Violencia feminicida. La campana del miedo / Piel curtida - LJA Aguascalientes
21/03/2023

“Yo me derrumbé, por primera vez me ganó el miedo”, escribió una amiga escritora, mientras otras me comentaban que tomarían cursos de artes marciales mixtas. En la Ciudad de México, decían que era trágico que el metro dejase de ser uno de los lugares clave para guarecerse ante la inseguridad y el acoso en las calles; en Aguascalientes, varias no dan crédito a las posibilidades de hostigamiento, persecuciones e intentos de secuestro cerca de la UAA.

Durante la semana anterior, se expuso en medios de comunicación de diferentes estados una ola de intentos de secuestro contra mujeres y, entre tanto terror, otra amiga expresó su deseo de que al menos se tratara de una especie de legitimización a la existencia de la violencia feminicida y a las denuncias públicas que abrirían paso al acceso a la justicia con perspectiva de género; y es que lo duro es reconocer es que, lamentablemente, esa violencia contra las mujeres en los espacios públicos siempre ha existido. Entonces, ¿por qué parece apabullante? Estamos por dar un paso hacia la indignación consciente frente a uno de los lastres de nuestra sociedad, y por ello es necesario reflexionar lo que se presenta.

En estos momentos, la percepción de la violencia feminicida podemos pensarla como una Campana de Gauss, un gráfico matemático con una pronunciada cresta al centro, que representaría a la gran mayoría de las mujeres que identifican un escenario de inseguridad y violencia, mientras que a los extremos están una mucho menor población que duda de la gravedad del problema. Frente a ello, se presenta el reto de analizar y decidir las acciones a emprender, tanto para la sociedad civil como para las instituciones y las organizaciones del Estado, para lo cual es necesario pasar esa curva del terror pues, de lo contrario, las opciones a considerar podrían ser la psicosis, lo cual podría ser aprovechado erróneamente para justificar la restricción de la libertades de las personas, en particular de las mujeres; aunque también, en otro escenario, se puede correr el riesgo de banalizar nuevamente la violencia, lo cual obstaculizaría el inicio de investigaciones con hipótesis que merecen ser consideradas, como el que se presenten actos delictivos relacionados con graves violaciones a derechos humanos como la privación de la libertad, la trata de personas o la desaparición forzada.

Algunas compañeras mencionaban lo indignante de que la percepción de la violencia feminicida se utilizara para fines político, y es que el arribismo no puede desestimarse. Por ejemplo, la emisión de los reportes de violencia contra las mujeres en diferentes entidades, así como el hartazgo, la indignación y el miedo de las mujeres, podría sincronizarse con las discusiones actuales en el Congreso de la Unión sobre las propuestas de Guardia Nacional y la ampliación del catálogo de delitos que ameritan prisión preventiva; lo cual podrían traer consigo un delicado panorama donde las violaciones a los derechos humanos se facilitarían aún más, pues, en vez de priorizarse la investigación, la correcta actuación de los funcionarios de los diferentes poderes del Estado y el apego a un Estado de Derecho para combatir la impunidad y la injusticia, se estaría recurriendo al uso de la fuerza y una administración de la violencia con la posibilidad de ser automáticas contra quien decida, por ejemplo, el agente de la Guardia Nacional o el Ministerio Público, sin la necesidad de iniciar una investigación. El miedo puede ser tan atroz que podría orientarnos a entregar nuestra libertad de tránsito, expresión y organización ante las promesas de proyectos impulsivos y exprés. Ante este temor generalizado vale la pena recordar la indignación que provocó la idea de una diputada en Veracruz sobre un toque de queda para las mujeres.

Por otra parte, es momento de actuar para que el reconocimiento a la existencia de la violencia feminicida no dé paso atrás. Durante estos días, al menos en la Ciudad de México, distintas empresas se sumaron a una campaña de espacios seguros, al expresar a las mujeres que podrían llegar a sus establecimientos en caso de que se sintieran amenazadas, para después brindarles alguna opción de transporte privado para llegar a sus destinos. Esto también lo trató de hacer Librería Porrúa, pero de una manera lamentable. En un comunicado de la casa editorial se manifestó que los hombres también podrían solicitar ayuda, pues ellos también “están expuestos a sufrir algún tipo de violencia”. Si bien es cierto que todas las personas puede llegar a ser víctimas de diferentes delitos y tipos de violencia, el pronunciamiento de Porrúa realmente demerita la situación de violencia contra las mujeres y su propuesta de que “México no necesita catalogarse por segmentos”, simplemente abona a la incompetencia para atender a las problemáticas de nuestra sociedad. Por ejemplo, aunque las cifras pueden reflejar un mayor número de víctimas varones de homicidio, la violencia feminicida es más amplia pues, además de los feminicidios, muchas mujeres no llegan a denunciar los casos de violencia que han sufrido, que además suelen ser constantes, y esto sin mencionar el acoso callejero y el hostigamiento digital. Es necesaria la diferenciación para reconocer las problemáticas a las que nos enfrentamos, los elementos que deben ser analizados y las propuestas de solución que podrían emprenderse.

El terrible escenario al que se enfrentan diariamente las mujeres se ha llegado a reconocer por varias de ellas y salieron a las calles para exigir seguridad, por lo menos, en Aguascalientes, la Ciudad de México y San Luis Potosí. Es momento de pasar de la campana del miedo a la violencia feminicida hacia otro estado donde todas y todos reconozcamos las ideas, imágenes, prácticas y actos que replican y hacen permisible esa violencia que, en muchas ocasiones, se disfraza de humor, romance, caballerosidad y hasta de igualdad.

 

#NiUnaMás.

#NiUnaMenos.


 

@m_acevez | [email protected]

 


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