Sé que la depresión es real, la he sentido incrustada en mí misma en algunos momentos de la vida, pareciera que es sólo un cuento de horror, pero la observo encarnada en mis seres queridos, en los no tan queridos, y algunas personas que han cruzado sus caminos con el mío.
Experta en reconocer a otros suicidas como si fuéramos parte un club secreto, me doy cuenta, pues no soy tonta ni ingenua, que esto no es glamuroso, tampoco un rasgo de personalidad, no romantizo los síntomas, hablemos con sinceridad, el suicidio se ha convertido en una emergencia sanitaria, cualquiera es susceptible de caer en depresión, pero no todo mundo cuenta con las herramientas para salir de ella.
Con los años he aprendido que la terapia ayuda, claro que ayuda, nos vuelve funcionales en los momentos clave, para que volvamos a la rutina, al trabajo, a las obligaciones de la vida cotidiana, pero no he encontrado la terapia que cure la vida, la psicología moderna nos ayuda a sanar las heridas, aunque el contexto que nos hiere sigue ahí.
Aguascalientes es el segundo estado con mayor cantidad de suicidios en el país, si mal no recuerdo, este año se consumaron más de 80; no estoy diciendo que la depresión lleve necesariamente a actos suicidas, pero es claro que existe una relación entre ambos hechos.
Solemos pensar a la depresión como una enfermedad, ¿qué pasaría si la empezáramos a tratar como un síntoma? Si dejáramos de responsabilizar al individuo, y nos diéramos cuenta que nuestro entorno es el que está enfermo, lo hemos enfermado nosotros y lo más cruel es que hemos alejado de la mayoría el antídoto, ir a psicoterapia no es sólo un gasto extra que pega directamente en la economía de cada persona, en estos momentos es un lujo dedicarnos unas horas del día, necesitamos terapia, claro, pero también las condiciones adecuadas para acudir a ella.
Es un hecho que cada día la brecha de desigualdad es mayor, la violencia va en aumento sobre todo para las mujeres, los empleos son escasos y mal pagados, las instituciones no tienen capacidad de respuesta para las nuevas realidades, es tiempo de pensar que necesitamos más profesionales de la salud mental conscientes de la realidad social, pero también necesitamos respuestas colectivas a fenómenos que nos hieren en lo más profundo de nuestra intimidad pero que no son hechos aislados, siempre tienen un trasfondo relacionado con la sociedad.
Los monstruos existen, por supuesto, pero no son seres fantásticos, son aquellas personas que minimizan lo que sentimos, que creen que los momentos depresivos se solucionan con echarle ganas, son aquellos que carecen de empatía y que siguen viviendo en una burbuja de plácida comodidad; no sea usted parte de esas monstruosidades y comience por estar dispuesto a escuchar a alguien.
Mi deseo para este 2020, es que la salud mental sea nuestra prioridad, pero que apostemos a construir nuevas realidades para que entonces, pedir ayuda deje de ser un lujo.