La producción e impresión de la literatura en Aguascalientes se dio prácticamente durante la segunda mitad del siglo XIX. Si bien durante los últimos años de la década de los cuarenta se empezó a imprimir literatura, especialmente francesa, fue a través de los periódicos que la literatura de manufactura local se dio a conocer a través de los periódicos comerciales que justo tuvieron su primer auge en los años cincuenta.
Pero ¿cómo se fue generando una cultura impresa propia, innovadora o novedosa? Los primeros que nos mostraron la voz propia de los lugareños fueron los sermones, representaciones y disputas personales o de oposición política, todos, a partir de la década de los treinta, justo en el periodo de la autonomía de Aguascalientes, hecho histórico que desencadenó la primera oleada de impresos de carácter local, en defensa u oposición a la misma, al centralismo y al federalismo, así como a los intereses políticos locales.
Los periódicos tuvieron un papel fundamental en la producción y circulación de la literatura, tanto local como foránea. La Imitación y El Crepúsculo, fueron los dos primeros periódicos dedicados a la difusión de la literatura y formaron de alguna manera parte del mismo proyecto: la instrucción promovida por Jesús Terán.
Ambos periódicos circularon en 1850 y son el antecedente más importante para conocer a los primeros textos y autores impresos de Aguascalientes, pese a que no conocemos un solo ejemplar de el Crepúsculo si conocemos La Imitación, editado por José María Chávez, en el cual podemos identificar a la primera generación de poetas y escritores hidrocálidos: Pablo M. Ogazón, M. Piña, J.M. Valdeña, Carlos Fragoso, Esteban Ávila y Antonio Cornejo.
Durante el periodo de 1848 a 1853 se editaron, además de folletos proautonomía de Aguascalientes, los periódicos El Látigo (1849), La Imitación (1850), La revista independiente (1851) y El Duende (1851-1853), así como los libros de literatura Los misterios del pueblo de Eugenio Sue, Ángel Pitou de Alejandro Dumas, Catálogo descriptivo de instrumentos de agricultura y El Mentor o Ayo de los niños.
Los discursos cívicos, recuerdo fúnebres y manifestaciones se convirtieron en impresos a partir de la década de los cincuenta; en esta misma década se imprimieron los primeros dos libros de literatura de autores locales, en 1854 un libro colectivo de “piezas literarias” dedicadas al gobernador en turno, José Cirilo Gómez Anaya, fue impresa por José María Chávez. Por su parte, el primer libro de un autor individual fue el de Esteban Ávila, El bucle de tu pelo, también impreso por Chávez, quien claramente tenía un monopolio de la comunicación que iba más allá de Aguascalientes.
Fue la siguiente generación de impresores, Martín W, Chávez, Trinidad Pedroza y Sóstenes Chávez, quienes influidos por su propia época, fueron introduciendo novedades en los impresos, sea de carecer técnico, visual, de composición o temática.
Una verdadera novedad fue sin duda la impresión de El despertador de los fanáticos de Juan Amador, impreso por Trinidad Pedroza en 1867, porque es el primer libro formato amplio y encuadernado de un autor nacional e inédito.
Los libros de literatura, particularmente poesía, fueron impresos constantes desde la década de los cincuenta, como oraciones, ensayos poéticos y la obra poética de Manuel Carpio. Todas estas obras antes de pasar a ser libros independientes fueron publicadas en los periódicos, haciendo de esta práctica algo común.
En pleno Porfiriato cuando se diversificó la impresión de libros de autores locales, mención especial merecen los textos y disertaciones de José María de Jesús Portugal, primer obispo de Aguascalientes, quien emprendió una lucha ideológica contra el protestantismo a través de la impresión, primero de la imprenta de Pedroza, después desde la imprenta Mariana, una de las más importantes imprentas católicas de Aguascalientes.
Surgen en este periodo las imprentas de dueños abiertamente conservadores y con ellas, la literatura de los mismos, me refiero a la familia de Eduardo J. Correa que merece en sí misma una investigación.
La imprenta de Trinidad Pedroza, la más importante en Aguascalientes durante el Porfiriato, fue sin duda la que mayor impacto tuvo por diversas razones además de imprimir para el gobierno informes, leyes y más, de sus prensas salieron libros de temática tan diversa y acorde a la época positivista: ciencia, historia, etnografía, medicina, teatro, novela, etc.
Durante el Porfiriato se vivió sin duda un apogeo en el ámbito cultural, educativo y artístico en Aguascalientes. Fieles a una tradición heredada de la familia Chávez, que pueden ser nombrados como los pioneros en la conformación de una primera élite cultural local, las élites culturales en el porfiriato se consolidaron y ampliaron, vinculadas directamente a la élite política y económica, de ahí surgieron los nombres de quienes hoy en día forman parte de nuestro panteón de artistas: Posada, Contreras, Herrán, Correa, López Velarde y años después, Ponce, Acevedo Escobedo, Francisco Díaz de León, los hermanos Fernández Ledesma, por sólo mencionar a los más conocidos.
En la literatura, el Porfiriato fue sin duda fundamental, se imprimieron por primera vez teatro, mujeres escritoras, se consolidaron autores como Jesús F. López, Antonio Cornejo, Jesús Díaz de León, José Herrán y Bolado, surgieron autores como Edurdo J. Correa, José Flores Vaca, Enrique Fernández Ledesma y muchos otros, que transitaron del Porfiriato a la posrevolución dejando un gran legado. Sobre autores antes mencionados, la referencia es sin duda el libro Horizontes literarios en Aguascalientes. Escritores de los siglos XIX y XX, un texto fundamental para comprender la dimensión creativa de Aguascalientes.