Aquella noche, Ella estaba inquieta. La sensación se incrementó conforme avanzaban las horas. No podía dormir, quería llamar a su pareja pero sabía que no debía hacerlo. Para qué molestarlo, pensó, debe estar cansado. Y entonces sus temores de que Él estuviera con otra persona volvieron a flotar en el ambiente. Los mensajes, las llamadas le hacen sospechar que las noches de conversación después del trabajo entre ellos habían llegado a otro punto. Pero no lo tenía por cierto. Sólo en Ella estaba la sensación en el cuerpo, una corazonada, nada más. ¿Cómo explicarlo? Pensó que era una paranoia, un temor infundado. La falta de sueño, quizá, pero dos días después lo que era solo sensorial tomó otro rumbo ante la evidencia encontrada.
“La intuición es la capacidad humana de llegar a conclusiones correctas a partir de información escasa, en poco tiempo”, sin embargo, la intuición no tiene validez en el momento mismo que se presenta. La intuición pasa del plano sensorial, al plano del conocimiento cuando existe un hecho, un acto, un resultado que la revela. Por eso para Ella era difícil explicar esa sensación.
En la cultura hindú, lo que es conocido como el tercer ojo representa el conocimiento intuitivo, ese portal sensorial que permite percibir el mundo en otros planos de realidad no explícitos en lo visual, ni en lo tangible. Para algunos el tercer ojo está ligado a la glándula pineal, al despertar de los sentidos. “La historia de la glándula pineal refleja cómo la conceptualización de esta estructura fue influida por conceptos religiosos y filosóficos. Así, entre las funciones inicialmente atribuidas a la glándula pineal, está la sugerida por Herófilo de Alejandría (325-280 a.C.). Este autor consideró a la glándula pineal como una válvula ventricular necesaria para el flujo de los pensamientos. Quizá la hipótesis más divulgada sea la del filósofo René Descartes (1596-1650), quien basándose en observaciones anatómicas del cerebro, consideró a la glándula pineal como el asiento del alma. Para la cultura hindú la glándula pineal constituyó el órgano de la clarividencia y de la meditación. Se sugirió que esta estructura funcionaba como un tercer ojo a través del cual podrían observarse algunos estados psíquicos de los individuos, así como el aura humana, además de que, también gracias a la glándula pineal, resultaba posible transmitir el pensamiento. Este tipo de conceptualización ha persistido hasta nuestros días. Por ejemplo, entre la gente que cultiva las ciencias ocultas, la glándula pineal es considerada como un órgano clave en el desarrollo y manifestación de los fenómenos parapsicológicos. Durante el siglo XIX, y de acuerdo a la corriente filosófica del momento, enmarcada dentro de la teoría de la evolución, se consideró a esta glándula como un órgano vestigial y por lo tanto carente de función”.
La intuición, al ser un conocimiento desprovisto de una lógica explícita ha sido vinculado con la fantasía, con la irrealidad, incluso con cierto grado de locura al no poder manifestarse en los términos convencionales de la realidad inmediata. Y es que no todo lo que sabemos es explícito en el sentido de formular lo que sabemos, menos aún de dar razones para lo que sabemos, y en tiempos de la preponderancia del conocimiento intelectual el conocimiento sensorial ha sido calificado dentro del ámbito de la especulación, de lo no comprobable. Aunque luego suceda lo contrario.
Constantes historias como la antes descrita en donde la intuición juega un papel preponderante habremos de tener todos. También historia de viajes realizados o no derivados en una sensación particular en nosotros; convivencias o experiencias con personas sustentadas en un cierto grado de intuición. Y es que la intuición actúa también como estímulo o protección; esa corazonada de participar en un concurso, de apostar en la vida, de apostarle a la vida, al pulso de la vida desde los sentidos y la intuición.
Y es que, de acuerdo al artículo “La intuición como proceso cognitivo”, Douglas Hofstadter “lo importante es averiguar qué sucede cuando la mente elige, de entre una infinidad de opciones, la que tiene mayor sentido para ser aplicada a una situación sumamente compleja”. Y es en ese sentido que “la intuición entonces es fundamental, tanto en la ciencia como en la vida real, cuando las características del problema que nos enfrentamos originan un razonamiento deductivo inadecuado, no porque se obtengan respuestas erróneas sino porque pueden formularse muchísimas hipótesis correctas, pero no pertinentes. En estos casos […] la intuición física es un sentido de simplicidad o, incluso, un sentido de la belleza de una idea que nos permite resolver satisfactoriamente el problema sin haber hecho un análisis formal y en detalle de todas y cada una de sus características”. Y entonces confiar en nosotros es un elemento esencial que permite al proceso intuitivo también proyectarse, permitirse y dejar que exprese su forma de corroboración.
Por lo tanto, conferir a la intuición cierto valor es también un elemento que nos ayuda a estar en el mundo, leerlo, observarlo y abstraerlo para tomar decisiones y actuar. Quizá si Ella hubiera escuchado su intuición, la historia habría sido la misma, pero hubiese tenido la oportunidad de protegerse, prepararse o entablar un diálogo sincero, el cual no se dio. Y es que la intuición también da alas, da vida, da pulso, da fuerza, a veces como caballo desbocado, sin embargo, ahí entran los otros recursos como preguntar, investigar y eso, también dialogar. La intuición puede dar pauta a la duda, pero habrá que procurar que no a la duda propia, a la duda en uno mismo, sino que dé fortaleza a la confianza de que hay una voz, interna, sea llamada tercer ojo o glándula pineal, o simple corazonada, que retiene para proteger o dar un paso adelante en el sustento de confiar en la voz interior.