Lo he pensado seriamente, querido lector, y me atrevo a decir que el rebaño tiene Alzheimer y los que no lo padecen son intento de millennials, el chiste es que por más que queremos no damos una. ¿Qué me llevó a tan drástica aseveración?, el contexto; asómese por la ventana de su casa, por la del coche, por la de la oficina, por la de la escuela, colegio o universidad, asómese, por favor, ¿qué ve?, el rebaño está más controlado que antes y eso es decir mucho; mire, por ejemplo, el lunes la mayoría de nosotros vivimos un domingo de 48 horas y por lo menos acá en la isla de la gente buena… nos dedicamos a darle vuelo a la hilacha en la mismísima e incomparable feria de ferias, en efecto, señor, qué importa lo demás si podemos chupar en la calle; oiga, eso es impresionante, el pasado sábado nos visitó el embajador del paradisiaco puerto de Acapulco, el mismísimo licenciado Castañeda y con todo y sus casi 50 primaveras se armó de valor y dijo “llévenme a la feria”, sus palabras fueron órdenes para el pueblo de Aguascalientes. Primero la Isla, sí, claro, la Isla, el embajador pensó en todas esas formaciones de tierra que observa desde su casa u oficina en la bahía, no, licenciado, ésta es la isla, es como un parque de diversiones para que me entienda mejor. Total para no hacer tan larga la introducción después de recorrer el recinto o parque de diversiones, visitar la exposición ganadera y degustar de unas bebidas y comida a un precio moderado (según el embajador), seguimos por el recorrido de la feria más importante de México, tomamos camino para el perímetro ferial; qué caos, estimado lector, la impresión que se llevó el señor embajador fue mayúscula, además de no poder caminar y tropezar constantemente con connacionales ahogados en alcohol a las ocho y media de la noche, la combinación de todos nosotros amalgamó una multitud amorfa que por más que uno quiere entender o identificarse no se puede. El cuadro que más sorprendió al señor embajador y a un servidor debo confesar, fue cómo los jóvenes, bueno y no tan jóvenes, compran su bebida favorita, alcohólica, por supuesto, no vaya a pensar que son como el famoso maestro Valdés que bebe néctar de mango aun y en las mejores ferias; total, compran el chupe, como diríamos por ahí, se hacen de una bolsa de hielos, los refrescos, unos vasos desechables de buen tamaño y a darle que la noche es larga, sí, bueno, a darle pero en la vía pública, en medio del río de gente, a mitad del camino de los entusiastas y civilizados feriantes, ahí mero y el que no le parezca ya sabe…
El embajador Castañeda de Acapulco tiró la toalla, igual que yo, por cierto, después del recorrido por todo el perímetro ferial no atinó más que decir, “me siento bien recibido por el pueblo hermano de Aguascalientes, pero creo que es tiempo de salir de aquí y buscar un bar fuera de esta hermosa verbena para poder degustar alguna bebida embriagante, pero con calma y sin gente”. Y así fue, querido lector, pero mientras el licenciado Castañeda era testigo del jolgorio el rebaño olvidaba todo lo que pasa alrededor del territorio nacional.
El rebaño está más controlado que antes, mire, si bien la feria es el mejor pretexto para huir de la realidad, nosotros mismos nos hemos dejado llevar por la inercia. Recuerda los desfiles del Día del Trabajo, aun con Zedillo se dio el último gran evento, casi era como el día del presidente y del líder sindical, recuerda cuánto duraba la parada de obreros, comitivas tras comitivas volteaban al balcón central de Palacio Nacional a saludar a sus excelentísimas autoridades, agradeciendo todos los logros sindicales y la modernidad que año con año el país experimentaba a través de cada uno de los obreros sindicalizados de México.
Nada tan hermoso y tan nazi como esa expresión al eterno Fidel Velázquez y al jefe supremo en turno; la cobertura mediática en cadena nacional, es decir que si quería escuchar la radio o ver la televisión el 1 de mayo por lo menos en tres horas no iba a poder sintonizar más que la transmisión del desfile, narrada con singular profesionalismo por Jacobo Zabludovsky y Pepe Cárdenas o en su defecto Adriana Pérez Cañedo.
Después de Zedillo el día del presidente casi se extinguió, la ceremonia se redujo a un discreto evento en Palacio Nacional y un desfile descolorido. Este 1 de mayo, el lunes, el embajador Castañeda aún de visita, preparando su partida para ser exacto decidió darse otro baño de pueblo más, así que caminó entre los agotados participantes del desfile local y se pudo dar cuenta que, ataviados con playera y gorra e hidratados con bebidas para deportistas los participantes se veían felices o por lo menos satisfechos de su intervención. Le digo que el rebaño tiene Alzheimer, de pronto se olvidaron de todas las vejaciones laborales, de las injusticias de los sindicatos, de los líderes que roban el dinero de los agremiados para construirse mansiones en otros países o comprarse autos de lujo, se les olvida el salario mínimo, se nos olvida todo, todo, estimado lector y entonces somos un país de obreros felices y sindicatos justos.
Estamos más aletargados que antes, padecemos de un tremendo Alzheimer que no nos permite reaccionar, somos complacidos con ferias como la nuestra, con playeras tipo polo con cachuchas blancas, mientras en la dimensión real, Eva se roba la lana, el Estado de México se colapsa con la guerra sucia de los candidatos que aspiran a ser gobernadores, a Andrés Manuel lo amenazan de muerte, don Quique sigue sumiso frente al vecino incómodo, Dámaso López cae, hasta el zoquete de Luismi aparece en el escenario de los escándalos.
Qué importa, querido lector, tenemos hasta el domingo para ahogar nuestras penas en alcohol, literal.
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