Ella terminaba su concierto en el modesto escenario de la Preparatoria de la Universidad de Guanajuato en Irapuato, afuera era de noche y llovía. Con unos dieciséis años de edad yo iba a entrevistarla y me encontraba francamente nervioso, me acompañaba mi buen amigo, el experimentado y talentoso fotógrafo Gerardo García. Era mi primera entrevista como reportero local del diario El Centro.
Era inocultable que desde aquel lejano año de 1985 yo admiraba la obra de Amparo Ochoa, una mujer que dedicó su vida sobre todo al rescate de la canción popular mexicana como también al canto nuevo latinoamericano y a la canción de protesta, siempre comprometida con las más nobles causas sociales de México y de Nuestra América, como nombrara José Martí a nuestro continente.
Esa noche Amparo bajó del escenario, apenas descansó unos minutos e iniciábamos de inmediato la entrevista que ella en realidad me fue guiando fraterna y generosa ante mi evidente falta de experiencia. Esa noche volví a la redacción del periódico con la emoción entre las manos y al día siguiente tenía mi primera nota con llamada a portada, todo un sueño hecho realidad, porque había conversado con Amparo Ochoa y había logrado publicar una entrevista de quien tanto admiraba.
Su canto a través de sus diferentes grabaciones me ha acompañado toda mi vida. Amparo Ochoa merece estar en la banda sonora de la memoria del pueblo mexicano por el legado que nos dejó.
Nacida en 1946 en la ciudad de Culiacán, Amparo Ochoa tenía una potente, vibrante y hermosa voz, con una magnífica capacidad interpretativa. En su trayectoria como cantante grabó unos veinticinco discos, el primero titulado “De la mano del viento” en 1971, algunas de esas producciones fueron legendarias por todo su contenido y otras por algunos temas que han llegado a ser emblemáticos dentro de su género.
De esa primera etapa se destacan los dos discos de “El cancionero popular”, el primero acompañada por Los Folkloristas y el segundo con Los Morales con temas como “El barzón”, “La maldición de la Malinche”, “Bola suriana de la muerte de Emiliano Zapata”, “La Prietita Clara”, así como esa hermosa versión cantada del poema “Como tú” de León Felipe entre otros. Mientras que en el segundo disco se pueden encontrar temas como “Cristo de Palacagüina” de Carlos Mejía Godoy, “Jacinto Cenobio” de Francisco Madrigal y “El cuento” de Chava Flores.
Años después realizó un tercer volumen de “El cancionero popular”, en esa ocasión acompañado del Grupo Zazhil con temas tradicionales como “Canción mexicana”, “La Calaca”, “El coconito” y “La borrachita”, entre otros.
Otras producciones inolvidables son el disco “Mujer” realizado en 1985, “Vamos juntos” en 1986, “Amparo Ochoa, Óscar Chávez, Los Morales en Holanda” en 1990 y “Raíz viva” en 1995. Sin embargo discos como los colectivos “Abril en Managua”, un concierto distribuido en 1983 en el que participa con Gabino Palomares y el solidario e histórico “Guitarra armada” realizado en Nicaragua en 1979 son sin duda un infaltables.
De su imagen, recuerdo esa fotografía publicada en La Jornada en mayo de 1989 en la que Amparo Ochoa aparece, de pie, cerca de una bandera de México, entonando el Himno Nacional durante el evento en el que se fundó el PRD, luego de los fraudulentos comicios de 1988.
Amparo Ochoa falleció en 1994, dejó una discografía inolvidable y sobre todo el ejemplo de congruencia de una artista comprometida con su pueblo. Su trayectoria y ese compromiso invitan a reflexionar sobre la importante labor de aquellos artistas que reflejan los anhelos de su pueblo a través de su obra y que son a la vez difusores de las inconformidades de la sociedad expresando lo que debería cambiar en nuestra realidad para tener un país más justo.
A ella le debo tanta belleza y arte recibido a través de sus canciones desde mi juventud, le debo cómo su canto daba fuerza al anhelo colectivo de tener un México diferente, más justo, sin desigualdad, el anhelo de tener por fin un país con democracia. Mucho le debemos a nuestros artistas como ella por lo que nos han aportado con sus obras, mucho le debo a Amparo Ochoa por lo que me dejó a través de lo tanto cantado.
El uno de julio pudimos ver el Zócalo de la Ciudad de México repleto de euforia y de alegría al igual que muchas plazas del país por el triunfo electoral para una deseada transformación de la vida pública nacional, algo tan deseado y tan buscado por muchos como Amparo Ochoa, pensé lo que hubiera sido ese momento para ella y para tantos otros artistas mexicanos como ella que ya no están. Es por eso que en este texto a Amparo Ochoa y a esos artistas comprometidos con su pueblo en sus diferentes disciplinas les dedico parte de esta felicidad y esperanza de los muchos que lo estamos.