Pareciera que la voz de una conciencia planetaria anunciara: Magno Gaudio nuntio vobis, T-MEC, USMCA, habemus. Este miércoles así lo declaró Donald Trump, para la ciudad y el orbe.
Tras un discurso, en el que criticó el antiguo acuerdo comercial, también conocido como TLCAN, el presidente Trump dijo que con el T-MEC los campesinos estadounidenses se verán beneficiados. “Hoy finalmente estamos terminando la pesadilla del TLCAN”, dijo. (Fuente: Expansión. Trump firma el T-MEC: “Estamos terminando con la pesadilla del TLCAN”. https://bit.ly/2S3cvMr).
El País (Washington / México 30 ENE 2020 – 01:07 CET.) editorializa este acontecimiento, diciendo: El acuerdo, de 2.082 páginas, actualiza el NAFTA con nuevas normas en protección de propiedad de la intelectual, entre otras provisiones. Introduce también incentivos a la producción de coches en Estados Unidos, abre los mercados canadienses a productos lácteos estadounidenses, elimina un controvertido sistema de arbitraje y también, a iniciativa de los demócratas, contempla garantías en materia de derechos laborales.
Trump se ha referido al NAFTA como “una catástrofe”. “Perdimos empleos, cerramos fábricas y otros países construyeron nuestros coches”, ha dicho. El nuevo tratado, ha añadido, “es una enorme victoria para los fabricantes y trabajadores estadounidenses de la industria del automóvil”. El TMEC traslada las medidas proteccionistas para el comercio que Trump ha promovido para EE UU a toda la región de América del Norte. El acuerdo tiene como objetivo hacer de los tres países una zona con una ventaja comercial sobre otras en el mundo, con un flujo de bienes por 1,2 billones de dólares al año. (Fuente: El País. Trump firma el tratado de libre comercio con México y Canadá en la Casa Blanca https://bit.ly/2uKcapY)
Y, además, reproduce el pronunciamiento de Robert Lighthizer, representante de Comercio de Estados Unidos, (…) Su firma es el resultado de “un esfuerzo extraordinario” en el que participaron hasta un millar de negociadores de los tres países. Por la parte mexicana, según la misma fuente, el negociador mexicano Jesús Seade, subsecretario de Exteriores para América del Norte, expresó en un twitt: “Se cierra un capítulo de incertidumbre política y económica en la región”.
Desde México, mediante un twitt, el presidente Andrés Manuel@lopezobrador, expresa: Se constituyó el Gabinete para el Crecimiento Económico. Lo coordinará Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia. Hay condiciones favorables: finanzas sanas, peso fuerte, baja inflación, inversión extranjera, T-MEC y lo más importante, honestidad, paz y gobernabilidad.
Todas estas expresiones son una modulación discursiva que conlleva recargados intereses los que, siendo de naturaleza política, indefectiblemente, abonan o tratan de hacerlo al poder fáctico que cada parte cree o decide tener. En tanto que Trump, con la firma, se arroga un logro personal meritorio a su lógico derecho a reelegirse en la presidencia, sataniza el pasado que rigió la relación comercial con México e induce una vil reducción pragmática de los mutuos beneficios que antes significó. Arrogándose así un triunfo prometeico a su sola intervención. Obviamente, una modelización discursiva desbocada y sin fundamento en la realidad.
Hagamos un poco de memoria. Este factor de la cercanía física y funcional con el centro hegemónico de los Estados Unidos, nos convierte en un interlocutor cercano e inmediato a los intereses hegemónicos estadounidenses respecto al todo del continente. Es decir, segmentando a Norteamérica, impone una marca latinoamericana, y a partir de ella el nuevo y pretendido marquesado que instala unilateralmente. (Nota mía: LJA. El Marquesado… noticias de un imperio. Sábado 21 de Enero, 2017).
Bajo tal figura establecía yo de manera simbólica que la pretensión imperial, del que se autoasume así como tal regente, crea su marca imaginaria e intencionalmente la segmenta, acortando geográfica y geopolíticamente la parte superior de Norteamérica a los Estados Unidos y Canadá. Racialmente visto, en México quedamos segmentados entre anglosajones y amerindios de habla y cultura hispánica, más una submarca portuguesa. El pretendido muro multicitado es, por tanto, más una cuestión de división ideológica imperial en interés económico-financiero de fusionar un socio tradicional y septentrional a modo, Canadá; y aun esta relación en franco deterioro, al querer hacerla pasar forzosamente bajo la esfera geopolítica de su dominación central.
Para lograr este designio, no tan sólo ha venido endureciendo su lenguaje contra los mexicanos, sino que envileció el símbolo lingüístico más elemental de la diplomacia, al endilgar epítetos tan altisonantes como generalizados: criminales, violadores, instigadores a la drogadicción de nuestros hijos, extranjeros ilegales/ilegal aliens, siniestramente, “animales”, etc., etc. Se regodea al lanzar este tufo pestilente, desde los símbolos de su poder.
