Apenas esta semana el Inegi dio a conocer los resultados de su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) sobre percepción de la inseguridad, en donde el 54.4 % de la población de Aguascalientes percibe un estado más inseguro, y aunque no es propiamente noticia, ya que la inseguridad ha cambiado muchos de nuestros hábitos de vida, si viene a confirmar que no estamos paranoicos.
Esta cifra por sí sola habla de lo delicado que es el que uno de cada dos aguascalentenses se sienta inseguro, con independencia si es o ha sido víctima de la delincuencia, pero basta con el solo hecho de sentir miedo para cuestionar a las instituciones del estado responsables de la seguridad sobre ¿qué están haciendo?, pero sobre todo ¿qué están dejando de hacer? para tener los resultados que hoy tenemos.
Si hablamos del resultado en el ámbito federal de esta encuesta, tenemos que el indicador sube drásticamente a un 75 por ciento de mexicanos que viven los estragos de no sentirse seguros, esto es, tres de cada cuatro mexicanos, no vivimos en paz.
¿Qué ha pasado para tener estos resultados?
Sin lugar a dudas, la inseguridad es un fenómeno multicausal que varía de acuerdo a cada región y a cada ciudad, sin embargo, el común denominador en todos los lugares es la delicada situación económica que enfrenta el país que ha impactado en dos sentidos, el primero, en la limitada generación de empleos formales, y la segunda, en que los empleos que se generan son de mala calidad, al grado que, estos mismos empleos formales, caracterizados por muy bajos salarios, catapultan a más mano de obra hacia la informalidad.
El factor económico es pues un detonante para la delincuencia, y ello se comprueba porque, uno de cada dos delitos denunciados en el país, y desde luego en Aguascalientes, son por el delito de robo.
Otro factor que estimula el mantener el índice delictivo disparado es sin duda la impunidad y la corrupción que prevalecen en el sistema de justicia del país y el hecho de contar con policías corruptos, corporaciones infiltradas por el crimen organizado y elementos enfermos, viejos y sin capacitación.
Hacia los años 90, una cantaleta bastante constante y fuerte era que las policías del país no contaban con la capacitación ni con las armas ni con los vehículos ni la inteligencia que poseen los delincuentes organizados.
La transformación, aunque insuficiente, fue importante ya que, en prácticamente todas las policías del país, las estatales y municipales, disponen cada año de un millonario presupuesto, lo que les puso en igualdad de poder y fuerza, porque ya usan armas largas y sus vehículos les permiten enfrentar a los delincuentes; entonces ¿ahora qué está pasando? La respuesta es simple: el gobierno mexicano no tiene una estrategia clara, definida y compartida por todos para enfrentar el fenómeno delincuencial.
No hay inteligencia y los policías actúan por reacción, porque en materia de prevención, sus programas resultan ser, en la mayoría de los casos, ineficaces porque se han limitado a teorías ochenteras en donde el policía andaba en bicicleta, conocía a los vecinos y en ese entonces eso funcionaba, hoy ya no.
Ahora, es importante dejar en claro un aspecto más: la seguridad no es sólo asunto de las instituciones del estado sino que es un problema que amerita que toda la sociedad nos sumemos a la solución de este grave problema.
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