Estados Unidos se ha visto seriamente retado ante la pandemia mundial de Covid-19. En ese momento es cuando verdaderamente se han puesto a prueba las habilidades de liderazgo de Donald Trump y sería difícil negar que ha sido un rotundo fracaso. Un número de muertos que incrementa sin parar, un equipo de epidemiólogos que no se ha reunido en meses y una economía que se encuentra en su peor crisis en cien años son solo algunos de los temas que los asesores del presidente deben hacer marometas por justificar en sus conferencias de prensa.
Por otra parte, el movimiento de protestas en las calles en contra del racismo y la brutalidad policiaca refleja un amplio descontento social. La respuesta de Trump ha sido tardía y contradictoria. Por un lado, firmó una simbólica orden ejecutiva prohibiendo el uso de ciertas llaves estranguladoras por parte de la policía. Por el otro, organizó un evento de campaña el 19 de junio, coincidiendo con una conmemoración conocida como Juneteenth (una combinación de las palabras para decir “junio” y “diecinueve” en inglés). Esta fecha recuerda el momento en que los últimos afroamericanos supieron sobre la abolición de la esclavitud, al honrar a una comunidad afroamericana que se enteró en esa fecha de que el presidente Lincoln había proclamado el fin de dicha práctica cerca de dos años antes.
Además, en la misma fecha en la ciudad de Tulsa –donde se llevó a cabo el evento– en 1921 una turba enfurecida de residentes blancos salió a asesinar personas afroamericanas y destruir sus negocios, luego de que un joven de la comunidad fuera acusado falsamente de una violación. Esta era una de las zonas afroamericanas más prósperas del país, conocida como “El Wall Street Negro”. En el asalto se emplearon armas de fuego, explosivos e incluso aviones para bombardear las tiendas de los residentes. Se trata de una de las masacres raciales más grandes de la historia estadounidense: dejó cerca de 300 muertos afrodescendientes según algunos estimados. El peso simbólico y el guiño hacia la derecha racial fue tan descarado que, provocó una indignación tal que la Casa Blanca decidió posponer el evento por un día, al sábado 20.
En la semana antes de este Trump Rally –que considero personalmente que inaugura la parte final de una campaña larguísima– la coalición electoral de Donald Trump parece estarse debilitando significativamente. Dos decisiones de la Suprema Corte de justicia en la semana pasada le han dado fuertes golpes al presidente. La primera fue la del día 15 de junio que prohibió la discriminación en contra de personas LGBT por parte de dueños de establecimientos, contraviniendo el famoso “nos reservamos el derecho de admisión”. Días después, la corte detuvo la suspensión del programa DACA, que daba a las personas indocumentadas llevadas a EEUU como niños y criados en dicho país un estatus de “acción diferida” en términos de su deportación, sin darles acceso plena a la ciudadanía estadounidense. Tras esta decisión, el programa renovará el status de millones de personas con esta condición, aunque aún puede ser bloqueado por el presidente.
Ambas sentencias afectan a partes centrales de la base electoral de Trump. Muchos evangélicos tenían dudas sobre un candidato con una moralidad tan cuestionable, pero apoyaron al empresario en 2016 pensando que los jueces que nombraría a la Suprema Corte llevarían a cabo su agenda religiosa. Las personas que se oponen a la migración también pensaban que iban a tener un poder judicial favorable a la política migratoria asesina de los Estados Unidos bajo la presidencia de Trump y fueron igualmente decepcionados. En un momento cuando la popularidad de Trump está en su punto más bajo y las encuestas lo colocan detrás de un candidato demócrata que tiene una fracción de su presencia en medios, esto son malas noticias para el ex conductor de “El Aprendiz”.
Sin embargo, puede ser que esta celebridad convertida en político tenga un as bajo la manga. Yo personalmente, no le veo por dónde.
By the way: No ha recibido tanta atención mediática la crisis humanitaria que se ha desatado en Centro de Detención Migratoria de Otay Mesa, en San Diego, donde las personas ahí encarceladas han sido vulnerados, agredidos e incomunicados en medio de la pandemia. Los migrantes ahí encerrados no han sido proporcionados con condiciones para evitar el contagio, lo que ha llevado a que el virus se extienda entre los reos. Recientemente, el celular desde el que se comunicaban algunas personas ahí detenidas fue bloqueado. ¿Qué están haciendo el consulado de México en San Diego y la SRE?