- Los instrumentos que actualmente se tienen en México para combatir o prevenir la corrupción son bastante limitados
- Los individuos que cometen actos corruptos no están aislados, pertenecen a un sistema social y político que permite estas actitudes
“El fenómeno de la corrupción se ha situado como el tema de mayor relevancia en las discusiones recientes sobre la vida pública de México. A pesar de haber estado siempre ahí -como el elefante en medio del salón-, hoy existe una sensibilidad social mucho mayor respecto de las consecuencias negativas de la corrupción, además de una tendencia a relacionar, al menos en parte, muchos de los males de nuestros gobiernos y sociedades con este fenómeno. Consecuentemente, la exigencia de una vida pública más sana y exenta de prácticas indebidas resuena hoy con mayor fuerza en la opinión pública”, así comienza el texto introductorio de la recopilación de trabajos investigativos sobre corrupción titulado La resbaladilla de la corrupción, editado por los expertos David Arellano Gault y Manlio Castillo Salas, del Centro de Investigación y Docencias Económicas (CIDE) como parte del marco de trabajos Gobierno y Políticas Públicas.
La pesquisa mencionada debe su título a una analogía sobre el comportamiento inherente de la corrupción en las acciones del día a día, en la cotidianidad, donde, en el punto más alto se encuentra el deber ser del ciudadano y gobernante, pero que en el más bajo se encuentra la zona gris; la red de actitudes y aptitudes que rompen las reglas por mecanismos de reciprocidad tan simples como el soborno o la famosa “palanca” que pueden terminar convirtiéndose en actos de corrupción de mayor alcance y que, de alguna manera, ya están normalizados en la sociedad actual, no sólo de México, sino también de otros países.
David Arellano Gault, editor y colaborador del libro con el trabajo “¿De qué hablamos cuando hablamos de corrupción? Una exploración comparada de algunos indicadores a nivel internacional”, explicó que los textos recopilados tienen el objetivo de observar, analizar y cuestionar la corrupción desde un punto de vista sociológico, organizacional y empírico, más que de casos particulares o personales, lo cual no es una manera muy tradicional de estudiar la corrupción.
Sobre el libro, el académico detalló: “Tratar de comprender cómo la corrupción no es un fenómeno ni individual, ni aislado, sino, es un fenómeno social y es una práctica que se hace normal, que se racionaliza y que por lo tanto se extiende al sistema social y al sistema político como lo tenemos en México (…) la corrupción no es una anomalía, sino en realidad es un fenómeno social bastante extendido”. No obstante, la discusión no termina sólo en el análisis, sino que, estudios de esta índole permiten dialogar y evaluar cuáles son los instrumentos que se tienen para disminuir estos actos que se pueden definir en la inmoralidad y, con base en ese diagnóstico, desarrollar herramientas que permitan prevenir la corrupción, y no sólo combatirla; dicho sea el caso de la recién presentada Política Nacional Anticorrupción, la cual se jacta de investigaciones similares como fundamento teórico para poder incidir con una normativa que pueda proteger a la sociedad de esta problemática.
David Arellano Gault admitió que los instrumentos que actualmente se tienen en México para combatir o prevenir la corrupción son bastante limitados, lo que implica no sólo un trabajo extenuante de investigación en esa materia, sino que también implica un cambio sustancial en los comportamientos sociales, las instituciones y, claro está, en las políticas públicas: “La corrupción es un fenómeno, en realidad, permanente. ¿No? Siempre sucede la corrupción porque es un tema muy normativo del deber ser. Cuando alguien sobrepasa o se apropia ‘indebidamente’, hay que entrecomillarlo, de un bien público”.
La normalización de actos corruptos en la sociedad se puede entender en un país como un acto cotidiano, por ejemplo, en México se tiene la “palanca”, la cual es un mecanismo que, cuando no se puede resolver un problema directamente por el medio debido, dado que el gobierno no facilita los procesos, ofrece una salida adyacente que, de poco en poco, abre una puerta a la corrupción. David Arellano Gault, co-autor del texto titulado “Análisis comparativo de mecanismos informales de intercambio de favores en seis países”, también recopilado en La resbaladilla de la corrupción, indicó que el fenómeno de “la palanca” no sólo está normalizado en México, sino que en otros países como Chile, existe el “pituto” que también funciona como un intercambio social de favores para beneficio propio, y no sólo es un fenómeno que existe en Latinoamérica, sino que también en China se tiene el “Guanxi” o en Rusia el “Blat”, conceptos generados en sociedades diferentes, pero que terminan operando de manera similar y que se definen en actos primarios normalizados para llegar a la corrupción.
Por lo anterior, la corrupción también debe de entenderse como una anomalía social, y no sólo debe estudiarse y hacerse pública en el comportamiento de individuos que abusan del poder y de las relaciones para concretar intereses particulares: “En realidad los individuos no están aislados, no están en una burbuja, están en un contexto organizacional, político y social. Y entonces, cuando la ‘palanca’, por ejemplo, se normaliza, los pasos que se siguen para normalizar la palanca hacen que se haga una racionalización (…) usar palancas es un caso de ambigüedad que puede generar corrupción. Y el libro, uno de los libros se llama La resbaladilla de la corrupción, porque lo que significa es que la gente vamos cayendo en resbaladilla poco a poco, y normalizando los actos de corrupción. Y no les llamamos corrupción”.