Estas semanas han sido caóticas y dolorosas. Han sido agotadoras: miles de ciudadanos hemos estado luchando contra el poder máximo del Presidente en todos los frentes. No somos golpistas, sólo queremos una transformación real. Queremos que cumplan lo prometido, puesto que estamos hartos de vivir en un círculo donde cada sexenio termina en traición, en una falsa esperanza.
Vivimos en un momento histórico donde por primera vez en veinte años hay mayoría en el Congreso, un sólo partido controla dos poderes de la República. Desgraciadamente, en lugar de caminar al México del mañana estamos retrocediendo, a aquellos días que yo sólo conocía por mis clases de Historia.
Por ello, esta semana decido publicar una carta dirigida a la bancada oficialista en el Congreso de la Unión. Si alguien tiene el poder para limitar las locuras presidenciales, para conducir la transformación del país, son ellos.
A los legisladores oficialistas:
Creo que ningún ciudadano debería estar en desacuerdo con el presidente respecto a su diagnóstico sobre la corrupción, la desigualdad y la pobreza. Las instituciones políticas y económicas le han fallado a la sociedad mexicana y, por ello, se requiere una transformación (radical) del Estado.
Pregúntenle a mi generación, pregúntenle a toda la juventud si están a favor de un cambio social, político y económico profundo. Estoy convencido que la mayoría dirá que sí. Ahora pregúntenle al resto del país, la gran mayoría lo quieren y desean. Ya sería tiempo de dejar de enfatizar esto, pero López Obrador no ha dejado de decir que aquellos críticos de su gobierno quieren mantener el status quo.
Esa no es la manera de gestar una transformación auténtica, que se queda en discurso. Nos están demostrando que no tienen principios o valores. Sus políticas son radicalmente opuestas a lo que pregonaron en campaña y durante los últimos sexenios de la ‘era neoliberal’. Se supone que son populistas, así se han concebido y así han sido tachados, pero en realidad se guían por la arrogancia y no la voz del pueblo. Son los nuevos caciques.
La semana pasada, grupos de activistas en favor de entablar un diálogo con el grupo gobernante se manifestó en el palacio del Senado mostrando su desacuerdo a las decisiones arbitrarias que pretenden imponer respecto a (una parte de) los fideicomisos públicos. Precisamente, esos grupos de académicos, científicos, artistas y defensores de la libertad de expresión y los derechos humanos estaban allí haciendo explícito que desean un cambio, que luchan por un cambio, y no un retroceso como el que está impulsando el presidente y ustedes pretenden avalar.
Para el presidente todo contrario a él es enemigo. El presidente dijo sobre las voces ciudadanas que se han manifestado contra esa locura: aquellos que defienden los fideicomisos son corruptos y están en contra de la transformación del país. Y ustedes no dijeron nada. Al mismo tiempo, de manera cínica, aumentaron los recursos de los fideicomisos de la Sedena. Y ahí, el presidente no dijo nada. Y ustedes tampoco.
Su discurso contra la corrupción puede que esté sirviendo para ganar la opinión pública, puede que les sirva para ganar en el corto plazo elecciones. A pesar de todo, su estrategia no sirve para construir un mejor México: eliminar instituciones no resuelve los problemas públicos.
El presidente dijo claramente sobre el caso del exsecretario Salvador Cienfuegos Zepeda: culpar al Ejército por lo que hizo Cienfuegos no es justo, no se puede generalizar. Entonces, tampoco se debe culpar a todos los fideicomisos, que son importantes para el desarrollo del país, por los actos de corrupción que se encontraron en la minoría de estos.
Por cierto, preocupa que siendo el ejército la institución de mayor confianza entre los mexicanos no exista voluntad del presidente ni de ustedes para reformarla. Al contrario, la cuarta transformación está perpetuando aquellas prácticas corruptas y de descomposición que imperan en los cuerpos militares. Lo que hacen es estafar al pueblo mexicano: se dicen ser diferentes y enemigos del régimen neoliberal, pero están consolidando la estrategia de seguridad que el antiguo régimen impuso.
Y no sólo es en materia de seguridad o de fideicomisos, también en materia de transparencia, en migración, en derechos humanos, etc. Para mi es una decepción que un gobierno votado por más de 30 millones de personas este destruyendo cada una de sus promesas, traicionando la confianza del electorado descaradamente. No dan esperanza, dan vergüenza.
Estimados, es deplorable la manera en la que están haciendo política. Cada día se abren más frentes. Muchas de las batallas que están creando son contra grupos que depositaron su confianza en ustedes.
Si siguen así, al final esta transformación se quedará en las palabras, otra decepción más, otro episodio de esperanza. Si no quieren lo anterior, hagan el esfuerzo mínimo de ser líderes, de escuchar a la ciudadanía, de crear políticas basadas en evidencia, de abonar a la unidad y no a la polarización. Ustedes tienen la posibilidad de reconducir la transformación. Sean pues, lo que son, representantes.
Su deber no es cumplir con los caprichos de un individuo, no son una asamblea consultiva y esto no es una monarquía absoluta. Son una institución independiente, investida por el pueblo. Disentir con el Ejecutivo no es un mal, es una necesidad de toda democracia. Aún están a tiempo de recuperar la confianza del ciudadano; si gritan que son diferentes, refléjenlo en las decisiones que toman.
Atrévanse a romper el círculo. Atrévanse a construir un México para todas y todos, y no sólo para un hombre. Recuerden lo que fueron, porque hoy más que nunca ya no es tan fácil distinguir aquellos de la mafia del poder y ustedes, vivimos el final de Rebelión en la Granja.
Hoy les pido su voluntad para rectificar sobre las decisiones que votarán, propondrán e impondrán sobre futuras generaciones. Les pido que regresen a sus ideales, a sus principios. Insisto, aún están a tiempo. Ustedes representan la oportunidad de conocer una sociedad más justa y democrática. Y si no pueden hacerlo, si no quieren hacerlo, se los recordaremos.
@MiguelMojica