Bajo tales supuestos propuse una tesis. De multiforme manera durante su presidencia había venido pretendiendo exhibirnos –a los mexicanos- como el marquesado de América Latina, y a manera de (forma política) convertirnos en un patético trofeo de caza para exhibir al resto de las naciones; y con ello, demostrar su poderío incuestionable. Actitud que acaba de refrendar en su primer mitin de precampaña para la reelección.
No olvidemos que recién había asumido el cargo presidencial, iba a exhibir al desnudo al primer presidente latinoamericano que se paraba a sus puertas, las de la Casa Blanca, como un mero subsirviente de sus intereses hegemónicos. Cosa que, afortunadamente, para los símbolos nacionales mexicanos, no ocurrió -recordemos que el presidente Peña Nieto no asistió a la Casa Blanca. (Nota mía: LJA. Los delirios del rey desnudo. Sábado 28 de Enero, 2017).
Estos símbolos de poder en disputa, nunca antes fueron tan claramente construidos como un argumento descalificativo, como para desautorizar tan falaz ausencia de rigor en el ejercicio de raciocinar, y menos aún de aproximarse a la belleza estética de “lo eikos”, es decir acercarse mediante la retórica política a la verosimilitud en contraste los hechos. Que en política, vale más que oro molido. En efecto, desde sus orígenes con el elocuente orador Empédocles (circa an. 490 a. C. -y muere- hacia el 430 a. C.), Corax y Tisias, la retórica es vista como la artesana de la persuasión. Un discurso elocuente, pero de chispa inteligente y capaz de persuadir por su cercanía con lo verosímil. Decir que la Retórica es la urdimbre del engaño es ignorar su noble y superior objeto, que consiste exactamente en su opuesto, la aproximación a la verdad mediante la persuasión y la verosimilitud.
Desentrañemos un poco estos símbolos/retóricos en la Política. En primer término. Las evidentes turbulencias en el ambiente mediático y político, nos llevan a repensar la importancia del proceso negociador, a manera de vía inevitable para zanjar los diferendos.
En efecto, hemos de recordar que, aun entre filibusteros existía el dulce arte de “parlamentar”: “La maldición de la Perla Negra” de la popular saga Los Piratas del Caribe (01/09/2003) nos evocó de chispeante manera el fundamento del código pirata sobre el recurso -en última instancia- de invocar el “derecho a parlamentar”; evidencia de ello se muestra cuando la bella Elizabeth prisionera del Capitán Barbosa, para no revelar que ella es hija del Gobernador Weatherby Swann, negocia con los piratas su libertad, bajo el poderoso derecho de “parlamentar”, para ofrecerles a cambio la entrega de un medallón de oro que, al parecer, concentraba el hechizo de la maldición sobre la tripulación del barco La Perla Negra.
El argumento del “derecho a parlamentar”, que de manera picaresca y cínica rigió desde antiguo el mundo de la piratería, evoca aunque sea distorsionadamente el valor superior de la negociación, máxime cuando se trata de la negociación política.
Dado que el “sine qua non” de un tal parlamento es lograr acuerdos, porque en ello está la esencia de la cosa pública; nos impone analizar el riesgo y los daños directísimos, no colaterales, que tales modalizaciones discursivas ensayan de provocar efectos perfectamente interesados, al punto de hacer emergente un significado distinto, separado a todas luces de lo verosímil y de lo aceptable por su poder persuasivo; de modo que todas las evasiones, tergiversaciones, ocultamientos, fugas y vacuas excusas ponen, políticamente hablando, en entredicho el bien superior y el interés público de una Nación, de un estado, de un municipio o de una localidad.
El otro tema hipersimbólico es develado por el ya cantado abuso del poder, ejercido por Trump sobre el presidente ucraniano, y constituye el segundo argumento para el Impeachment. Nos trae a la mente que, en el drama como en la vida real, nuestro papel es estar dispuestos a intercambiar un “quid pro quo”, gracias al cual enajenamos algo y nos apropiamos de algo. La promesa empeñada en campaña, de un político que aspira a un cargo por elección popular, es el quid que está sujeto a ser honrado, una vez que se está en el cumplimiento del deber; y el “pro quo” es tu voto otorgado en aceptación a su oferta, como manifestación unilateral de voluntad expresada públicamente. Entenderlo así significa estar en la frecuencia correcta capaz de producir la resonancia requerida en el sistema democrático, a la hora del relevo constitucional de Gobierno.
Este es en gran síntesis el meollo de la discusión en el tribunal senatorial de los Estados Unidos que está procesando el Impeachment: el por ahora ostensible “quid pro quo” mediante el cual Donald Trump retuvo la ayuda autorizada para Ucrania. Evidencia que ahora pende de autorizar la comparecencia de testigos -notablemente John Bolton- y el mandato judicial de exhibir pruebas, ahora denegadas. Usted lo sabrá este preciso día. En el ala republicana hoy prevalece la urgencia y la férrea alineación partidista de acquit/exonerar al presidente, y para ello de transitar al cierre del juicio -sin mayor expediente-. Obviamente sin apego alguno a la belleza argumental de Lo Eikos, la verosimilitud y la persuasión inteligente.