La vida desde los apegos / Mar profundo - LJA Aguascalientes
02/12/2024

Edith siempre estuvo “enamorada” de Carlos. Siempre. Desde niños todos lo sabíamos, aunque no sé si aquello se podría llamar amor. Así en los juegos, su muñeco Ken nunca se llamaba Ken, sino Carlos. Pasamos por la adolescencia, la preparatoria y Edith seguía apegada a Carlos. Fueron novios, se dejaron, volvían; ya él con novia nueva, ya ella con novio nuevo que en realidad poco le duraba, en cuanto Carlos sabía que Edith era cortejada de nuevo rondaba, algunas veces, sin haber dejado él a su entonces pareja. Él era el guapo de la cuadra, del salón, de la escuela. Mujeres, “brujas” les llamaba Edith, siempre lo rondaban, muchas en escotes, minifaldas o pantalones entallados, Edith ya las identificaba. Soltaba la risa luego verlas de “andrajosas” pero cuando pasaban por nuestra calle siempre iban en escote y de tacón de adolescente. Carlos y Edith se casaron, pero su historia no cambió, siempre había alguien merodeando. Edith nunca nos escuchó.

Rafael se divorció de Eugenia. Las razones eran conocidas por pocos. No, Rafael no era el guapo de la cuadra, no tuvo las mujeres de Carlos. No le gustaban las fiestas y no tomaba así que era el primero en quedarse dormido en algún sillón en cuanto el sueño lo vencía. Su divorcio fue lo más duro para él, los hijos, decía. Quiso reiniciar su vida, pero era tema de discusión con Eugenia. Que nuestros hijos no te vean con alguien, le decía, no sabes cómo los puede afectar. Y Rafael le creyó, y aún años después del haber firmado el papel, seguía apegado a ella y sin reconstruir su vida.

Claudia decidió irse de Aguascalientes. Después de haber dado todo por resolver una situación de crisis con su pareja, no encontró eco. Si bien para sus amigas Claudia debió cerrar toda posibilidad, ella se acercó a Julio buscado entablar la comunicación que permitiera continuar la relación de una manera sana, creyendo en el diálogo y el perdón mutuo, más allá de la infidelidad descubierta y del abandono en momentos vulnerables. 50 y 50, decía Claudia, nos toca 50 y 50 en el problema y la solución, pero solo encontró de respuesta la evitación constante de su expareja. Así que Claudia decidió irse de la ciudad, reconoció que la relación se volvía cada vez más dañina si no la soltaba, y más ante el desconsuelo de la imposibilidad de Julio de reconstruir.

 

Los apegos son un tema apenas estudiado en la psicología. Fue John Bowlby quien después de los años 60 comenzó a analizar los vínculos efectivos de los niños con sus cuidadores. De ello hay una extensa literatura. De Bowly siguieron varios colegas y discípulos quienes, “basándose en una serie de observaciones realizadas a través de un procedimiento estandarizado de laboratorio llamado Situación Extraña de interacciones madre-hijo, desarrollaron la primera clasificación de apego en niños y describieron tres patrones generales: seguro, inseguro evitativo y ambivalente”. Este estudio revelaba que al motivar una situación extraña “ bebés con apego seguro presentan conductas de exploración activa, se disgustan ante la separación del cuidador pero cuando éste vuelve tienen una respuesta positiva frente a él y suelen consolarse con facilidad; bebés con apego evitativo presentan conductas de distanciamiento, no lloran al separarse del progenitor, suelen concentrarse en los juguetes y evitan el contacto cercano; por último, bebés con apego ambivalente reaccionan fuertemente a la separación, presentan conductas ansiosas y de protesta como llorar y aferrarse, suelen mostrar rabia, no se calman con facilidad y no retoman la exploración”. Posteriormente otros autores agregaron una cuarta categoría llamada desorganizada en donde “algunos bebés muestran conductas desorientadas en presencia del progenitor”. Para los especialistas, la calidad del apego está en la regulación emocional de dificultades.

Se sabe que nuestro carácter como adultos está forjado principalmente en el ambiente y conductas de nuestra niñez. Sin embargo, también se sabe que el sujeto es siempre moldeable. Nada está dicho. Muchas veces son los infortunios los que pueden sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos. Sin embargo, nuestras reacciones se establecen en las conductas que aprendemos en la niñez y que el propio ambiente fortalece, y sin duda los apegos son parte esencial de ello.

El estudio de los apegos en la vida adulta apenas comienza.  Los resultados provistos por Bowlby han sido la base para el estudio de los apegos en los adultos. Este psicoanalista inglés a quien se le atribuye ser pionero en la Teoría del Apego identificó que “las experiencias vinculares tempranas se internalizan como esquemas representacionales denominados modelos operativos internos de sí mismo y los otros que influirían la forma de enfrentar las relaciones afectivas adultas, especialmente ante situaciones de conflicto o estrés”.  Es decir, que la forma en que nos comportamos de niños ante el conflicto seguirá presente en nuestra vida de adultos, pasando desde luego por nuestra adolescencia. Los casos descritos al inicio de este texto hablan de relaciones sentimentales, sin embargo, las relaciones con los amigos sin duda también generan un alto impacto en la vida del adolescente que se reflejará también en la vida adulta. Y es que el adolescente busca también en los amigos, en los pares una figura con la cual identificarse, ya sea por lo que se es o por lo que se quisiera ser, muchas veces imitando las conductas de los amigos para reforzar la aceptación propia o de los pares.

