El “Zorro” Hidalgo / Café Fausto - LJA Aguascalientes
24/04/2025

Son finales de la década de los noventa, me recuerdo recorriendo las desiertas calles del municipio de San Felipe hasta llegar a la casa de Miguel Hidalgo y Costilla, ahora museo, ese lugar conocido como La Francia Chiquita. Busco a Miguel Hidalgo, el hombre común que hizo cosas extraordinarias.

Para comprender al Padre de la Patria lo mejor es acercarnos a la persona de carne y hueso, al sacerdote progresista, al culto apasionado, al provocador, al revolucionario.

Al andar el pequeño patio central de esa casa pude imaginar a Miguel Hidalgo caminando por ese lugar mientras leía a Molière, o enamorando a la joven Josefa Quintana esa que decían que tenía un “dulce mover de ojos”, ella con quien tendría dos hijas, lo imagino más humano y no como el héroe de estampita que nos lo han querido mostrar desde la infancia.

Mientras más conozco a Miguel Hidalgo, mejor me cae ese ilustrado provocador, subversivo, buen lector y polemista al que le llamaban “El Zorro” por su astucia y también por el color amarillo verdoso de sus ojos.

Antes de vivir en San Felipe, el sacerdote Miguel Hidalgo fue profesor desde los 17 años y años después rector en la Universidad de Valladolid, ahora Morelia. Antes de llegar a San Felipe había vivido su forzada renuncia al cargo de rector, acusado de mujeriego y rebelde, fue enviado a Colima y vuelto a castigar por las mismas razones, así lo mandaron a San Felipe donde los lugareños habían bautizado su casa como La Francia Chiquita porque ahí se discutía, apoyaba y difundía la ideología republicana de los franceses revolucionarios. En ese lugar vivió de 1793 a 1803 hasta que vuelto a castigar, lo enviaron a la villa de Dolores.

De su aspecto físico se conoce poco, hay descripciones, pero ningún retrato se le hizo en vida, todas las imágenes son recreaciones sobre cómo se dice que era. Pedro García, un insurgente de Dolores que lo siguió desde el inicio de la lucha explica en sus memorias que no hay retratos porque el gobierno español prohibió hablar de Hidalgo y por supuesto retratarlo, el triunfo de la independencia fue diez años después de su muerte, de ahí que un retrato en época de guerra era difícil y ya muerto era imposible por la persecución y represión contra los insurgentes.

El historiador conservador Lucas Alamán quien pasó su infancia en Guanajuato y vivió la toma de la Alhóndiga de Granaditas describe que Hidalgo “era de mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos: de pocas palabras en el trato común, pero muy animado en la argumentación a estilo de colegio cuando entraba en el calor de alguna disputa. Poco aliñado en su traje, no usaba otro que  el que acostumbraban entonces los curas de los pueblos pequeños”. El cálculo de la edad por parte de Hidalgo era equivocado, al conocerlo el “Zorro” tenía 56 años, era un hombre con la energía y fortaleza suficiente para montar a caballo y encabezar a un ejército de alzados.

A Miguel Hidalgo le gustaba beber vino tinto, sus descendientes en Dolores Hidalgo viven aún en una casa donde antes estuvieron sus viñedos personales, la otra casa, la de Josefa Quintana, ubicada a unas casas de distancia de la Casa del Diezmo (ahora Casa Museo) en la que oficialmente vivía el párroco revolucionario también la conservan. Hidalgo también era aficionado a los naipes, a los toros, fue amigo del torero Agustín Marroquín quien se unió a la lucha armada y protagonizó un negro episodio de matanza de españoles en Guadalajara. Se le sabía de mujeriego desde joven y a lo largo de su vida tuvo al menos cinco hijos con tres mujeres.

Era un hombre culto, sabía español, latín, italiano y francés, pero también hablaba en náhuatl, tarasco y otomí. Como académico había impartido materias como teología y Derecho Canónico entre otras.


A lo largo de su vida fue madurando su pensamiento político, organizó tertulias con los lugareños en San Felipe y Dolores, creó una banda de música (que lo acompañaron en su lucha armada) y un grupo de teatro con sus vecinos, pero sobre todo leía y difundía a los autores encliclopedistas franceses, que eran las más avanzadas de su tiempo.

De acuerdo al historiador Juan Hernández Luna, Hidalgo tenía en su biblioteca autores como Molière, Racine, Voltaire, Diderot y Rosseau, estaba también en sus lecturas favoritas El Corán, consideraba que a la Biblia había que leerla con “libertad de entendimiento”, consideraba a Santa Teresa una ilusa que se azotaba mucho, ayunaba y por eso veía visiones y consideraba a la Santa Inquisición como “indecorosa”.

La doctora en Historia, Lorenia Morales dedicada a investigar la gastronomía de esa época alguna vez me comentó que Hidalgo tenía seguramente una alimentación muy parecida a la de las clases medias criollas de inicios del siglo XIX. Esta alimentación consistía cotidianamente en dos sopas, una aguada que podría ser de fideo con caldo de frijol y queso, o un pipirín de sopa juliana con verduras más el consabido arroz, así como guisado con salsita de chile que en Guanajuato era y es muy común. La bebida era agua con fruta, vino o mezcal de la sierra. Esos platillos eran con muchas especias para quitar el mal olor a la comida en caso de echarse a perder y para conservar los platillos incluían en su preparación vinagre o vino.

En su labor parroquial, enseñó oficios como la alfarería a los indígenas con quienes tuvo un trato cercano y humano.

Descubierta la conspiración se levantó en armas la madrugada del 16 de septiembre, hay varias versiones de lo que dijo a los no más de dieciséis personas entre músicos, alfareros, senderos y los dos serenos del pueblo que juntó frente a la parroquia de Dolores para llamar a la insurrección, después liberó a los reos del pueblo y salió a iniciar la lucha armada. Al llegar a Guanajuato ya eran miles los que lo seguían.

Mientras el ejército español veneraba a la Virgen de los Remedios, Hidalgo eligió a la morena Virgen de Guadalupe, ya levantado en armas, en Guadalajara abolió la esclavitud.

Después de varias victorias y muchos errores militares fue apresado y juzgado. El 29 de julio de 1811, un día antes de ser fusilado, escribió con carbón en su celda unas décimas dedicadas al cabo Manuel Ortega y al alcaide Melchor Guaspe que decían “Ortega tu crianza fina / tu índole y estilo amable, / siempre te harán apreciable / aún con  gente peregrina. / Tiene protección divina, / la piedad que has ejercido / con un hombre desvalido / que mañana va a morir / y no puede retribuir / ningún favor recibido. / Melchor tu buen corazón / ha adunado con pericia / lo que pide la justicia / y exige la compasión. / Das consuelo al desvalido / en cuanto te es permitido / partes el postre con él / y agradecido Miguel / te da las gracias rendido”. Era un hombre agradecido.


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