da como forma de Gobierno, es aquel instrumento que bajo un determinado conjunto de procedimientos, tiene como fin ejecutar las decisiones colectivas vinculantes a todos los miembros de una sociedad. Significa, además, en su definición primaria que viene del griego demokratia, el “poder derivado del pueblo”. No obstante la aparente simpleza de esta definición, el uso de la palabra en el ámbito político y público ha provocado que el significado de la misma haya perdido su valor y la importancia que representa para la sociedad.
Para entender mejor el significado del término se requiere sin duda responder una serie de cuestionamientos que derivan de su definición, para así consolidar la propuesta que se hace en este texto (que se realizará en varias presentaciones): la Democracia Participativa.
Ahora bien, podemos estar de acuerdo en que la democracia es “el poder derivado del pueblo”, no obstante, conformarse con esa acepción significa minimizar las implicaciones de ese poder, por ello se plantean las siguientes preguntas:
¿Quiénes son el “pueblo”?
¿Por qué es “correcto” que el poder derive del “pueblo”?
¿Cuáles son los mecanismos que existen para que el “pueblo” ejerza el poder?
¿Cuál de estos mecanismos es el más viable para el ejercicio del poder?
¿Cuál es el papel que juega el “pueblo” en una democracia?
El “pueblo”, que proviene del griego demo, es susceptible a muchas acepciones e incluso, interpretaciones. Por ejemplo, el pensamiento marxista considera que “el pueblo” son los “pobres”, y mantiene un discurso de confrontación en el que la clase baja es quien debe detentar el poder para terminar con la opresión de la clase alta; según el marxismo, el pueblo -el proletariado- es el que debe reivindicar la causa de la democracia y detentar el poder público para contrarrestar el poder económico de la burguesía. Sin embargo, ¿es correcto pensar que “el pueblo” son sólo “los pobres”?, nosotros consideramos que no. No se puede pensar que un espectro o facción de la sociedad sea la única merecedora del derecho de detentar el poder por su condición de marginación. Reducir, como algunos líderes populistas lo hacen, el término pueblo solamente a “los pobres” de un Estado, supone la imposición de una facción sobre toda la sociedad, y esto se traduce en desigualdad de derechos y libertades.
Otra definición o percepción sociocultural sostiene que el “pueblo” es el hoi polloi, es decir, la plebe, las grandes masas o “los muchos”, sin embargo ¿cuántos muchos son necesarios para constituir al “pueblo”?, ¿quién determina si son “los muchos” más que “los otros”? y lo más importante ¿basta que una decisión derive de “los muchos” para que ésta sea correcta? Sostener que el pueblo son simple y llanamente “los muchos” pone de nuevo a la sociedad en un dilema: hay que determinar quiénes y cuántos son “los muchos” para cada decisión, es decir, ¿dónde se congregan los muchos y qué tanta legitimidad tendrían sus decisiones? Para entender esto, expondré un simple ejemplo: a 10 niños se les da 100 pesos para que compren alimento. Los niños, “el pueblo”, tienen que decidir qué comida comprarán con la cantidad de dinero que tienen, tomando en cuenta sus gustos, estado de salud, alergias entre otras cosas. Los niños deciden votar y los resultados son los siguientes:
Juan: Pizza
Pedro: Melones
Luis: Manzanas
Regina: Hamburguesas
Aurora: Fresas con crema
José: Pizza
Arturo: Palomitas de maíz
Francisco: Pizza
Araceli: Helado
Diana: Ensalada
La pregunta aquí es ¿quiénes son “los muchos”, los que eligieron pizza o los que eligieron otra cosa? En este ejemplo, que puede parecer burdo, se intenta exponer el problema de pretender que “el pueblo” es únicamente “la plebe” o “los muchos”, puesto que supone que las voluntades de unos valen más que las de los otros por el simple hecho de pertenecer o no a determinado grupo social, por ello, no es tan sencillo definir quién es el pueblo. Ahora bien, si nos apegamos a la definición primaria de la democracia, la solución a este problema sería simple: si son más los que no desean pizza, no se comerá pizza. Pero entonces ¿qué se comerá?
Por último, quizá la definición más acertada sea la del plethos, o el plenus: el cuerpo de ciudadanos en su integridad, es decir “los todos”. El “pueblo” de “los todos” logra resolver el principal problema del resto de las definiciones: no se supeditan las voluntades de los unos a las de los otros. La decisión y voz de cada uno vale lo mismo en la toma de decisiones. Así, usando nuevamente el ejemplo de los niños, sostendríamos que la voluntad de tres contra siete no es suficiente para que todos coman pizza. Así, los siete restantes encuentran una solución: se ponen de acuerdo y deciden votar por la opción de fresas con crema, siete votos contra tres son una aplastante mayoría. Pero resulta que los tres niños que no desean fresas con crema, tienen una razón de peso para oponerse: son alérgicos a la fresa.
La solución según la idea del plethos es la siguiente. De la cantidad de dinero que se dispone, comprarán fresas para siete y rebanadas de pizza para tres. Así, se considera a cada uno de los niños, se respeta su voluntad y no existe imposición. Esta es, desde nuestra óptica, la visión de democracia más deseable: donde “el pueblo” son “los todos”, donde no hay ciudadanos de primera ni de segunda, sino que la opinión de todos, los más y los menos, debe ser considerada para la toma de decisiones.
Es evidente que es sencillo ponerse de acuerdo cuando son solo diez niños los involucrados. Pero imagine una nueva situación: en una escuela de 500 alumnos tienen que ponerse de acuerdo para decidir qué clase de comida comprarán para un convivio. Resulta operativamente imposible que 500 niños logren ponerse de acuerdo para decidir que comida se comprará, por lo que deciden elegir un representante por cada cien niños y conformar un consejo que decida qué comida se comprará. Entre los niños permean fuertemente dos opciones: pizza y fresas con crema, cada facción de niños busca a sus representantes para persuadirlos de que elijan una u otra opción según el caso. Los cinco niños de dicho consejo tendrán a cargo la responsabilidad de decidir qué se comerá y comprarlo.
Una vez más sé lo que está pensando “la solución es fácil: los representantes de los niños que desean pizza elegirán pizza y los representantes de los niños que desean fresas con crema votaran por comprar fresas con crema. Habrá pizza y fresas con crema para todos”.
No. Resulta ser que a pesar de lo distinto que eran entre sí, los cinco niños representantes tuvieron algo en común: la comida favorita de los cinco eran los emparedados de queso. ¿Adivine qué se comida se eligió para aquel convivio? ¿Le resulta familiar esta historia?
Insisto, no es tan fácil como parece. Este es justo el problema de nuestra actual democracia: que “el pueblo” no son “los todos”. ¿Será entonces que estamos llamando democracia a algo que no es?
