- En la escritura encontré una manera de vincularme con un mundo que no comprendo demasiado bien
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Cualquiera que lea más de un libro de Omar Delgado (Ciudad de México. 1975), así como sus ensayos en Tierra Adentro y múltiples textos en Metrópoli Ficción, habrá encontrado a un escritor multifacético. La prueba más clara está en comparar la novela Habsburgo (Editorial Resistencia, 2017), que narra la transformación de Maximiliano de Habsburgo en zombi luego de su ejecución en el cerro de las campanas; con la posterior llegada, nueve meses después, de Donde no hay Dios (Fomento Editorial BUAP, Colección Extra(e)ditados, 2017), serie de cuentos enfocados en mostrarnos un mundo sin Dios, con el diablo presente en diferentes formas y tiempos.
Se trata de un escritor que lleva varios años refrescando la narrativa mexicana.
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Iván Gómez (IG): Escribir es siempre un reto: sentarse detrás de una máquina u hoja en blanco no es fácil para el escritor, novel o versado, y si hablamos de dedicarle ese tiempo a la realización de un libro con Maximiliano de Habsburgo como protagonista, debe ser doble reto. ¿Cómo fue el proceso de escritura de tu novela? Porque además es un libro que viene ilustrado.
Omar Delgado (OD): Habsburgo es un libro que en lo personal me gusta mucho, en primera, porque soy un freak de la historia nacional (de hecho, una de mis opciones de carrera fue la de historiador), y la segunda, porque soy un fan de los comics. En este medio, hay un género muy particular llamado “what if…” o “elseworlds” que aborda versiones alternas de los héroes canónicos de Marvel o de DC, por ejemplo, “Red sun”, que explora la posibilidad que Superman hubiera aterrizado en Georgia y no en Kansas.
Así, desde hace unos años me he enfrascado en reelaborar, por medio de la narrativa, algunos episodios de la historia nacional: las apariciones marianas en el Tepeyac, La muerte de Cuauhtémoc, la muerte de Miroslava Stern. Habsburgo nace de este impulso. En él, trato de responder a las preguntas siguientes “¿Qué hubiera pasado si Maximiliano hubiera sido un brujo capaz de regresar de la muerte?, ¿qué habría pasado si, por otro lado, Benito Juárez hubiera sido un chamán de la tradición zapoteca? Ahí estaba servida la trama.
Las ilustraciones del libro fueron una gratísima casualidad: resulta que Josefina Larragoiti, mi editora, le dio el manuscrito de Habsburgo a Luis Fernando, monero de La Jornada. A él le gustó mi libro y pidió ilustrarlo. Creo que sus fantásticas viñetas hacen un gran maridaje con el contenido de mi historia.
IG: Teniendo al monstruo de novela que es Noticias del imperio, de Fernando del Paso, considerada como la mejor novela de los últimos 30 años en 2007, según la revista Nexos, ¿crees que la literatura mexicana tenga más cosas por decir sobre el 2do Imperio mexicano?
OD: Por supuesto. En primer lugar, creo que, a la República de Juárez, a la guerra de Reforma y a la intervención francesa no se les ha dado el peso específico que en realidad tuvieron para nuestra historia.
México no nació el día en que Agustín de Iturbide marchó por la actual calle de Madero con su ejército trigarante; México nació en el Cerro de las Campanas, en el momento en que Maximiliano era fusilado junto con sus generales. Fue un parto difícil, y como todos, sangriento. Además, como ficción, como tragedia -la historia de Maximiliano y Carlota es de las grandes tragedias del siglo XX- y como proceso, ese periodo histórico aún guarda muchos significados e interpretaciones.
IV: ¿Por qué darle un enfoque zombi?
OD: Más que hablar de zombis, Habsburgo es una metáfora sobre el poder. Alguna vez escuché que las grandes batallas terrenas tienen una contraparte en las esferas espirituales, que siempre junto a los políticos que mueven los engranes del mundo hay hechiceros -de cualquier tradición-, que hacen lo mismo con el mundo espiritual. La resurrección zombi de Maximiliano representa para mí la obsesión por el poder que es incluso capaz de reanimar cadáveres.
IG: ¿Y aún con ese enfoque podemos considerarla como novela histórica?
OD: No. Es sólo un juego distópico con elementos fantásticos. A pesar de que la mayoría de los hechos plasmados en Habsburgo son rigurosamente ciertos, el fondo es una ficción.
