Yahveh en la presidencia / Memoria de espejos rotos - LJA Aguascalientes
08/02/2025

Wade in the water,

children wade, in the wáter,

god’s gonna trouble the water….

Wade in the water. Fisk Jubilee Singers

 

El cristianismo es un mito teológico cuyo origen se remonta al cisma judío de hace unos dos mil años, motivado por la dominación romana. Como es sabido, la religión madre Abrahámica y Mosaica de los judíos fundaba su culto en la adoración a un dios beduino del desierto de Judea, muy popular en las montañas del sur de Palestina, conocido como Yahveh, cuya herencia cultural es de origen sumerio y de la región de Canaán. Los sumerios tenían variedad de dioses, tales como Baal (Bael o Ba‘al Z’vûv), Moloc (Melekh), o Yahveh (YHVH), entre otros dioses adorados en su culto politeísta; a los cuáles se referían con el genérico El (Elohim). El patriarca Abraham, a pesar de reconocer la existencia de varios dioses, manda a sus tribus a la adoración de Yahveh, luego, Moisés reafirma ese pacto divino y lucha por una concepción monoteísta de la fe judaica, volviendo proscritos a los demás dioses, a cambio de que Yahveh tomara a los hebreos como “pueblo elegido” y los liberara del yugo egipcio.

El culto a Yahveh se unificó en las tribus hebreas, de modo tal que -hacia el siglo I de nuestra era- dicho culto era el hegemónico entre los judíos como “pueblo elegido”. Así, durante la dominación romana, hubo un cisma entre hebreos que pretendían conservar su culto sólo para sí mismos, y hebreos que buscaban expandir el culto a Yahveh entre otros grupos sociales. Este cisma fue protagonizado por la figura de Yeshua Ben Yosif, rabino de la región de Cafarnaúm, en Galilea, quien abandonó la idea del “pueblo elegido” en la que Yahveh acogería sólo a los hebreos, para tomar como “elegidos” a cualesquiera que creyeran en él. Este movimiento de expansión no hebrea del culto a Yahveh coincidió con los movimientos de liberación que las guerrillas hebreas pugnaban para independizarse del yugo romano. A causa de eso, los judíos disidentes (identificados con los cristianos primitivos) fueron perseguidos por el imperio de Tiberio, a través de la gubernatura de Poncio Pilato y la alianza política con el cacicazgo del hebreo Herodes Antipas.

La muerte de Yeshua Ben Yosif unificó los movimientos de liberación hebrea con los movimientos religiosos que pugnaban por una expansión del judaísmo. Esta unificación de movimientos causó el cisma judío que dio origen al cristianismo, culto que -básicamente- sostiene los mismos principios fundacionales de la religión de Yahveh, pero los expande a las poblaciones no hebreas. Así, mientras unos judíos no se levantaron contra Roma, otros (los primeros cristianos) sí lo hicieron, lo que les valió la persecución de los centuriones romanos. 

Uno de estos persecutores fue Saulo, originario de Tarsos, en la actual Turquía. Es sabida la conversión que este personaje (mayoritariamente conocido como Pablo) tuvo durante la persecución a la disidencia hebrea. Luego de esta conversión abrazó al nuevo culto iniciado por la unificación de los movimientos independentistas seguidores de Yeshua Ben Yosif luego del cisma judío, interpretó ese culto y lo latinizó llevándolo al occidente del imperio, llegando a popularizarse tanto en Roma, que para el gobierno de Constantino fue convertido políticamente en culto oficial hacia el Siglo IV.


La conversión Constantina, y el ascenso del culto a un dios beduino del desierto de Judea sobre toda la dominación romana, sumada a la propia caída del Imperio Romano de Occidente, un siglo después, dieron origen a la nueva versión del culto, conocida como Iglesia Católica Apostólica y Romana, bajo la cual transcurrieron los diez siglos de oscuridad intelectual conocidos como Edad Media. Esta iglesia romana, basada en el culto judaico, con sede en Roma, permeó políticamente en todos los reinos, feudos y poblados europeos, que vieron en las mitologías originarias endémicas (llamadas “paganas”) una amenaza, y fueron proscritas, del mismo modo que lo fueron el culto a Baal, a Moloc, o al propio Yahveh (cristianismo primitivo incluido), por los grupos políticos y religiosos dominantes en sus respectivas épocas.

España acababa de reconfigurar su geopolítica interna gracias al matrimonio de Isabel (del reino de Castilla) con Fernando (del reino de Aragón), con lo que pudieron lograr la reconquista de Granada, último bastión árabe luego de siete siglos de dominación musulmana. Este matrimonio político supuso también la hegemonía de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en España sobre todas las creencias religiosas (incluidos judíos y musulmanes españoles), ayudados -claro- por la “santa” inquisición, que pasaba a fuego a todo el que no se confesara cristiano-católico. El siglo XV terminaba con la llegada de los europeos a América, y con ésta llegada poblacional, también llegó la imposición a sangre y fuego del nuevo culto basado en aquel dios beduino del desierto de Judea.

Para el siglo XVI ocurrió otro cisma, esta vez católico-cristiano, luego de que varios sacerdotes encabezados por el alemán Martín Lutero protagonizaran la protesta contra el poder político y económico que amasaba la iglesia romana. Este cisma propició una guerra de reforma religiosa y un movimiento de contrarreforma, del que se produjo una división del culto romano a expresiones protestantes del mismo credo. Uno de los más emblemáticos es el anglicanismo, que fue la versión del catolicismo impuesta en Inglaterra por Enrique VIII luego romper con la iglesia vaticana, que se negó a divorciarlo de Catalina de Aragón. Así, en el continente americano fueron impuestos los cultos cristianos católico-romano y la variedad de expresiones católico-protestantes, que avasallaron con las creencias mitológicas de las poblaciones originarias, mediante la conversión, el exterminio, y la inquisición.

Nuestro país ha vertido demasiada sangre por motivos religiosos. Desde el exterminio de la conquista y del establecimiento colonial, la persecución virreinal, las pugnas por la reforma juarista, la guerra cristera, los ascensos de la ultraderecha religiosa, la segregación violenta contra los cultos (incluso cristianos) diferentes a la hegemonía católica, apostólica, y romana. Nos ha costado sangre y sufrimiento lograr que en nuestro país existan libertad de culto y estado laico, para que cada quien pueda creer o no en lo que mejor le plazca, sin que el estado fomente ningún mito religioso en particular, ya que todas las expresiones de fe son válidas en tanto no obren en detrimento de los derechos humanos, por lo que es necesario que -para el estado- no exista una fe verdadera, sino que todas lo sean en el marco del credo personal, cuya libertad de credo la debe asegurar el mismo estado mediante su estricta laicidad.

Por eso es sumamente ofensivo y lastimoso que el titular del ejecutivo ponga como estándar de su política pública el credo que sea; incluso el credo mayoritario, incluso el credo a un dios beduino del desierto de Judea, que ha pasado durante siglos por las interpretaciones hebreas, cristianas, paulinas, romanas, y protestantes, para llegar a consolidarse en nuestra tierra de manera violenta, hegemónica, y excluyente, y que en cuyo sistema de creencias se hace anatema de la diversidad sexual, la equidad de género, la libertad de pensamiento, y -en general- erosiona los derechos humanos.

[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9


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