En mi columna de la semana pasada al hablar del nuevo libro de la afrocolombiana Ashanti Dinah, mencioné muy brevemente a Frantz Fanon y esto me llevó a reflexionar sobre la importancia de reentender nuestra identidad cultural como mexicanos para rescatar nuestro auténtica identidad cultural ya que eso nos permitirá liberarnos de esa dinámica social racista y clasista que heredamos desde el periodo colonial español y que justifica en gran medida la explotación y la desigualdad social que vemos nosotros tan normal en nuestro entorno.
Aunque parezca extraño tiene mucho que ver con nosotros el aporte de Fanon en este campo de conocimiento a pesar de ser un revolucionario, psiquiatra, filósofo y escritor afrocaribeño de la aparentemente lejana isla de Martinica.
En 1952, como resultado de una larga investigación, Frantz Fanon publicó su libro “Piel negra, máscaras blancas” en el que expone cómo el afrocaribeño tiene una identidad cultural colonizada como resultado de siglos de explotación y segregación racial.
Como sabemos, los negros llegaron de África a la fuerza para ser explotados por los europeos como mano de obra esclava, Fanon explica que desde ese momento a los afrodescendientes se les reprimió y negó mantener sus lenguas, creencias religiosas, costumbres y tradiciones imponiéndoles la cultura española, portuguesa e inglesa, según la región en la que habían desembarcado para ser explotados.
En ese proceso, a los negros se les enseñó por la fuerza que tener ese color de piel era sinónimo de inferioridad racial, esto para justificar su explotación y así los explotados en su mayoría asumieron la cultura occidental para sobrevivir, negaron sus orígenes, buscaron “blanquearse” en piel y costumbres para no sufrir tanta vejación.
Es de esa manera que al paso de los siglos de explotación colonial como esclavos, luego liberados pero segregados racialmente en las desaparecidas colonias en Nuestra América, el afrodescendiente asimiló las costumbres y creencias de su explotador, anheló ser como su esclavizador buscando un ascenso de estatus socioeconómico y sin lograr necesariamente cambiar el color de su piel, se puso socialmente una “máscara blanca”.
Aunque nos parezca ajeno, esto nos sucedió en prácticamente todas las naciones con pasado colonial, como es el caso de México. En nuestra situación, los españoles llegaron, sometieron a los indígenas y trajeron negros para esclavizarlos creando un sistema explotador de castas durante tres siglos, era común que el explotado buscara el mestizaje para mejorar su condición. Luego, a pesar de la Independencia, la estructura social no cambió mucho y el racismo hacia indígenas, negros y mestizos morenos continuó en el país que logró su liberación precisamente gracias a esas masas empobrecidas y despreciadas por su origen racial. No es coincidencia que los ricos siguieron siendo mayoritariamente blancos, pues prevaleció una dinámica racista a pesar de un marco legal en el que todos somos legalmente iguales.
A pesar de la guerra de Reforma y la Revolución, las cosas no cambiaron mucho, en nuestra sociedad prevalece en amplios sectores esa necesidad de ser como el blanco que nos explotaba y en ello ya no está necesariamente el color de piel, sino los estereotipos que los medios masivos convencionales de la comunicación y el mercado nos han impuesto para imitar la conducta de nuestro nuevo país poderoso que nos domina económicamente.
Teñirse de rubio, seguir la moda de las metrópolis desarrolladas, pretender estudiar o vivir en esos países e imitar sus conductas en las que se incluye querer ser como el empresario, el colonizador español regresando al pasado, son parte de lo que Frantz Fanon llama una identidad cultural colonizada.
A pesar de los años transcurridos, especialistas en este campo del conocimiento como el cubano Félix Valdés García han manifestado que la teoría de Fanon está vigente. Considero que en medio de los fenómenos como la globalización, los habitantes de países con modelos neo coloniales, es decir que vivimos todavía bajo un sometimiento económico neoliberal de los países desarrollados, padecemos de esa identidad cultural colonizada que fue mutando de querer ser el español esclavista, luego el hacendado y ahora el empresario exitoso sin importar sobre de quiénes se tenga que pasar o bajo qué parámetros éticos vivir para llegar a la cima.
Ese modelo explotador clasista y racista se vive contra nosotros mismos ya no solamente por nuestro color de piel sino profundamente reflejado en nuestras costumbres, juegos infantiles y lenguaje cotidiano y que está íntimamente ligado en estos tiempos al egoísmo de un modelo económico que justifica la explotación y la desigualdad.
El mismo Fanon expone que en esa identidad colonizada de nuestro tiempo existen personas de piel blanca que siendo solidarios y justos, no son parte de ese modelo injusto, mientras existen personas de piel oscura que son más duros e injustos que un esclavista del periodo colonial y que si les es posible someten e impiden el avance de otras personas que vienen de su mismo origen modesto. Es decir, ser el “blanco” explotador ya no es necesariamente cuestión del color de la piel sino de una conducta aprendida para sobrevivir al medio adverso.
El también autor del emblemático libro “Los condenados de la tierra” expone que esta identidad colonizada podemos eliminarla si reconocemos con orgullo nuestro origen racial e histórico, si recuperamos y valoramos a nuestras costumbres y tradiciones desde nuestro tiempo actual, así como también si nos permitimos darle una nueva interpretación a nuestra Historia local y nacional desde una perspectiva desde nosotros los de abajo que somos los verdaderos protagonistas de la misma. En ese proceso debemos eliminar nuestra conducta y lenguaje racista y clasista que tanto daño nos ha hecho y que tanto nos ha dividido.
Al quitar de nuestro rostro la “máscara blanca” esta identidad cultural descolonizada nos llevará a pensar más desde la colectividad y la equidad y no en la competencia voraz, la explotación y el abuso. Al reencontrarnos, podremos decidir conscientemente nuestro propio camino, nuestra transformación social, ya orgullosos de nuestro origen.
Somos un país mestizo y pluricultural, pero con una identidad cultural todavía heredada de un modelo que justificaba la explotación, el clasismo y el racismo. Es necesario recuperar nuestra auténtica identidad cultural desde la fraternidad colectiva para liberarnos por completo de ese egoísmo ancestral. Eso nos hará nuevos hombres y mujeres, nos hará más libres.