Hace un par de días se dio a conocer el Latinobarómetro 2017, un estudio que refleja la calidad de la democracia en América Latina, pero también refleja la calidad y la percepción de los demócratas en estos países, es decir, de los ciudadanos. La democracia no nos gusta pero ¿somos los demócratas que nuestra democracia necesita? Esa es una reflexión que debemos hacer a profundidad. El reporte 2017 vale la pena analizar.
El informe inicia con unas líneas perturbadoras: “El lento declive de la democracia es invisible, como la diabetes, podemos constatar la existencia del problema, pero salvo excepciones los países no acusan síntomas que llamen a la alarma de los actores políticos y sociales.” Nuestra democracia está en crisis pero como los factores que lo provocan no preocupan a los actores políticos, económicos y sociales más relevantes, no se ha debitado a fondo.
Por ejemplo, según este informe solo el 2% de los mexicanos afirman que vivimos en una democracia plena y tienen razón, nuestra democracia aún no llega a la consolidación, el 98% de los mexicanos lo ve así. De una calificación del 1 al 10 sobre qué tan democrático vemos a nuestro país, en México lo calificamos como 4.7, reprobado. El país en Latinoamérica más alto en este nivel es Uruguay con 6.9: hay una crisis generalizada sobre la democracia.
Brasil con 4.4, El Salvador con 4.4 y México con 4.7 son los tres países donde se percibe menos desarrollo democrático, una de las explicaciones que ofrece el Latinobarómetro es la corrupción y la impunidad, coincidente y permanente en estos tres países, pero nunca es un fenómeno de una sola causa, no se trata solo de la corrupción, se trata de retrocesos en derechos humanos, en contrapesos institucionales y democráticos y ausencia de participación ciudadana.
Sobre la satisfacción a la democracia, solo el 18% de los mexicanos se siente muy satisfecho con la democracia, el 82% se siente no muy satisfecho o nada satisfecho. La democracia se ha convertido en una decepción por nuestro país. Woldenberg escribió una carta a la desencantada democracia, pero quizá debió escribir: perdón democracia. Pero quizá nuestra democracia no resultó como pensábamos gracias a que se pensaba que solo nuestra democracia aterrizaría en buen barco por las elecciones. No ha sido así, nuestros demócratas pensadores, políticos y académicos se conformaron con elecciones libres e igualitarias y no por una democracia de derechos, de igualdad, de debate de ideas o de participación ciudadana. Este informe pone sobre la mesa las acciones urgentes para transitar de nuevo a la democracia.
En una cifra increíble, el 97% de los brasileños y el 90% de los mexicanos, piensan que se gobierna para el beneficio de grupos poderosos, esa idea permanece en el inconsciente colectivo de Latinoamérica y con justa razón, los gobiernos emanados de elecciones democráticas no gobiernan como demócratas y no implementan mecanismos democráticos como presupuestos participativos, comparecencias públicas, revocación de mandato, consultas ciudadanas u otros mecanismos de transparencia y rendición de cuentas. Gobiernan de manera vertical, gobiernan para ellos, al estilo autoritario. En ese sentido nuestro diseño institucional se construyó alrededor del mito de elecciones libres pero sin mecanismos para garantizar un gobierno democrático con participación de los ciudadanos.
Por ende, en México sólo 20% aprueba a su gobierno actual, pero sorprende el caso de Brasil, donde solo el 6% lo aprueba, es decir, la destitución de Rousseff, no fue resultado de una decisión que los ciudadanos tomarían sino fue un pacto entre las élites, el régimen democrático en el que se construyó Latinoamérica urge una transformación institucional, legal y cultural.
Uno de los factores que propician esa crisis de instituciones es que los ciudadanos no confían en sus instituciones, pero este dato sobre la confianza de las instituciones es un reflejo de la calidad de los demócratas en México, por ejemplo. Se preguntó a ciudadanos cuál es el factor más importante para confiar en una institución, en México el 63% consideró que lo importante es que traten a todos por igual, el 43% sobre si cumplen sus promesas y solo el 16% si son fiscalizadas. Es decir, a los mexicanos nos importante más el trato igual, lo que habla de un diseño institucional que ha propiciado la discriminación y la desigualdad o que nos cumplan las promesas por la deficiencia de nuestros gobernantes por cumplirlas, pero no nos importa que las instituciones sean fiscalizadas o que rindan cuentas porque no hemos llegado a ese nivel de debate sobre nuestras instituciones; con el Sistema Nacional Anticorrupción, para allá vamos.
Sobre la corrupción, que es uno de los factores que ha provocado que las instituciones no sean garantes democráticos, en México el 77% de los ciudadanos cree que el gobierno mexicano ha actuado muy mal en el combate a la corrupción, solo por encima de México se encuentra Brasil con el 89% de los brasileños que afirman que el gobierno también lo ha hecho muy mal.
Este informe plantea algunas lecturas con matices: la democracia debe ser el régimen de gobierno donde nos explicamos nuestra relación entre instituciones y ciudadanos. La democracia no ha resultado como tal porque los ciudadanos, legisladores y gobernantes no se han apropiado de actitudes demócratas en el ejercicio de nuestras actividades. Debemos pugnar por un rediseño institucional más abierto y democrático y por acciones frontales para combatir la corrupción; no permitiremos que el régimen siga afirmando que vivimos en democracia mientras se gobierno lejos de las necesidades del interés nacional.
@caguirrearias