Si usted lee Los mil y un velorios(1), de Carlos Monsiváis, encontrará que en algún momento, como en 1920, la nota roja, más allá de la propagación del morbo o la práctica inútil del sadismo, hacía frente a la injusticia. De ejemplo el siguiente caso en donde Martín Luis Guzmán, quien redactaba en una revista dirigida por José Vasconcelos, arrojó una crítica a la dirigencia policial de la Ciudad de México de aquél tiempo:
Plutarco Elías Calles no toleraba la gran cantidad de rateros y delincuentes menores, lo sacaban de quicio. Deshacerse de este problema era un acto que “tropezaba con las lentitudes y garantías de la Ley, hechas por hombres cultos”. Cuando Calles nombra al general Roberto Cruz como inspector general de policía, las cosas cambiaron. Guzmán lo escribe así en una publicación:
“El general Cruz encontró la fórmula -fórmula breve, rápida, provisional-: a las pocas horas de estar presos, los delincuentes dieron en suicidarse en los sótanos de la Inspección, y todos ellos, cosa extraña, en suicidarse con pistola automática calibre 45.”
Monsiváis resalta esta y otras publicaciones en donde las notas -que no dejaban de apuntar hacia las desapariciones, los homicidios o la aplicación indiscriminada de la ley- tenían el propósito social de evidenciar, nunca de exhibir o lucrar con el sufrimiento de las personas. Sí a través de la sátira, un poco del escarnio y la burla, pero con responsabilidad.
Si usted, hoy en día, abre algún periódico y lee una nota roja, ¿qué es lo que encontrará que sirva para la sociedad y no para el morbo?
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1. Libro que atiende la nota roja en México, en donde señala que la “masificación del delito es también la masificación de la deshumanización”




