2 de junio, Día Internacional del Trabajo Sexual

Con motivo del Día Internacional del Trabajo Sexual (2 de junio), LJA.MX preparó una serie de entrevistas con personas trabajadoras sexuales con el propósito de visibilizar la falta de reconocimiento a sus derechos laborales y humanos, cómo se les empuja a la clandestinidad, a laborar en condiciones insalubres y peligrosas, junto con la criminalización a su persona al asociar el trabajo sexual como una actividad delictiva. Erradicar estos estigmas y respetar sus garantías individuales les daría oportunidades de vida, las libraría del proxenetismo y la trata de personas, las alejaría de la violencia que padecen de forma sistemática en lo institucional y en las calles.
El trabajo sexual es real, sin importar si es legal o no, se lleva a cabo sin esperar los miles de debates alrededor que no les garantizan en lo inmediato sus derechos ni su seguridad. Desde este espacio, pretendemos darle voz al trabajo sexual, lejos de una mirada clasista y estigmatizadora. Los y las trabajadoras sexuales no necesitan ser salvadas y mucho menos estar bajo el tutelaje del Estado ni de otras personas, necesitan que se les sean garantizados sus derechos.
Tere González
Me gustaría un día que una persona se parara en la calle solamente un día, para que se dé cuenta todo lo que implica el trabajo sexual. Yo lo ejerzo desde hace un año, y es por el momento mi única fuente de ingresos.
Cuando inició la pandemia se bajó muchísimo el trabajo, en las calles, en las máquinas, pero la verdad es que no puedo llorar porque no tengo trabajo ni clientes, no, mijita, no nada más tú, me digo, sino también restaurantes, bares, cines. Si no es por mi familia estuviera pasando hambre o frío, no tendría para pagar un alquiler, no tendría para comida, que los apoyos que se han distribuido del ayuntamiento o de gobierno han sido raquíticos, se nos apoyó en el momento en que hicimos la marcha, pero ya ahorita no, no hablo de lo monetario, sino de las despensas, una despensa dura una semana, tal vez.
Para mí, el trabajo sexual es una fuente de ingreso, es un trabajo al cual se le debe de respetar y se le debe de guardar sus horarios, como cualquier trabajo. En un inicio fue muy difícil tomar la decisión, pero muy necesario, el salir a la calle con una apariencia, que se supone para la sociedad, no es la correcta, pero yo quiero vestirme y sentirme así, es muy difícil; por muchos años yo busqué aquí en Aguascalientes una fuente de ingresos, un empleo bien remunerado, pero a todas la fábricas y empresas a las que yo me presentaba sí tenían cierto rechazo, de los de recursos humanos, me decían, ‘¿sabes qué? es que te llamas Tereso, yo quiero emplear a Tereso y quiero que te presentes como tal’, y yo les decía, ‘no es mi forma de vestir y yo así soy’, y pues se me cerraron muchísimas puertas aquí en Aguascalientes; me imagino que en toda la República mexicana vivimos la misma problemática las mujeres transexuales.
Porque la mujer transexual o es puta o es estilista… así nos catalogan a nosotras en una empresa, en un negocio, en una fábrica, equis, pero no ven que tenemos los mismos conocimientos, tenemos dos brazos, dos piernas, podemos hacer el mismo trabajo de una persona heterosexual, ¿por qué me niegas un trabajo que yo puedo hacer?; desde ese momento decidí entre mis conocidas preguntar por trabajo y me decían, ‘¿sabes qué, hermanita?, vente a las calles, aquí se gana, se trabaja’. Yo decía, ‘yo no quiero ser así, yo quiero tener un trabajo normal, estudiar’, ahí es cuando yo me di cuenta cuando nosotras vivimos la discriminación, y que esa es la principal causa de que una mujer trans se vaya a las calles, si no trabajamos en las calles, no comemos.
