Salir o quedarse; trabajar o divertirse; vivir o morir… esa es la cuestión. Quédate en casa, nos dicen una y otra vez, y quienes tienen el salario asegurado y permanecen confinados, escuchan noticieros y se indignan por los reportes de fiestas y se molestan por la falta de sensibilidad de quienes salen y participan en reuniones donde la música a todo volumen obliga a gritar, esparciendo de esa forma el virus, o abarrotan los centros comerciales en busca de un Buen Fin.
¿Buen Fin? ¿Qué clase de buen fin querrán y buscarán? ¿Qué es esto? ¿Una burla? El azar ha querido que esta promoción anual se una a la pandemia que ha destruido las vidas de más de 1,000 personas y más de algún negocio…
Salir para divertirse es criminal, pero, ¿qué pasa con quienes no tienen un ingreso seguro, y en ocasiones ni siquiera un ingreso? ¿Cómo hacen ellos para subsistir?
¿Qué habrá sido de los lavacoches en los estacionamientos cerrados, en los clubes deportivos, en las universidades? ¿A dónde fueron los cuidadores de vehículos en los cines, y las personas mayores que en los supermercados embolsaban el jamón, la fruta, las verduras? ¿Y qué decir de todos aquellos a quienes ha dejado sin trabajo el cierre forzoso, indiscriminado, anclado en la vieja proclama priísta, de las “decisiones dolorosas pero necesarias”? ¿Qué ha sido de todos ellos?
En la esquina de Venustiano Carranza y Eduardo J. Correa, en el barrio de San Marcos, dos músicos esperan que alguien los contrate, y esperan contra toda esperanza, las guitarras silenciosas a un lado. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com.




