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viernes, diciembre 5, 2025

Esos / Por mis ovarios, bohemias

Tania Magallanes
Tania Magallanes
Jefa de Redacción de LJA. Arma su columna Tres guineas. Fervorosa de lo mundano. Feminista.

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La masculinidad: una estrategia para pasar a la historia

Monsiváis

Los primeros, los agresivos, vienen con cara de no quebrar un plato, pero cuando les llega un “no, gracias, no pueden participar en esta causa”, se desquician. “Lamento que tengas un cerebro tan retrógrada que no entiendas una simple opinión y no aceptes que un hombre se ponga de tu lado”, escribió un tal Gerardo a María del Carmen cuando ella no aceptó que se colocara como aliado de las mujeres en sus comentarios: “intolerantes; no saben dialogar; no sé por qué me acusas; los valores éticos son de todos, una cosa es ser mujer y otra una simple chavita encabronada”.

Leí un montón de comentarios de iracundos defensores de la infraestructura no sólo por las pintas en la UNAM durante la marcha por el asesinato de Lesvy en Ciudad Universitaria, sino también molestos porque las mujeres del contingente no los dejaron ser partícipes ni llevar el megáfono en la manifestación. Tuits aberrantes y amenazadores contra mujeres que usaron el #SiMeMatan que comprueban por qué es más que urgente la visibilización de la violencia que padecemos a diario, no solo cibernética.

Los segundos vinieron en plan condescendiente, mansplicadores disfrazado que buscaron incansablemente el control patriarcal en un espacio que no es suyo: el feminista. Vinieron, tal vez sin darse cuenta, tal vez sí, a intervenir políticamente un lugar propio de las mujeres donde necesitábamos denunciar la violencia institucional, cotidiana y doméstica. Quisieron hacer suyo también este espacio como si no bastaran todos los otros en donde dominan. Hombres con su imagen de activistas, de aliados, no pudieron dejar de aprovechar la oportunidad de opinar, figurar, aparecer, de que les dieran el espaldarazo: “qué comprometido, we, qué buena onda”.

Porque mientras nosotras en nuestros análisis nos exigimos observar nuestros privilegios de raza y clase, y no olvidar las transversalidades, a esos, los segundos, todavía en sus análisis les falta exigirse la contemplación de estos dos puntos, raza y clase, más el de género, y después rechazar sus privilegios o usarlos entre ellos mismos, como lo prefieran.

Acá cada vez más nos convencemos que el trabajo del feminismo es entre nosotras y no para con esos. No podemos todas detenernos a enseñarles en qué consiste cuando para nosotras es más urgente observarnos, cuidarnos y acompañarnos que discutir la agenda feminista que esos quieren mostrarnos, lo cual consideran que es una ayuda en nuestro quehacer, como aquel que cree que es ayuda el lavar los trastos en casa.

A esos les da por escribir y participar del feminismo solo con su opinión. Un abono sería que organizaran sus propios foros, abrieran sus grupos en redes, convoquen a sus amigos a hablar de feminismo desde su perspectiva para convencerlos de que no nos maten: “A ver, chavos, con los huevos en la mano, cuántos de nosotros aquí hemos violentado a una mujer”. Lección uno.

A nosotras no tienen nada nuevo que decirnos en materia.

Esos se pueden tornar peligrosos cuando se creen líderes de opinión y de conciencias, populares, cuando sin darse cuenta, o sí, esparcen una semilla invisible de micromachismo entre sus seguidores. Ahora transgreden la barrera del mansplaining que los evidenciaba, ahora encontraron que la estrategia es volverse aliados y así atraer los reflectores.

Esos son los que prestos vienen a hablar de nosotras. Sepan que no necesitamos que lo hagan. Sepan que no están invitados.

Tan no los necesitamos y tan oportunistas se ven que esos han sido incapaces de pronunciarse en lo local por la tipificación del feminicidio en Aguascalientes, por las muertes violentas, por el aumento de violencia hacia nosotras, por nada.

Yo no acepto a esos cuando nos toman solo como un tema para elevar sus índices de popularidad, cuando llevan el trabajo de miles de mujeres y se lo colocan en los labios. Cuando ahora creen que los que saben del feminismo son ustedes, los feministas mainstream, analíticos, opinadores, conscientes de lo que nos pasa alrededor. Recién estrenados en el feminismo, hacen suya la causa al considerarse defensores pero incapaces de levantar un dedo en la realidad.

Esos dependen de que nosotras nos organicemos para asistir a una marcha feminista, si es que les conviene participan, dependen de nuestros asesinatos para hablar de nuestros derechos, dependen de la creación de los hashtag #Miprimeracoso #Vivasnosqueremos #Niunamenos, del detestable de Perelló, porque sin eso ustedes no tendrían de qué hablar.

No han entendido nada. No sirve que adopten un mea culpa cuando insisten en querer señalarnos el mundo. Ya lo sabemos. Ya sabemos y no por boca de ustedes de lo que son capaces. Sus sutiles apoyos reproducen una dinámica proteccionista y lo peor, aleccionadora. Explíquenme a mí cómo es la violencia que han ejercido sobre mi cuerpo. Díganme cómo son los cólicos menstruales. Opinen sin responsabilidad alguna sobre asuntos de mujeres. “En marcha por CU, mujeres apoyadas por hombres exigen justicia”. Así fue la cabeza de la nota de la edición nacional de La Jornada. Así se ven.

Y no se leen. Esos han escrito en plural para amortiguar el golpe, para no ser parte de un discurso masculino: “Nosotros los que las violentamos, perdónenos”, el “plural de la modestia”, le dicen, ese que se ampara en el ‘nos’ porque es incapaz de decir yo, porque quiere invisibilizarse: yo que las he violentado, perdónenme. Nunca ningún hombre lo va a enunciar así. Nunca serán capaces de creerse violentadores ni machistas.

En este tema coyuntural, nosotras no necesitamos de esos. Si quieren pasar a la historia, verse bien, ganarse un like, educar… cualquier motivo, háganse un favor… lleven su estrategia para pasar a la historia entre ustedes, sin nosotras.
@negramagallanes

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