Sé perfectamente quién soy
Ser una mujer trans ha sido un proceso largo y doloroso, vuelves a nacer, dejas de ser el niño o el jovencito, lo dejas atrás, y dices, ‘es que yo ya no quiero ser esta persona’, te llama la atención ser mujercita, transicionar, decir, ‘yo ya no quiero ser José, yo quiero ser Teresa’. Primero, verme a mí misma, decirme ‘qué es lo que realmente buscas tú como ser humano’, yo me hablaba y me contestaba a mí misma, y decía ‘yo quiero ser mujer, entonces aviéntate, afronta lo que venga, cualquier situación difícil que se te presente’, una de ellas fue mi familia, pararme enfrente y decir ‘papá, mamá, hermanas, hermanos, ya no soy José, ya soy Teresa’, y de ahí empezar con un cambio físico y sicológico para poder ser la persona que soy, me falta muchísimo por transicionar, porque es un proceso muy largo, doloroso, tanto hominizaciones, sacrificios económicos, familiares, la discriminación social que vivimos, pero para mí es un proceso maravilloso; cuando yo decidí ser esa niña yo me reí y dije ‘se murió José y nació Teresa’. Sé perfectamente quién soy y que nací siendo biológicamente hombre pero que yo soy ahorita una mujer que ya debe de pensar como tal, el ser esta mujer no me implica ser más ni menos que una mujer cisgénero, estoy a la par de ella, yo sé que no puedo tener un hijo, pero yo sé que también puedo tener una familia, un esposo, este vínculo familiar mío.
Empecé a hormonizarme hace 5 años, son unos cambios de humor drásticos, pero el hecho de verte y tocar partes de tu cuerpo que no tenías, las bubis, seguirme viendo, decir, todavía no soy la chica que quiero ser pero ahí voy… La pasé muy mal en un inicio, cuando se lo comenté a mi familia, obviamente se los comentó José y dijo ‘¿saben qué? soy gay, no, no es cierto, cómo que mi niño’, ‘no, no, yo soy gay’. Yo duré muchos años de mi vida como gay, no me maquillaba ni nada; al final me corrieron de la casa, me salí un año y cuando yo me di cuenta que quería ser esta me presenté con mi familia y les dije ‘soy yo, soy Teresa, no soy ni su niño, ni tu hermano ni tu hijo, soy tu hija y tu hermana, y si no les parece me puedo retirar en el momento que ustedes me digan’.
Gracias a Dios tuve que pasar por ese proceso de alejamiento familiar para que ellos se dieran cuenta que no era su niño, sino su niña. Ahora me respetan, me quieren, claro, con todo con lo que lleva un respeto familiar, que la primera vez que mi mamá me vio como mujer me dijo, pero no quiero que me traigas a ningún hombre a la casa, ¿eh?, y yo me quedé así de y luego ¿cómo?, pues si tengo que casarme. Ellos saben a qué me dedico, hice un bonito vínculo familiar y ellos se enteran de todos mis movimientos, ellos saben por todo lo que yo he pasado.
Este es un trabajo que hay que respetar
Cuando salí yo de casa y me empecé a vestir de mujer empecé también a trabajar en esto, de eso hace unos 10 años, en ese momento no fue algo que me gustara, vas con un nervio, porque en primera, no conoces a las personas que te van a tocar, no conoces la calle y no conoces los peligros a los que te estás enfrentando, que los vas conociendo conforme pasa el tiempo, vas conociendo a los clientes, quién es bueno, quién es malo, quién no paga, quién sí; este es un trabajo que hay que respetar, ser constante, porque si no eres constante, dejas de ver a un cliente y luego lo vuelves a ver y no te acuerdas si te hizo algo bien o mal, si te ofendió, en las calles ya tenemos cierto conocimiento, con las compañeras nos decimos, con este sí te vas, con este no, este sí paga, este no, pero obviamente entras a trabajar con un miedo, literal, te tiemblan las piernas, no puedes hablar, no sabes expresarte porque no sabes cómo va a reaccionar la persona con la que tú estás.
