El tercer vínculo y el caso Cienfuegos/ Taktika  - LJA Aguascalientes
03/12/2024

Palacio Nacional, Ciudad de México. 19 de octubre de 2020. En el transcurso de su conferencia de prensa matutina, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, responde una pregunta sobre el caso Cienfuegos: “El martes, mañana, vamos a saber. Y si no tiene la libertad bajo fianza, inicia allá el proceso con las audiencias y la presentación de las pruebas para saber quiénes –en el caso de ser él responsable, culpable– quiénes participaron, …en la protección…a los Beltrán Leyva”.

El Ejecutivo Federal desliga al Instituto Armado: “No debe culparse a todas las Fuerzas Armadas y tenemos que cuidar a una institución tan importante como la Secretaría de la Defensa Nacional…aun con todo lo lamentable y escandaloso que sea, no se puede desacreditar de tajo a una institución tan importante para el Estado mexicano como es la Secretaría de la Defensa Nacional”.

La escena arriba mencionada sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar qué es “el tercer vínculo” entre los Estados Unidos y México y si el caso Cienfuegos podría afectar esta relación.

Entre 1847 y 1994, la Unión Americana fue el principal adversario de México, pues, en 1847, sufrió la pérdida de la mitad de su territorio a manos de sus vecinos angloamericanos. Luego, durante la Revolución Mexicana (1910-1920), los estadounidenses intervinieron dos veces: en 1914, el desembarco en Veracruz; y, entre 1916-1917, la Expedición Punitiva.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), México se alineó al bando aliado –el Imperio británico, la Rusia soviética y los Estados Unidos de América– tras ser hundidos buques mexicanos por submarinos alemanes en el Golfo de México. En plena contienda, los estadounidenses querían instalar bases militares en la Baja California. Sin embargo, el jefe de la Región Militar del Pacífico, el expresidente Lázaro Cárdenas del Río, realizó malabares diplomáticos para lograr un doble objetivo: atesorar la concordia con el vecino estadounidense sin dañar la soberanía nacional.

Al inicio de la Guerra Fría (1947-1991), los Estados Unidos, en su lucha por detener el avance de la Rusia soviética en el Hemisferio Occidental, presionaron para lograr dos objetivos: adherir a México al Convenio Bilateral de Ayuda Militar a Latinoamérica; y “construir bases militares…en la isla de Cozumel, Quintana Roo, y en La Paz, Baja California Sur”1. Sin embargo, México se opuso, por motivos constitucionales e históricos, a la presencia en suelo nacional de aviadores, marinos o soldados estadounidenses.

En 1971, el presidente de la Unión Americana, Richard Nixon, declaró que el “abuso de las drogas” era el enemigo público número uno. Dos años más tarde, se creó la Administración de Control de Drogas (DEA, por su acrónimo en inglés). Desde entonces, el narcotráfico se añadió a la agenda bilateral Estados Unidos-México.

A partir de entonces, la presencia de la DEA se incrementó en territorio nacional. En particular, en los estados de Jalisco y Sinaloa. Fue precisamente en la capital jalisciense, en donde en febrero de 1985, el agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena Salazar, y su piloto mexicano, Adolfo Zavala Avelar, fueron secuestrados, torturados y ejecutados por miembros de la delincuencia organizada, con la presunta colusión de autoridades civiles.

Por la razón arriba mencionada, la DEA tomó “actitudes abiertamente hostiles contra México. Usaban sus contactos en el Capitolio y cada vez que salía algo mal en México, filtraban información…al Congreso y a la prensa”2


No obstante, la dinámica entre la Unión Americana y la República Mexicana cambió con la entrada en vigor, en enero de 1994, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y, en 1995, el rescate financiero fraguado por el mandatario Bill Clinton. Aprovechando el contexto, en octubre de 1995, el secretario de Defensa, William Perry, visitó la Ciudad de México y propuso instaurar el “tercer vínculo”. Es decir, aumentar los lazos castrenses para complementar la creciente integración económica y diplomática entre ambos países.

Los gobiernos de Ernesto Zedillo y Bill Clinton nombraron a dos exmilitares para dirigir la lucha contra el narcotráfico: Jesús Gutiérrez Rebollo y Barry R. McCaffrey, respectivamente. Sin embargo, Gutiérrez Rebollo fue acusado y encarcelado por proteger al cártel de Juárez, dirigido por Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos. No obstante, siempre se comentó que el general mexicano había “grabado conversaciones entre narcotraficantes que aludía a nexos entre ellos”3 y la familia política del entonces presidente de México.

Luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush estableció el Comando Norte –localizado en la base de la Fuerza Aérea Peterson, ubicada en Colorado Springs–. A partir del 2006, la Armada de México estableció un enlace permanente con el Comando Norte. Después, bajo la presidencia de Felipe Calderón, se instalaron las Oficinas Binacionales de Inteligencia, desde las cuales los estadounidenses “coordinarían con sus contrapartes en México las operaciones para desmantelar las operaciones de los cárteles de la droga, arrestar a los capos del narcotráfico y frenar las redes de corrupción”4.

En el sexenio de Enrique Peña Nieto, la Marina de Guerra mexicana, auxiliada por la DEA y el Servicio de Alguaciles de los Estados Unidos, ocupó un rol preponderante en las capturas de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera. Esto porque en la DEA, en particular, siempre ha habido desconfianza respecto al Ejército. No obstante, al final de su gestión, los secretarios de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, y de Marina, Vidal Soberón Sanz, fueron condecorados con la Legión del Mérito, por su cooperación con la Unión Americana.

El escribano concluye: la captura y probable juicio de Salvador Cienfuegos Zepeda coloca un signo de interrogación sobre una institución fundamental del Estado mexicano como lo es la Secretaría de la Defensa Nacional; los casos García Luna y Cienfuegos Zepeda abonan a la narrativa de la 4T, en el sentido de que el periodo neoliberal (1982-2018) fue un periodo de corrupción y decadencia en la vida pública nacional; y, finalmente, el “tercer vínculo” sobrevivirá porque está en el interés de los gobiernos de México y los Estados Unidos en compartir la seguridad de la América del Norte. 

Aide-Mémoire. – ¿Qué secretos esconde la laptop de Hunter Biden?

 

1.- Veledíaz, Juan. Jinetes de Tlatelolco: Marcelino García Barragán y otros retratos del Ejército Mexicano. Ciudad de México, Ediciones Proceso, 2017 p. 63

2.- Estévez, Dolia. El Embajador. México, D.F., Temas de Hoy, 2013, p. 179

3.- Oppenheimer, Andrés. Crónicas de Héroes y Bandidos. México, D.F., Editorial Grijalbo, 1998, p. 15

4.- Esquivel, J. Jesús. “La invasión de los espías”, Proceso, número 1815, 14 de agosto de 2011, p. 11


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