EMEEQUIS/ Joselo Rueda
¿Ya vieron Mindhunter de David Fincher? ¿O American Crime Story, sobre el juicio de OJ Simpson y el asesino de Gianni Versace? Bueno, imaginemos que la versión latina de estas épicas series fuera hecha por los creadores de La casa de las flores o Cindy la regia y que estos produjeran algo similar para una historia que sucede en México. La desaparición y muerte de la niña Paulette Gebara Farah es uno de los casos más mediáticos que además de requerir gran tacto y seriedad para ser abordada, se antojaba para ser gran material de una serie. Pero prefirieron hacer una telenovela. Y no es broma, en verdad se las encargaron a los realizadores de Cindy la regia y La casa de las flores, comandados desde Colombia por la casa productora Dynamo. Sí, desde Colombia, como ya es costumbre de diversas producciones de Fox, Netflix y Amazon, la elaboración de los productos latinos se manda para allá.
Cabe aclarar que, en el mundillo de la producción y por una cuestión de ego, a lo que antes se le llamaba “telenovela” (una historia por entregas), los realizadores contemporáneos prefieren denominarle “serie”. Los imagino en las reuniones de preproducción y levantamiento del proyecto argumentando el uso de la “técnica de cine” (es decir, que rehúsan emplear varias cámaras para trabajar con una sola).
Para hacer un “homenaje” a los viejos vicios de productos tipo telenovelas de Televisa y TV Azteca, los realizateurs de La búsqueda se preocupan de que sus personajes se vayan a dormir y despierten perfectamente maquillados y peinaditos, como dicta el canon de las telenovelas (nos recuerda al personaje de Jeff Daniels en La rosa púrpura del Cairo). Por supuesto, eso debe ser más importante que revisar guiones, casting y dirección. Ah, y las pelucas. Ahorita les cuento de las pelucas.
Hay que señalar que La búsqueda tiene una extraña mezcla de talento histriónico. Con participaciones secundarias, aparecen actores buenísimos y conocidos en el medio, como Silverio Palacios. Otros sorprenden con personajes discretos (Olinka Velázquez como la nana Érika, quien destaca en sus breves intervenciones por su calidad actoral). También se logra un excelente protagónico de Verónica Bravo (quien es un clon de Lizette Farah, madre de Paulette). Pero, al final, este reparto fracasa por los desatinos en la dirección de actores y las terribles líneas de diálogo. Ni el director y creador, Santiago Limón, ni los productores, tuvieron la capacidad de percibir estas inconsistencias desde el casting y las sesiones de lectura de guion.
Personajes caricaturescos
Y es que la reducción de algunos personajes a un plano caricaturesco le pasa factura al resultado final. Las parejitas de policías y funcionarios son las que más afectan el desarrollo “serio” de la trama. El procurador mexiquense Alberto Bazbaz está tan reducido a ese nivel de “ineptitud” chistosita, que la caída trágica final del personaje carece del peso que debería tener.
Es tal el abaratamiento de la visión del director para dar el tono adecuado a la serie, que en los créditos la dupla de judiciales aparece como “policía bueno” y “policía malo”. Y así los pintó el realizateur, de un brochazo, y los llenó de los lugares comunes del policía de telenovela. Aclaremos que, al parecer, los actores que la hacen de agentes contaban con buena tela, pero la obtusa realización los convirtió en una dupla de comediantes chafas. Y así nos podemos seguir con otros actores tremendamente malos, como los que personifican a Mauricio Gebara o a Karla, prima de Lizette.
Echemos más leña de telenovela. La persona que musicalizó la serie (perdón, telenovela) se esforzó por saturarla. Tanto de música original, diseño de audio o sonoro, como de rolas por las que se pagaron derechos. Hay demasiada música y en muchos casos su uso es desafortunado o forzado para el tono de la trama. Habría que recordarles que menos es más. Pero así es como se musicalizan productos del tipo La casa de las flores.
Seguro en las reuniones de preproducción que comentábamos, el director defendió su arte al grito de “¡quiero llevar una sola cámara!”, “¡hacerlo con ‘técnica de cine’!”. Y sin duda hay un esfuerzo por buscar planos interesantes, iluminación atenta y adecuada, y una excelente fotografía de la talentosa DP Dariela Ludlow… pero a la serie sobre el caso Paulette no le alcanza el talento de un miembro del equipo para llegar salva al otro lado.
