Víctor Hugo Salazar Ortiz
Movimiento Ambiental de Aguascalientes A.C.
La familia ha sido desde los orígenes de la humanidad el principal núcleo social. En ella se aprenden los conocimientos y las costumbres básicas. Estas capacidades no permanecen estáticas, con el paso del tiempo se van ampliando y modificando con base en la cultura a la que se pertenece. Es esta la que marca las diferentes cosmovisiones de las personas. El conocimiento cultural y la transmisión de este hereda a las generaciones subsecuentes las estructuras básicas de relación con sus semejantes y el entorno.
En el pasado, pero aún en el presente, hay grupos humanos que siguen enseñando a sus hijos el cuidado y el respeto por los bienes naturales, en especial cuando su subsistencia depende de ellos. Naomi Klein en su libro Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima (2014), nos cuenta la historia vivida recientemente por el pueblo Bella en la nación heilstuk ubicada en la Columbia Británica y que debería convertirse en un modelo cultural para la humanidad. En este lugar, la mal famosa compañía petrolera Exxon Valdez, quería hacer pasar un ducto a través del cual transportaría arenas bituminosas (arenas de petróleo) desde Canadá a el sur de los Estados Unidos. Los jóvenes de la comunidad se pusieron a investigar cómo opera esta empresa y los daños que sus vertidos han generado en otros lugares; de manera que si eso llegara a suceder en su territorio traería daños irreparables a su pueblo y particularmente a una especie vital y representativa de la zona: el salmón. “Los estudiantes tomaron conciencia de lo que un vertido de ese tipo podría significar para su costa. Si el salmón rojo, una especie clave, se viera amenazado, se provocaría un efecto en cascada, ya que de él se alimentan también las ballenas y los delfines[…] las focas y lobos marinos […] (además) las águilas y los osos […] y sus restos proporcionan luego nutrientes para los líquenes que forran los flancos de los arroyos y las riberas de los ríos, así como para los grandes cedros y los abetos que se alzan sobre el bosque pluvial templado. Es pues el salmón el que conecta los arroyos con los ríos, el río con el mar y el mar de nuevo con los bosques. Si se pone en peligro el salmón, se pone en peligro todo el ecosistema que depende de esa especie, incluido el pueblo heiltsuk, cuya antigua cultura y cuyo medio de vida actual son inseparables de esa intrincada red de vida” (p. 417). El punto medular de esta historia es que cuando los representantes de las compañías petroleras fueron a Bella, se les recibió con una manifestación en la que los habitantes sostenían pancartas con consignas como: “El petróleo es muerte” “Tenemos el derecho moral a decir no”. Esto fue interpretado por los visitantes como una expresión estereotípica de una turba de indios enfadados, pero “la manifestación no había sido una expresión de ira ni de odio. Había sido de amor: una expresión colectiva y hondamente sentida de amor por esa impresionante parte del mundo en la que viven” (p. 420). Esta conciencia clara del entorno natural que les rodea, y que pueden llegar a perder sino la defienden, es posible gracias a que a los niños y jóvenes pertenecientes a esa cultura se les ha inculcado generación tras generación el amor por su tierra y sus costumbres, lo que los lleva a estar dispuestos a defenderlas.
En México ¿qué cultura ambiental estamos inculcando en nuestra juventud? ¿Estamos enseñándoles a amar su tierra? ¿Los llevamos al encuentro con la naturaleza y les mostramos cuáles son las especies vegetales y animales características de la región y su importancia para el ecosistema? ¿Los hemos llevado a algún río, lago, bosque y les hemos mostrado su valor ambiental? ¿Hemos llevado a la práctica el “Más si osare un extraño enemigo Profanar con su planta tu suelo Piensa ¡oh patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio”? La realidad es otra, hemos dejado que intereses extranjeros y económicos se impongan, que profanen y nos arrebaten nuestros bienes naturales que, por naturaleza, son de México y los mexicanos.
Los adultos deberíamos aprender a amar nuestra tierra y a todas las especies animales y vegetales con las que la compartimos, así como sus ríos, lagos, mares, selvas y montañas, así seguramente nuestros hijos seguirían nuestro ejemplo, porque bien dice el dicho, “la educación no se enseña, se mama”, así que si tenemos una cultura ambiental, nuestros retoños la mamarán; si por el contrario, no la tenemos, no esperemos que se las enseñen y la aprendan en la escuela o con los amigos; pero sobre todo, que ellos puedan contar en el futuro con una tierra sana.
Se llegó a comentrar que la pandemia actual ha sido una oportunidad para reencontrarse con uno mismo y valorar lo que se tiene: salud, familia, trabajo, alimento, vivienda, ropa, calzado, sitios de esparcimiento, amigos, etc. También una oportunidad para que en muchas ciudades del mundo sus habitantes volvieran ver, o vieran por primera vez, cielos azules y noches estrelladas. Además una oportunidad para revalorar el mundo en el que vivimos y poder crear una nueva cultura ambiental alejada del consumismo.
¡Alto! Paremos de soñar y volvamos a la “nueva normalidad”. Así como hubo evidencias durante la cuarenta de un mundo natural que se estaba limpiando y recuperando por sí mismo, dando una clara muestra de que si dejamos de ensuciarlo, contaminarlo y expoliarlo puede regenerarse; también en estos días nos encontramos con fotos publicadas por Greenpeace de la “nueva basura” que estaba llegando a los mares: guantes y cubrebocas (¡claro que sin dejar de estar presente la basura normal! bolsas, plásticos, latas, unicel, etc.). Pero no es necesario ir tan lejos, estamos aprendiendo a ver con normalidad en nuestra ciudad la aparición de estos aditamentos tirados en las calles y en las banquetas. ¡En serio! ¿Vamos a heredar a las nuevas generaciones la cultura de la desruccioón ambiental, la contaminación y la enfermedad como algo “normal”?
En el momento actual, con la contingencia sanitaria provocada por el Covid-19 es muy importante que nos cuestionemos qué clase de cultura ambiental y sanitaria estamos heredando a las futuras generaciones. Estimado lector y lectora, lo exhortamos a que deje de ver como algo normal la destrucción y la contaminación de nuestro planeta, así como la enfermedad que esto genera en nuestro entorno y en nosotros, y que, por el contrario, desarrolle el amor por su tierra y a cuidar la salud de ésta. Esto transmítaselo a sus hijos como algo que debe formar parte de su propia cultura. Ellos, la Tierra y las futuras generaciones, sin duda, se lo agradecerán.
Excelente texto. Recuerda la responsabilidad del Estado, al tiempo de subrayar la de las familias.
El Gobierno del Estado de Aguascalientes, a través del Instituto de Educación, tiene facultad para decidir el contenido de la materia “Asignatura estatal”, que se imparte a la totalidad del estudiantado de secundaria: ¿por qué no diseñan esa materia justamente para dar a conocer las riquezas naturales y biodiversidad locales así como para inculcar el amor y el respeto por nuestros ecosistemas?