IG: Considero que para recrear entornos históricos eres bueno, y no sólo lo demostraste en Habsburgo, también en tu cuento “Regreso al monte” del libro Donde no hay Dios, con el que consigues generar cercanía con el ambiente revolucionario. ¿Hay en Omar Delgado un historiador detrás de la pluma?
OD: Creo que sí. Como te decía, para mí la historia es una cantera que merece ser explorada por los narradores, no sólo para hacer novela “histórica” en la más estricta acepción del término, sino para jugar con ella, para deconstruirla, desacralizarla. Creo que hay que bajar a los próceres del monumento y ponernos lúdicos con ellos, convertirlos en figuras de acción, en aventureros, en villanos. Sólo así podemos acercarnos a ellos y comprender su importancia.
IG: Y hablando de Donde no hay Dios, escribir bajo un mismo tópico un libro de cuentos es un riesgo. El conjunto puede caer en lo monotemático y repetitivo en vez de darle el efecto de unidad deseado, ejemplos sobran. Sin embargo, lograste un compendio sólido con historias memorables. ¿Qué retos se te presentaron al momento de crear un libro así?
OD: Bueno, Donde no hay Dios, no inició como un proyecto unitario. Fui escribiendo a lo largo de los años diversos relatos que trataban acerca del mal y de su personificación simbólica (el chamuco, but of course). Llegó un momento en que me percaté que tenía varios cuentos que convergían en ese tema, así que los convertí en un volumen.
IG: ¿Y cómo influye una obsesión, en este caso la del Diablo, en tu escritura?
OD: Creo que en toda mi escritura -o en la mayoría de mi trabajo-, hay una búsqueda por explicar, o por lo menos representar la confrontación de las fuerzas que llamamos genéricamente El Bien y El Mal. Incluso en mis cuentos eróticos del libro De mujeres ¿Mujeres y traiciones? Existe esta confrontación: el personaje que representa el poder, la seductora, devoradora infinita, y el minúsculo hombre que termina subyugado, devorado -en ocasiones, literalmente-, por ella.
IG: De mujeres, ¿mujeres y traiciones?, publicado por Casa Editorial Abismos en 2014, tu primer libro de cuentos, aborda una temática muy distinta a la de los libros que hemos estado hablando hasta ahorita. Por eso me parece una pregunta obligada: ¿de dónde Omar Delgado saca las ideas que después se volverán en algún texto?
OD: Creo que tengo la característica esencial que debe tener cualquier escritor: todo el día estoy pensando pendejadas. No lo puedo evitar: en la calle, en el transporte público, cuando manejo, siempre trato de imaginarme las historias de la gente con la que me cruzo. ¿Por qué trae esa cara de tristeza? ¿Qué significa ese tatuaje tan gacho? ¿Cómo pudo enamorarse de él/ella? A veces sólo tengo que llegar a casa y vaciar en papel todas las historias que se me quedaron pegadas.
IG: Donde no hay Dios está dentro de la colección Extra(e)ditados, que se enfoca en llegar a un público joven. ¿Hace más especial al libro saber que lo leen chavos de prepa o secundaria?
OD: Claro. Soy maestro de secundaria y de prepa y me encanta que les llegue a ellos. Creo que el lector joven es mucho más sincero y receptivo que el adulto: no se anda con poses y si algo no le gusta lo dice sin tapujos. Espero que sea del agrado de ellas y ellos.
IG: ¿Qué sigue en tu obra?
OD: Una novela de muy largo aliento, también situada en el pasado, que está inscrita en el subgénero del steampunk (es decir, de la retroficción). Sólo puedo decir dos cosas: insectos mecánicos, implantes robóticos y videntes en el México de Porfirio Díaz. Espero tenerla lista para este año.
IV: Y para mí, la pregunta obligada: ¿por qué y para qué escribir literatura?
OD: Siempre he pensado que la necesidad de escribir no proviene de un talento innato, sino más bien, de un handicap. Siempre he sido un inadaptado, y en la escritura encontré una manera de vincularme con un mundo que no comprendo demasiado bien. De todo lo que tiene este mundo de sombras e ilusiones, la escritura es lo único que verdaderamente puedo llamar “mío”. Ninguna otra cosa me pertenece en realidad.