Por otro lado, los diálogos no ayudan en nada a la labor de los actores. Algunos los sortean con su talento. Es el caso de Guillermo Villegas, actor del video viral “Harina” (¿qué me ve, Ramírez, qué me ve?), quien hace un gran papel y hasta se sobrepone a frases cliché del tipo “la amistad es una plantita y hay que regarla”. Pero a otros les da en la madre la falta de naturalidad, fluidez y creatividad de los guionistas. Al procurador Bazbaz le cuesta con calzador hacer funcionar el “entre lobos hay que aullar como lobos”. Pero ni modo, estaba en el guión y eso quiere el director, un texto plagado de frases clichosas de relleno, como un intento de hacerlo “coloquial” y “mexicano”.
Resulta curioso que los actores que mejor se desempeñan en La búsqueda son los que vienen del género de comedia. Parece que ellos sí entendieron la seriedad del tema. Ya mencionamos al actor del viral “Harina”, quien destaca en cada intervención. Y en “Harina” también aparece como Ramírez la misma actriz que encarna muy bien a Lizette Farah. Con nombres como Silverio Palacios, Anabel Ferreira como la mamá de Amanda, los intérpretes con vena cómica resultaron las mejores cartas para salir al quite.
Un ajuste de cuentas
En los círculos de guionistas de series y documentales se comenta con insistencia que Lizette Farah asesoró paso a paso la producción del “telenovelón”, por eso vemos que los malos del cuento son el procurador Alberto Bazbaz, quien la habría tratado mal, y el propio papá de Paulette, quien según el relato de Netflix sabía dónde estaba escondido el cadáver de su hija. Todo parece indicar que la serie sirvió como un ajuste de cuentas.
Tan desatinada es la investigación (o fue influida por dichos intereses), que la ahora senadora chapulín Lilly Téllez (Carolina Tello en la serie, interpretada con solvencia por Regina Blandón… hasta donde se lo permitió el director), aparece como la adalid de los derechos humanos. Mártir del periodismo “de investigación”, Tello es la ambiciosa reportera que lucha por hacerse un espacio en los medios “serios”.
¿Y cómo evitar tirar carrilla a un producto que lleva el aroma de telenovela? ¿Cómo no mofarse si en una producción con harto presupuesto nadie puede notar que las pelucas de los actores reducen a un nivel pueril su participación? Uno se distrae con la peluquita mal hecha de Mancera, de Pati Chapoy, de Adela Micha. ¿En serio? ¿Nadie en el set le dijo al artista Santiago Limón que se veían horribles? El pelo postizo echa por tierra las buenas interpretaciones, como la imitación de Adela Micha.
¿No les dieron risa las miraditas enamoradas entre Bazbaz y su achichincle Bonilla cuando se despiden? Pero el momento más chafa de la serie (por culpa del guion) para mí es, sin duda, cuando el procurador Bazbaz tiene su epifanía de llamar al FBI mientras mira la película El silencio de los inocentes y a la Jodie Foster como Clarice (¿o era Michael J. Fox?). ¿Qué esperar de un producto que se fusiló el nombre de American Crime Story y se apañó Historia de un crimen? Por cierto, La búsqueda es en realidad una segunda temporada. La primera se llamó Colosio. Sí, también producida desde Colombia.
La distancia, el tacto, el tono dramático y la seriedad del caso (el fallecimiento de una niña), son materia pendiente del currículum de estos realizadores, creadores y productores. Desde nuestras casas, todos opinamos sobre lo que vemos en las noticias. A veces olvidamos que se trata de personas reales, porque se ven allá, del otro lado de las pantallas, de las letras, de los medios. Pero detrás hay gente sufriendo, cuyas vidas fueron afectadas. El único momento de sensibilidad destacable ocurre cuando en el resumen de los finales de los protagonistas se muestra que las nanas son las únicas a quienes les importó Paulette. Un cierre muy duro. Pero aun así, nada mejor que darle en la madre al final de la serie con un trío al estilo de Los Panchos, cuando las caídas dramáticas de Lizette y Amanda son acompañadas con la canción Puro Teatro… Esperen, no son Los Panchos. Ni son mexicanos. Son Los Condes y son boricuas. Excelente idea mandar todos los productos audiovisuales latinos a hacerse desde Colombia. ¡Ah! Y no se pierdan Cindy la regia, del mismo realizador. Para seguir su filmografía.
*Ficha técnica: ¿Serie? Telenovela producida por Dynamo Colombia y creada por Santiago Limón.
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