Yo decidí alejarme la primera vez de las calles porque… llegó un tipo, ‘¿cuánto cobras?’, me dijo, me acerqué, le expliqué mi servicio, me dijo sí, y en el auto empezamos a salir de la ciudad, comenzó a tomar carretera, cuando a mí se me hizo muy lejos dije, pues ‘¿qué onda? a dónde vamos?’, pues vamos a mi casa, no reaccioné en ese momento ni pensé en lo que me podría pasar. Llegando al domicilio se me hizo muy extraño porque no tenía nada, estaba sola la casa, no tenía muebles, y dije ‘bueno pues en el piso y adelante’. Cuando él empezó a tocarme, lo hacía de una forma tan… como sicópata, me empezó a ahorcar, me empezó a jalar el cabello, de cierta forma me golpeaba, yo creí por un momento que era sexo rudo, me lo habían platicado mis compañeras ‘ay, hermana, ¿no te han jalado, no te han golpeado?, esos tipos pagan muy bien’, entonces yo creí ilusamente, ingenuamente, que era eso, cuando empezó a abusar de mí, yo lo miraba como un servicio, nunca pensé que fuera una violación, no supe cuando se volvió una violación. Me golpeó, me encerró, y recuerdo sus palabras ‘te vas a morir’, yo me quedé estupefacta, ‘es cierto o está bromeando, está jugando conmigo’.
Yo tenía 23 años, y yo no sabía, no conocía del todo el trabajo sexual, no sabía lo que pasaba en ese momento. Entonces él se fue de la casa y me dijo que iba a buscar la herramienta para matarme, me lo dijo a la cara, ‘voy a salir a buscar la herramienta para matarte porque de aquí no te vas’. Pero bajaron los ángeles y toda la corte celestial. Como Dios me dio entender salí de ese lugar, me salí por una ventanita de un baño y que empiezo a brincar como Gatúbela, casa tras casa tras casa hasta llegar a una avenida muy grande, por donde habíamos pasado, y en eso veo el carro que venía entrando de regreso y dije ‘si me ve, me mata’, y empecé a correr hacia el monte y corrí y corrí. Llegué a mi casa hasta el otro día, arañada de los pies, golpeada, y recuerdo que me metí a bañar y dije ‘no vuelvo a salir a la calle, jamás’. Han pasado ocho años y me sigue dando miedo, me siguen sudando las manos, tiemblo de acordarme. Una pasa por mucho, por ser una mujer trans, por estar trabajando en la calle, tú misma te excluyes para ser tú, para no tener que andarle diciendo a la gente, ‘ay, soy puta’, es mucha vergüenza la que siente una, mira, cuando una llega a un lugar social lo primero que una piensa es ‘ay ¿y si me vio?, ¿si esa gente sabe a qué me dedico?’.
Las calles están solas
La estamos pasando mal, somos un sector muy vulnerable, rezagado, discriminado, excluido. Hace unos días fuimos a trabajar a la calle, no podemos quedarnos confinadas, necesitamos comer, y pues llegaron policías municipales y se llevaron a diez chicas, entonces, yo sí digo si tú como alcaldesa, como gobernador no piensas apoyarme, pues de perdido déjame trabajar, diles a tus uniformados que me dejen trabajar, no tengo trabajo y si salgo a trabajar me arrestan, pero aunque no estemos en pandemia, siempre hemos vivido abuso de autoridad, nos piden sobornos, de esto vivo, si gané en la noche 300, 400 pesos, son los mismos que me quieres quitar. Se ha seguido pidiendo el apoyo de despensas. Salma Luévano no trae apoyos, ella ve el beneficio para ella misma y lucra con las personas transexuales, ha discriminado a cientos de chicas, trabajadoras sexuales, estilistas, no les está dando el apoyo, se me hace una forma muy discriminatoria, y pues si ya que va a lucrar con la bandera, apoya parejo.
Imagínate, estaba leyendo que el virus llegó para quedarse y nuestro trabajo es puro contacto físico, ¿qué vamos a hacer? ¿videollamadas? si los clientes a veces no quieren pagar un servicio físico, menos una videollamada. mira yo tengo contacto con mis clientes, gracias a dios he tenido apoyo con ellos, me depositan, los 200, 300 pesos, ahorita tengo el apoyo de una hermanita de Morelia, Michoacán, me dice que aunque todos estamos en la misma situación pues algo al menos, te das cuenta que hay apoyo, una hermandad a pesar de todo. Y pues la seguridad ante todo, no he tenido contacto físico durante la pandemia, las calles están solas…




