
En tiempos de confinamiento voluntario, urgidos de no escuchar más noticias sobre la epidemia, en las redes sociales no paran las invitaciones a hablar de otra cosa, a compartir algo más personal. En Twitter, donde la conversación es más agresiva, alguien pide que manden imágenes bonitas de su vida, de sus buenos momentos, fotos de su boda, por ejemplo, y enseguida ese tuit se llena de comentarios odiosos porque antes de atender la solicitud, proponen debatir sobre las maravillas del matrimonio, descalificar la institución, desacreditarla como momento feliz… meter ruido, pues. En Facebook, las cadenas son más afables, sin embargo, la necesidad de proyectarse más que la búsqueda de una conversación, agregan la indicación que sólo publiques las portadas de tus libros, películas o lo que sea favorito sin explicaciones, sin argumentar, sólo la imagen… silencio.
No suelo participar en esas cadenas, eso no responde a mi malhumor o impaciencia, es sólo que no entiendo un intercambio a partir del ruido o el silencio, ni modo, qué le voy a hacer. Recientemente encontré otra razón para no hacer públicas mis preferencias cinematográficas, librescas o musicales o a través de esas cadenas: el Gran Hermano de la corrección está observando y tiene a la mano el hacha de la censura.
Ya no está bien visto que leas Lolita de Nabokov o veas la película de Stanley Kubrick, no falta quien entre a tu propuesta de conversación para acusarte de estar del lado equivocado si deseas volver a ver Manhattan o cualquier película de Woody Allen, eres señalado si buscas dónde admirar El Inquilino o lo que sea que lleve el nombre de Roman Polanski; no está bien, no lo puedes hacer, no lo debes hacer, así de terminante; ni siquiera se abre la posibilidad de conversar acerca de la diferencia entre el autor y la obra, el mero intento de reivindicar la experiencia estética está atada al compromiso moral de estar del lado de los buenos de la historia.
Recientemente HBO sacó de su catálogo Lo que el viento se llevó, el portavoz de la compañía indicó que la película ya no estaría disponible porque “Estos retratos racistas eran equivocados entonces y lo siguen siendo hoy, y sentimos que mantener esta obra sin explicarlos y denunciarlos sería irresponsable”, supongo que el retiro de la plataforma de la obra de Victor Fleming también se debe a la petición que hizo en su columna en Los Angeles Times el guionista de 12 años de esclavitud, John Ridley, quien acusó a la película de perpetuar “los estereotipos más dolorosos para las personas de color”; además, obviamente, del contexto histórico del momento en que cada vez son más las protestas por la violencia racista en todo el mundo y en especial por el asesinato de George Floyd, producto de la brutalidad policiaca.
La actitud censora de la corrección, ese grupo que cree en que hay un lado bueno de la historia, es peligrosa porque tras la máscara de un mundo libre de prejuicios, en donde la violencia, la desigualdad y todos los males producto de la estupidez ya han sido erradicados se encuentra un moralista furibundo que quiere dictar que sí y que no estamos listos para ver, experimentar.
En 13th, documental de Ava DuVernay, participan activistas, académicos, políticos para intentar explicar la intersección entre raza, justicia y encarcelamiento masivo en los Estados Unidos. En Enmienda XII, entre las primeras entrevistas se muestra el papel que la película de D.W. Griffith, El nacimiento de una nación, jugó en plantar la idea de la raza negra como seres naturalmente malvados, en la película de 1915, se apoya abiertamente la supremacía de la raza blanca, se muestra al Ku Klux Klan como los buenos de la historia al combatir el avance de los negros recién liberados de la esclavitud y se les impide participar en las elecciones.
En el documental de Ava DuVernay la inserción de escenas de la película de D.W. Griffith permiten entender a plenitud lo que los entrevistados señalan como el inicio del estereotipo del negro ignorante y agresivo; así se explica la historia, así es posible establecer un diálogo que permita entender dónde estamos y por qué la normalización de la brutalidad policiaca, pero al paso que vamos, difícilmente podremos usar esa referencia, si al Gran Hermano de la Corrección le disgusta que veamos Lo que el viento se llevó, no quiero imaginar cuando se entere de que existe El nacimiento de una nación. Lo único que me consuela es que ese influyente grupo de censores es muy ignorante y lento, se preocupa más por un pezón o una mala palabra que por modificar las leyes.
Coda. En Agosto, esa enorme novela de Rubem Fonseca que espero no encuentren los censores, se dice: “Dudar es una señal de inteligencia. No encontrar respuestas es una señal de necedad”, así quienes prefieren eliminar antes que experimentar.
@aldan