Los sistemas electorales de segunda vuelta tienen entre sus objetivos aumentar la legitimidad del candidato electo, coaligar proyectos, dar estabilidad a la nación y provocar resultados más certeros que beneficien a la democracia.
Este mecanismo se compone por dos jornadas electorales, la primera en la que participan todos los personajes que buscan competir y la segunda vuelta solo los dos punteros para lograr que alguno de ellos obtenga el 51 por ciento de los votos y ser nombrado como ganador. En México este mecanismo no existe como tal, de haber existido hubiéramos tenido una segunda vuelta en 2006 entre Calderón y López Obrador para lograr que alguno de los dos obtuviera la mayoría de votos y así construir un periodo político de más estabilidad y legitimidad, no de inestabilidad e ilegitimidad, como fueron. También hubiera existido segunda vuelta en la elección de 2012, porque EPN no logró tampoco ganar con mayoría.
Sin embargo, de facto, podemos afirmar que la precampaña en México fungió como la primera vuelta electoral, y la campaña será la segunda vuelta electoral, de no ser que algo catastrófico ocurra. Al inicio de la semana pasada El Universal publicó su encuesta de enero, que tiene algunas variantes en relación a la de diciembre, pero prácticamente los resultados son los mismos: López Obrador se mantiene, Meade no levanta y Anaya tiene capital para alcanzar a López Obrador.
Sin embargo, hay un dato interesante en los careos, esos enfrentamientos que realizan las encuestas electorales para medir a un actor frente a otro, es en ese escenario donde los resultados de la primera vuelta resultan evidentes: esto será una pelea de dos, entre López Obrador y Anaya. Cuando se miden el precandidato de Morena y el del Frente la diferencia es de 8 puntos a favor del de Morena, pero cuando se miden López Obrador y Meade, la diferencia es de 29 puntos a favor de López Obrador, pero cuando se miden Anaya y el del PRI, la diferencia es de 33 puntos a favor del candidato del Frente: parece que la primera vuelta terminó y solo van Anaya y López Obrador.
Oraculus, el sitio web que concentra todas las encuestas presidenciales y realiza un promedio, informa que en diciembre de 2017 Anaya tenía una desventaja en relación a López Obrador de 13 puntos porcentuales, que en enero es de 8 puntos porcentuales. La segunda vuelta es evidente, solo hay dos personas, según las encuestas, los datos de redes sociales, la temperatura mediática-popular y si nada extraño sucede, que pueden ser presidentes de la República: Ricardo Anaya y López Obrador.
José Antonio Meade no pudo ser quien prometía que iba ser, como lo afirma su spot, todo mundo dice que no es priista, sin lugar a dudas esa era su mayor fortaleza, sin embargo, en la operación no pudo desligarse del PRI, no logró ser el Colosio de Salinas sino un símbolo del tradicional priismo y de la continuidad. Meade no puede desligarse de los casos de corrupción porque no los condena, sino que los defiende, por ejemplo con su postura de confrontación a las acusaciones realizadas por Corral. No pudo alejarse de las prácticas priistas porque en su primer día como precandidato volvió a los viejos ritos y a la cargada que recordaron las peores pesadillas de México y no pudo despegarse del gobierno de Peña Nieto porque su equipo lo campaña lo dirige Aurelio Nuño, el mismo coordinador de campaña de Peña.
Su fortaleza, de un funcionario público eficaz, tecnócrata, que ha trabajado en dos administraciones, no es lo que los ciudadanos mexicanos, por más conservadores y priistas que sean, necesitan. Como escribió Jesús Silva Herzog: los tecnócratas atropellaron la democracia y sus cálculos políticos de sumar al calderonismo tampoco fueron eficientes en la intención de voto del candidato.
Sobre esos mismos números, resulta evidente que López Obrador se encuentra en una encrucijada y deja de crecer; sus decisiones polémicas de abandonar la ideología y arropar el pragmatismo pudieron afectar sus intenciones del voto, pero también su modelo de comunicar más abierto, relajado y de piel gruesa, ha hecho que algunos cambien de opinión sobre él. Lo cierto es que en promedio, su preferencia electoral ha disminuido en la precampaña. A pesar de que es evidente que la discusión temática la ha colocado él, en todos los temas y que su reloj político ha acertado en muchas ocasiones como el tema de la amnistía a narcotraficantes, la presentación de gabinete o el regreso de Marcelo Ebrard.
De Ricardo Anaya se espera que explique un poco más las razones de consolidar un Frente, el significado del mismo y las luchas comunes. Ricardo Anaya tenía que sanar un partido de orígenes democráticos que pareció perderlo con su ungimiento, sin embargo, los números lo dicen muy claro, es capaz de construir una candidatura competitiva a López Obrador si se construye a través de las propuestas y de mensajes atractivos. En esta precampaña el candidato del Frente se ha quedado corto en ello.
Aunque no es legal, parece que estamos ante una segunda vuelta electoral, donde la fuga de electores del PRI puede inclinar la balanza.