestionable.
El teatro no se llenó, pero podemos decir con satisfacción que la respuesta del público a la convocatoria de la Sinfónica sigue siendo muy buena, las butacas del Teatro Aguascalientes se poblaron generosamente, lamentablemente sigue habiendo un sector del público, seguramente sin conocimiento de causa, que suele aplaudir después de cada movimiento, como sabemos, cuando una pieza orquestal, llámese sinfonía, concierto, poema sinfónico, suite o lo que sea, se debe de aplaudir hasta el final de toda la partitura, no entre movimientos, esto rompe la libre y natural fluidez de la obra y la interrupción resulta verdaderamente desagradable, pero bueno, no importa, lo que sí nos debe interesar es que cada uno de los conciertos sigan registrando buenas entradas y los menos involucrados con los conciertos de música culta poco a poco irán entendiendo algunas cosas.
Como ya lo hemos comentado líneas arriba, el concierto inició con la interpretación del poema sinfónico Los preludios de Franz Liszt, a quien, por cierto, se atribuye la paternidad de este lenguaje musical propio del romanticismo. No deja de llamarme la atención cómo el director invitado para este quinto concierto abordó este repertorio de manera tan convincente, por un lado, obras de repertorio como este de Liszt, Moncayo, sin ser una de las obras más interpretadas, tiene sus particularidades y exigencias muy específicas, y esto es, a mi entender, lo que hizo grande la interpretación del maestro Sierra Moncayo del programa que le tocó dirigir, en realidad no sé si le tocó dirigir o fue él mismo quien lo propuso, como sea, se conectó y se impregnó del carácter de las partituras que tenía sobre el atril. Lo que a mí me parece más complicado es el hecho de saber impregnarse, empaparse, por ejemplo del espíritu nacionalista de Moncayo, lo que quizás no debe de sorprendernos tanto tratándose, familiar o no, de un compositor mexicano y la cercanía con este repertorio le puede resultar más conocida. Pero dirigir, por ejemplo, una obra de Borodin, impregnado de nacionalismo ruso, debe resultar, evidentemente, de mayor nivel de exigencia. En este caso no se trata solamente de hacer una buena lectura, esto, sin duda lo podría hacer un director de mediana estatura apegándose a la partitura y procurando ser fiel a ella sin proponer nada de su parte, sin correr algún tipo de riesgos que para alguien sin experiencia podría ser innecesario, sin embargo, la verdadera interpretación representa otras complicaciones y asumir un compromiso mayor, y esto fue lo que hizo el maestro Sierra Moncayo con la Sinfonía Segunda de Borodin, un compositor comprometido con la música rusa, y esto lo sabemos, no sólo por su afiliación al famoso grupo de los cinco, sino por la esencia de su música, sabe, huele, se intuye la vieja y legendaria Rusia zarista, entonces nos queda claro que no es fácil abordar dignamente este tipo de repertorios, sobre todo si se pretende hacer una digna ejecución de ellos. Desde el el primer movimiento de la Sinfonía nos llegó el inconfundible aroma ruso de la obra, y esto es lo que no se aprende en los conservatorios ni en las mejores escuelas de música de todo el mundo, esto se lleva, no sé, quizás se nazca con ello, pero la ejecución que el maestro Sierra Moncayo hizo de esta página sinfónica de Borodin fue de muy alto nivel y merecedora de un gran reconocimiento.
Por otro lado, la Sinfonía No.2 de Borodin -él sólo escribió dos sinfonías y una tercera que dejó inconclusa- está estructurada en los tradicionales cuatro movimientos, aunque ordenados de manera diferente a lo que podríamos considerar como convencional. Inicia con un movimiento rápido, allegro moderato, lo que sí es convencional, pero las diferencias vienen en el segundo movimiento, cuando las reglas no escritas del romanticismo nos dicen que es un movimiento lento, aquí Borodin coloca un scherzo, que la tradición beethoveniana nos dice que debería ocupar el tercer movimiento. El tercero es el movimiento lento, se trata de un andante, para concluir otra vez con un movimiento rápido, un finale allegro. Como ya lo hemos comentado líneas arriba, muy afortunada y de un valor incuestionable la visión del maestro Sierra Moncayo de esta bella pieza sinfónica de Borodin.
La próxima semana nuestra orquesta sinfónica nos presenta la célebre Obertura Fantasía Romeo y Julieta de Chaikovski y después del intermedio, la Sinfonía No. 2, OP. 22 de Rachmaninov. El director para este sexto programa es el maestro Iván López Reynoso, la cita con su majestad la música el viernes 18 de marzo a las 21:00 horas en el Teatro Aguascalientes, todavía la casa de nuestra Orquesta Sinfónica. Por ahí nos vemos si Dios no dispone lo contrario.
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