
Elogio en boca propia es vituperio, acierta el refranero popular, a pesar de ello, el presidente Andrés Manuel López Obrador no duda en indicar en su mensaje con motivo del Segundo Informe de Gobierno que “No es para presumir, pero en el peor momento contamos con el mejor gobierno”. Un tetratransformista defiende el derecho a describir así a su gobierno porque cada quien habla de la feria como le fue en ella, además, revira, ustedes los medios conservadores nunca hablan de lo bueno del gobierno, sólo difunden noticias falsas, por eso el presidente tiene que decir lo bueno que es. Ya no sigo el intercambio, escapo en silencio, citando a Groucho Marx: “Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota”.
Otra frase de Groucho Marx que López Obrador pudo utilizar en su mensaje: “¿A quién le va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”, en especial cuando refiere que pronosticó que “la crisis económica provocada por la pandemia sería transitoria; dije que será como una V, que caeríamos pero que saldríamos pronto; afortunadamente así está sucediendo. Ya pasó lo peor y ahora vamos para arriba; ya se están recuperando los empleos perdidos, se está regresando poco a poco a la normalidad productiva y ya estamos empezando a crecer”.
No vale la pena desgastar citas de Groucho Marx en el mensaje de López Obrador, él está en todo su derecho de creerse sus otros datos y reiterarlos ante sus invitados, lo importante es el contenido del informe que Olga Sánchez Cordero entregó al Congreso de la Unión para su análisis, porque de eso se trata, de un ejercicio de rendición de cuentas, no de si López Obrador extraña el día del presidente en el que se interrumpía al titular del Ejecutivo con salvas continuas de aplausos o su adicción al diálogo circular que dice ser la conferencia matutina, al grado de convertir cualquier aparición pública en una réplica de su perorata secular.
El Informe de Gobierno es un documento que por mandato constitucional debe referir de manera integral, detallada y veraz el estado que guarda la administración pública y debe ser entregado al Congreso de la Unión, a lo largo del tiempo se ha modificado el papel que juega el presidente en turno, que si era una oportunidad para dirigir un mensaje, un informe ante el Poder Legislativo en el que no se le podía interrumpir, una comparecencia en la que debía atender los cuestionamientos de los legisladores… hasta que quedó en la obligatoria entrega de un informe por escrito que debe analizar el Poder Legislativo.
Inmediato al mensaje de López Obrador, múltiples analistas dedicaron tiempo y esfuerzo a verificar los datos propuestos por el presidente en su mensaje, no salió bien librado del ejercicio, pero se puede justificar indicando que no es su obligación. La rendición de cuentas la tendrán que cumplir los legisladores, con la glosa del informe, esa serie de sesiones a puerta cerrada donde intercambian puntos de vista y las comparecencias de los secretarios de estado que son aprovechadas para el intercambio de insultos y loas.
El viejo lobo de mar que es Porfirio Muñoz Ledo escribió en su cuenta de Twitter: “El análisis del Informe Presidencial en Cámara de Diputados sigue siendo solemne y anticuado, con discursos sucesivos en vez de verdadero debate. Moralistas hablando de economía y economistas hablando de moral. Los parlamentos democráticos no funcionan así”. Centrar el esfuerzo en los dichos del presidente López Obrador sólo nos alejan de la posibilidad de conocer el verdadero estado de la administración pública, con información oficial, con datos duros; sólo exigiendo al Congreso que realice su trabajo se podrá enmendar el rumbo.
Coda. En el cierre de su mensaje, López Obrador se quejó de la ausencia de dos invitados, el fiscal general de la República y al presidente de la Suprema Corte de Justicia, justificó que no pudieron asistir indicando que antes esas cosas no pasaban con la siguiente frase matona: “tienen la arrogancia de sentirse libres” y no pude evitar comparar su lamento con el de Segismundo en La vida es sueño de Calderón de la Barca: “¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice! / Apurar, cielos pretendo, / ya que me tratáis así, / qué delito cometí / contra vosotros naciendo; / aunque si nací, ya entiendo / qué delito he cometido”.
@aldan