Carlos Reyes Sahagún | Cronista del municipio de Aguascalientes
Alguna vez le escuché a mi amigo y mentor, el doctor Andrés Reyes Rodríguez, que uno de los signos más primitivos de civilización era la presencia en los entierros, de rituales funerarios, el acto de sepultar un cadáver, y acompañar los restos con algún objeto dotado de supuestas propiedades mágicas, o sus pertenencias, etc.
Desde tiempos sin memoria la muerte nos obsesiona; nos atenaza el corazón, llenándolo de miedo y angustia. De cara a un destino ineludible; ominoso, hemos creado diversas alternativas para una supuesta vida posterior.
Entre nosotros la más popular es la cristiana, pero no todo lo que se nos ha enseñado resulta tranquilizante. Por ejemplo el evangelio de san Mateo 25 31-46, que se refiere al Juicio Final, y lo hace con palabras tales que le provocan a uno escozor en la espalda.
A partir de este y otros textos, se han generado diversas manifestaciones plásticas que hunden sus raíces en el pasado. En las catedrales góticas de Europa abundan los conjuntos escultóricos; las pinturas, que muestran escenas del juicio final, con ángeles que llevan al cielo a los salvados, y terroríficos demonios que torturan brutalmente a los pobres condenados.
Esta imagen, más fervorosa que artística, responde a esta tradición, y procede del vetusto panteón de Asientos, una instalación única en la región, posiblemente la más antigua. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]