Ello es más claro cuando leemos que para Bowly también “el comportamiento de apego es todo aquel que permite al sujeto conseguir o mantener proximidad con otra persona diferenciada y generalmente considerada más fuerte y/o sabia, propio del ser humano, que motiva la búsqueda de proximidad entre el niño pequeño y sus padres o cuidadores”, además de que “identificó como modelos operantes internos, que serían expectativas que posee el niño acerca de sí mismo y de los demás, y que le hacen posible anticipar, interpretar y responder a la conducta de sus figuras de apego, ya que integran experiencias presentes y pasadas en esquemas cognitivos y emocionales”.

Así, para Bowly y sus colegas la forma en que componemos nuestros apegos en la infancia tendrá una fuerte repercusión en los apegos que se establezcan en nuestras relaciones de la vida adulta. Aquí debemos incluir la forma en que nos identificamos nosotros mismos, ello atañe también nuestro propio nivel de expectativas, aquello que decimos que merecemos, porque en función de lo que soñamos también establecemos nuestras relaciones de proximidad. Si creo merecer una vida difícil y complicada, me apegaré a quien o a aquello que pueda proveerla. También en el caso contrario, aunque en este último implique más atención, disposición y compromiso, pero si creo que no tengo la capacidad de hacerlo, buscaré entonces rechazarlo e irme a mi zona de confort. De esta forma como adultos es claro que en nuestras relaciones también buscamos anticipar, interpretar y responder a estas figuras de apego a partir de las propias experiencias presentes y pasadas.  Otros autores han abonado a las teorías de Bowlby. “En la conceptualización del apego en el adulto, se ha propuesto que dos dimensiones darían cuenta de diferencias individuales en la forma de enfrentar vínculos de intimidad: la ansiedad o temor al abandono y la evitación de la cercanía e intimidad”. Y es que, en el apego infantil el niño está aún en dependencia de su cuidador, pero en el apego de adulto no, aunque aún puede sentir los monstruos de los miedos y los traumas de sentirse abandonado, y busque de manera consciente de evadir el sentimiento a toda costa.


Acerca de los apegos en los adultos los psicólogos han avanzado en su análisis. Así, han encontrado que “las personas seguras en el apego utilizan la búsqueda de proximidad y apoyo como estrategia para afrontar el estrés o situaciones de conflicto, la llamada estrategia primaria, fundamentada en una imagen positiva de sí mismo y en la confianza en la disponibilidad del otro para proveer consuelo. En cambio, las personas con alta ansiedad y/o evitación, poseen representaciones frustrantes de las figuras de apego, que las conduce a ocupar las denominadas estrategias secundarias del apego ante el estrés: hiperactivación o desactivación. Las personas con alta ansiedad ocupan estrategias de hiperactivación, que se manifiestan en esfuerzos por lograr la atención, apoyo y amor del otro, una conciencia constante de sus sentimientos negativos, acompañada al mismo tiempo de inseguridad respecto de la posibilidad de conseguirlos. En cambio, las personas con alta evitación tienden a ocupar estrategias de desactivación, que se manifiestan en la negación de las necesidades emocionales, la mantención de la distancia emocional y la excesiva confianza en sí mismos como fuente de protección. De este modo, cuando la pareja se constituye en fuente del dolor emocional, como ante una transgresión, es probable que se activen estos mecanismos de regulación, los que podrían tener incidencia sobre la facilidad o disposición para perdonar.”

Por ello se entiende que Edith nunca haya dejado a Carlos pues de niña vivió también el abandono de sus padres; o que Rafael siga creyendo que Eugenia es la más sabia y entonces lo que diga como madre es imperativo, o que Julio haya evitado a Claudia, y que Claudia finalmente haya decidido retirarse. Y es que lo apegos también resquebrajan la visión de uno mismo, nos dejan ir, y nos vamos. Nos perdemos. En apego o en amor, concebimos lo más inverosímil de nosotros mismos, aunque se confunda lo primero con lo segundo, o viceversa… En el ámbito público o en el privado podemos lograr desconocernos. Apegarnos no solo interfiere en las relaciones de pareja, también en la familia, los amigos o en el trabajo. Un hijo apegado a sus padres aún después de alcanzar la vida adulta; los hijos, que en la excusa del amor inconmensurable se les limita su propio desarrollo y posibilidad de vida; o del trabajo, al que se aferran a toda costa por una posición social aun sin disfrutarlo. Así los apegos abarcan los ámbitos de nuestra vida.

En estas fechas, a punto de iniciar un nuevo año, cuestionemos nuestros apegos y soltemos para vivir en libertad. Tire las llaves, rompa las fotos, saque la ropa y de espacio a nuevas posibilidades de vida. Cuestione y resuelva desde el amor y la libertad. Así, deseo que en 2018 suelte a los fantasmas del pasado para construir relaciones amorosas, que espante a las brujas del presente para vivir en amor con los suyos, y que dome a los monstruos de los miedos y los traumas para dejar que todo el amor que merece llegue hasta usted. Aprendamos a amar con desapego y en libertad de construir, mire que es difícil, pero evitándolo será todavía más. Dicen que los buenos deseos de regresan multiplicados, que así sea para todos en 2018.


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1 thought on “La vida desde los apegos / Mar profundo

  1. Me gusto mucho este articulo, estoy leyendo un libro de Don miguel Ruiz Jr sobre los apegos y me da gusto que diferentes actores concuerden en lo necesario de darnos libertad y aceptar la libertad del otro. Gracias.

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