Es una fresca mañana de domingo en la segunda mitad de la década de los setenta, camino sin prisa por las calles del centro de la ciudad de Guanajuato. Ahí está la tienda de El Cambio, luego el Jardín de las Embajadoras y la calle Sangre de Cristo. Luego veo frente a mí al Teatro Juárez hasta llegar a unos pasos al Jardín de la Unión donde está el puesto de revistas en el que alguna vez, años atrás, un legendario amigo de la familia orinó los diarios nacionales en protesta por la guerra de Vietnam. En ese pequeño negocio, frente a la banca del jardín en la que a veces duerme un extraño gambusino estadounidense compro mi ejemplar semanal de la revista Mortadelo y Filemón, un fascículo de la enciclopedia Colibrí y si tengo suerte un ejemplar de la revista El Circo. Esas eran mis lecturas preferidas en mi infancia, después vendrían los libros.
Desafortunadamente en los fines de semana en Aguascalientes, usualmente no podía encontrar la revista de Mortadelo y Filemón cuando mis hermanos mayores me llevaban al Parián a buscarla en El Excélsior.
Lo confieso, en mi caso como el de muchos niños de mi generación los libros no fueron mis primeras lecturas, sino los cómics. Ahora hay una gran variedad de ellos entre los que puedo destacar el montón de opciones del universo Marvel o de DC como también los mangas o cómics de origen japonés que incluso reproducen el diseño y dinámica de lectura de estos libros gráficos seriados que tienen a miles de lectores en México.
De niño, lo mío no era leer a Superman, Batman o al Hombre Araña que mejor veía en las versiones en dibujos animados por las tardes en el Canal 5, regularmente en un televisor a blanco y negro imaginando los colores en la pantalla.
Mi cómic predilecto era Mortadelo y Filemón, creado en 1958 por el español Francisco Ibáñez en el que se narran las aventuras de un par de agentes secretos que siempre tenían problemas para resolver los casos encargados por su agencia, la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) una parodia de la CIA (Central de Inteligencia Americana). Tenían al Súper, un jefe que salía lastimado por las torpezas de sus subordinados. También colaboraban en esa agencia el profesor Bacterio, responsable de inventar las armas secretas que no funcionaban bien y Ofelia, una robusta secretaria que pretendía a los dos agentes. Por el tiempo en el que leí esa revista durante mi niñez me tocó la segunda etapa, conocida como la madura o la clásica que duró de 1969 a 1979. A veces en esos años uno de los canales gubernamentales de televisión transmitía caricaturas españolas de esos personajes que en verdad no eran tan buenas como la revista.
En realidad nunca los he dejado de leer y cuando logro conseguir algunos de los libros que recopilan sus aventuras, lo adquiero y lo disfruto tanto como cuando era niño. A ese placer añado haber visto las tres películas que se produjeron con historias de esos personajes, me refiero a La gran aventura de Mortadelo y Filemón, estrenada en 2003, dirigida por Javier Fesser, Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la Tierra que se estrenó en 2008 y la cinta animada Mortadelo y Filemón contra Jimmy el “Cachondo” proyectada por primera vez en 2014. De las tres, me quedo con la primera en la cual el villano es una evidente parodia al dictador Francisco Franco, esa es una cinta más dirigida a los que fuimos niños lectores de esa revista.
Los que han leído ese cómic saben que Mortadelo es experto en disfraces y casi siempre mete en problemas a Filemón que es su jefe directo, ellos son torpes, pero jamás corruptos, nunca ligados a la delincuencia organizada o asesinos, nunca torturaron, engañaron o desaparecieron a alguien. Los dos agentes eran honestos e intentaban hacer bien su trabajo siempre sin recursos, usando autos viejos o inservibles, armas secretas que provocaban más destrozos que ayuda y que usualmente ellos no lograban resolver los casos. Mortadelo y Filemón tenían pequeñas, pero muy valiosas virtudes como su honradez y su nobleza.
Ahí en esas páginas todo terminaba en un terrible y disparatado caos que me hacía llorar de risa al mediodía del domingo mientras leía mi revista.
Desafortunadamente en México es cada vez más difícil conseguir libros con recopilación de esos cómics, pero no me rindo en tratar de encontrar alguno de vez en vez. Lo sé, todos tenemos a un personaje de cómic que nos recuerda a nuestra infancia, pienso que lo importante es no olvidarlo y de ser posible, revisitarlo con la frescura que nos da seguir siendo niños de alguna manera.
Me encantó leer esta parte de tu vida,creo que somos de la misma generación,(68) y vivi la misma situacion,cuando venía del DF a pasar mis vacaciones a Calvillo,y buscaba mi periódico El Esto,para enterarme de los resultados de fútbol,mi Chanoc,revista Balón,la familia Burron,etc….Me regresaste a una etapa inolvidable,de la que hoy día la niñez ya no vive estos momentos…y Mortadelo fue uno de mis favoritos también…