Durante este 2017 se pudo observar un periodo catártico para Aguascalientes que debería ser digno de reflexión para toda la población pues se suscitaron diferentes episodios en la vida pública del estado que hablan de una ciudadanía en rezago, de una sociedad que necesita reconocer su historia y el desarrollo a su alrededor para responder a las transformaciones que se están consolidando para evitar que nuevamente los grupos más afectados sean aquellos con menor educación formal y poder adquisitivo, quienes no logran acceder a las herramientas, espacios y experiencias de convivencia para conformar una mayor consciencia ciudadana.
En este sentido, tres fenómenos particularmente hablan de un punto crítico: los sucesos entorno a la movilización de normalistas en la entidad, el respaldo manifiesto y simbólico a grupos fundamentalistas del conservadurismo por parte de diferentes grupos políticos y poderes del Estado, así como el entorno de violencia legitimada por el argumento de la defensa propia, lo cual además de hablar de una crisis de credibilidad en las instituciones habla del poco conocimiento de la población sobre su historia y derechos políticos, la falta de empatía y capacidad de reflexión para discernir entre derecho, omisión, abuso e intromisión; y aunque la era de la información traía consigo la promesa de una sociedad del conocimiento al ampliar las posibilidades de acceso a una gran cantidad de datos, experiencias, narraciones y espacios, Aguascalientes aún está lejos. Por supuesto que diferentes ciudadanos han buscado responder a estas problemáticas, actuando de manera pública e impulsando la crítica en diferentes plataformas, sin embargo, la población más vulnerable sigue estando a expensas de los discursos monolíticos por la falta de acciones y espacios que impulsen el diálogo, una necesidad a la cual podría responder la sociedad civil organizada.
Durante las manifestaciones de estudiantes normalistas, los automovilistas estaban dispuestos a golpear y atropellar a los demandantes bajo el criterio de libre tránsito, sin contraponerlo con el cierre de calles por manifestaciones religiosas y otras organizadas por grupos conservadores. Al respecto, la llegada del autobús de Citizen Go y el FNF demostró que el ejercicio político que impera en la entidad se sustenta en la amenaza electoral y no tiene consideración por una jurisprudencia ética, crítica y razonada para el reconocimiento de derechos para subsanar desigualdades; mientras que la población que necesita ejercer sus derechos sexuales y reproductivos para una mejor calidad de vida quedó a la deriva, lo cual ha sido señalado como una problemática en el ámbito internacional dentro de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Por otra parte, la falta de consciencia ciudadana en un escenario generalizado de inseguridad ha impulsado la legitimidad de la violencia bajo el argumento de la defensa propia, en vez de orientarse a cuestionar la incapacidad de protección y contención de los cuerpos policíacos, en vez de reconocer el historial de corrupción, abuso y no respeto al debido proceso en el país, en vez de demandar una verdadera reincorporación social para las personas en reclusión, así como una impartición de justicia reflexiva y deliberativa. Es urgente ampliar panoramas para observar y actuar en nuestro entorno.
Con una amiga charlábamos sobre la prohibición y cacería de fiestas masivas en Aguascalientes. Los argumentos podrían sustentarse de manera autómata y en contraposición. Por una parte: esas fiestas sólo son para chavos sin oficio ni beneficio, sólo son para que consuman alcohol y drogas, deberían de meterlos todos al bote y los padres tienen la culpa. Por otro lado: ese es problema de quien vaya a esas reuniones, sólo son chavos y necesitan espacios para divertirse, es sólo una medida recaudatoria y si lo que se busca es el emprendimiento ¿qué tiene de malo que unos chavos organicen una fiesta y cobren por entrar? Sin embargo, esa medida debería sustentarse en otro orden de ideas: ante una aglomeración de personas, algún accidente o evento de violencia puede incrementarse, por lo que se necesita garantizar medidas de seguridad y contención ante esas posibilidades; y por otra parte, debería impulsar a otro tipo de reflexiones, como la necesidad de diversificar una oferta de actividades y espacios culturales, de entretenimiento y esparcimiento que requieren los jóvenes, pues su agrupación no es azarosa, sino síntoma de una exigencia como grupo identitario y colectivo.
Ser ciudadano no sólo implica asumir los derechos y respetar las obligaciones a los cuales se está sujeto por ley, sino también el reconocer los mismos de manera colectiva, siendo consciente de sí, de los demás y del entorno en el cual se encuentra, por lo que la ciudadanía se consolida mediante el reconocimiento de su historia, necesidades y problemáticas. Sin embargo, el estado parece estar destacando debido a una población autómata, donde cada individuo exige sus derechos y, aunque cumple sus obligaciones, no reconoce al otro, al diferente, distante o nuevo como par, como ciudadano. Aguascalientes es la tierra de la gente buena, aquella que responde sólo a lo que debe y cumple sin cuestionar las razones o implicaciones de lo que asume, impidiendo el desarrollo de sus derechos, pues como tales, deben responder al mismo dinamismo de la sociedad de la cual emanan.
Pocas ocasiones consideramos, como ciudadanos, cuestionar las medidas que se implementan en la vida pública, incluso en la vida privada de la población, lo cual es un terrible obstáculo para la consolidación de una verdadera ciudadanía: incidir en la política del Estado siendo consciente de que formamos parte de un colectivo que requiere de diferentes derechos, los cuales también deben ser equitativos para subsanar las desigualdades persistentes.
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