Era la jornada de navegación del martes 9 de octubre de 1492 cuando el almirante Cristóbal Colón escribió en su “Diario de a bordo” una escueta narración de un párrafo sobre lo avanzado en ese día en la que describe entre otras cuestiones el rumbo de sus naves, dirección del viento y las leguas recorridas, rematando con la frase: “Toda la noche oyeron pasar pájaros”.
Esa frase tiene en gran medida una belleza casi poética, me atrevo a comentar que es el primer verso involuntario escrito en español en estas tierras y es sin duda el aviso contundente del encuentro con el Nuevo Mundo, el encuentro con un paisaje distinto, con su gente y con culturas diametralmente diferentes a las entonces conocidas en Europa.
Ya desde el 14 de septiembre de ese año, Colón escribía en su diario que su tripulación había visto “un garjao y un rabo de junco; y estas aves nunca se apartan de tierra, cuando más veinticinco leguas”. De hecho, su hijo Hernando Colón da cuenta de ese hecho en su libro “Vida del almirante Don Cristóbal Colón”, aunque ese acontecimiento lo sitúa un día después del consignado en el diario de su padre.
Lo cierto es las aves vistas y las otras luego escuchadas por la noche fueron el aviso de que tocarían tierra en lo que sería para ellos un lugar desconocido. En lo personal, la frase del anuncio de las aves nocturnas, tiene en sí una cierta belleza literaria.
Advierto que no busco romantizar ese acontecimiento que después de los viajes posteriores y necesarios se convirtió en una larga campaña de conquista, saqueo y exterminio por parte de los europeos sobre Nuestra América. Sin embargo, valía la pena detenernos un poco en ese momento.
De hecho, apenas habían tocado tierra el 12 de octubre en la isla que bautizó como San Salvador (actualmente Watlings Island en el archipiélago de las Bahamas), tenido contacto con los primeros pobladores a los que describió que “ellos andaban desnudos como su madre los parió (…) muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos y cortos”, visto que eran personas que no portaban armas y que eran pacíficos, Cristóbal Colón al día siguiente escribió en su diario que “yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro”, confesando implícitamente cuál era su prioridad para ese viaje y el destino fatal de ese encuentro de dos mundos.
Lo cierto es que eso no impidió que se maravillara por el paisaje al igual que toda su tripulación. Era un Nuevo Mundo con fauna y flora diferente a la hasta entonces conocida. Sobre esto recuerdo el bello libro “Sumario de la Natural Historia de las Indias” de Gonzalo Fernández de Oviedo escrito en 1522 en el que trata de describir para el rey español Carlos V sobre las plantas, frutos y animales nunca vistos en Europa. Es de imaginar la mirada sorprendida de quienes veían a todas esas nuevas especies.
Así por ejemplo incluyó en su libro al que bautizó como “Pájaro Mosquito” que nosotros conocemos como colibrí, escribiendo que “hay unos pajaritos tan chiquitos, que el bulto todo de uno de ellos es menor que la cabeza del dedo pulgar de la mano, y pelado es más de una mitad menor de lo que es dicho; es una avecica que, además de su pequeñez, tiene una gran velocidad y presteza en el volar, que viéndolas en el aire no se les pueden considerar las alas de otra manera que las de los escarabajos o abejones y no hay persona que le vea volar que piense que es otra cosa sino abejón”.
Sin embargo, el objetivo de esa y las posteriores travesías era la conquista y el saqueo que desde la visión española se puede leer en libros como “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” de Fray Bartolomé de las Casas, mientras las versiones oficiales de conquistadores como Hernán Cortés con sus “Cartas de Relación” o con Bernal Díaz del Castillo con “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” se muestran más como una gran hazaña militar.
Textos como los de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, José de Arrazola, Fray Toribio de Benavente, Fray Bernardino de Sahagún, Francisco de Terrazas, Juan de la Cueva así como los poetas Juan de Castellanos y Alonso de Ercilla son algunos de los europeos que describieron la exploración y conquista del que consideraron después el Nuevo Continente, esto mientras destruían la cultura existente para tratar de imponer la suya. A pesar de esa represión y explotación los pueblos originarios y luego también los afrodescendientes resistieron preservando así su legado cultural.
Es gracias a investigadores como Miguel León- Portilla, fallecido el pasado uno de octubre, que se fue rescatando y difundiendo el legado cultural y la versión de ese encuentro y conquista desde la visión de los indígenas.
Obras de imprescindible lectura como “Los antiguos mexicanos”, “El reverso de la conquista” y “Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista”, León- Portilla nos trajo a nuestro tiempo la voz de los derrotados que intentaron silenciar los conquistadores. En ese rescate también incluyó la recuperación de la poesía prehispánica.
“Amo el canto del cenzontle, / pájaro de cuatrocientas voces. / Amo el color del jade / y el enervante perfume de las flores, / pero amo más a mi hermano: el hombre”, canta en un poema el rey Netzahualcóyotl.
En esta fecha conmemorativa, invito a que conozcamos y reflexionemos sobre nuestro pasado de este México mestizo y multicultural reconociendo el legado de los pueblos originario y los afrodescendientes que en suma conforman nuestra identidad cultural.
No me refiero a esa identidad colonizada que nos motiva a imitar o querer ser como los que nos han conquistado, invadido y explotado desde hace 527 años, sino a encontrar y reconocer a nuestra auténtica identidad pluricultural desde nuestro tiempo, la identidad de nuestro pueblo con sus diferentes raíces en esta nueva realidad. Esto nos permitirá ser hombres libres y dueños de nuestro destino.
Naveguemos esas aguas de nuestra cultura explorando quienes realmente somos, desde la memoria de nuestro pueblo y sus anhelos, transformando libremente nuestra realidad. Esta búsqueda nos llevará a nuestro destino al que seguramente arribaremos escuchando volar los pájaros en ese amanecer.