Navidad ambientalmente responsable - LJA Aguascalientes
31/03/2023

Una época en la que abundan exhortos a celebrar las fiestas de fin de año sólo con el núcleo familiar, evitando festejos que puedan resultar ocasiones de contagio, es también un momento propicio para experimentar estrategias y alternativas que nos permitan disfrutar el espíritu de la temporada atendiendo al impacto ambiental que genera. La convivencia social, la diversión familiar y el ímpetu navideño no tienen que estar peleados con el cuidado del ambiente; por el contrario, es una ocasión en que podemos hacer el bien más allá de nuestro círculo inmediato.

  • Los adornos.

Una importante fuente de basura puede provenir de las decoraciones cuando se piensa sólo en una estación y no en distintivos que puedan usarse en años posteriores. Siempre es grato encontrarse con novedades y cambios sensibles que engalanen ya el hogar, ya el entorno laboral, y ello puede llevarnos a pensar en decorados desechables; sin embargo, la creatividad puede impulsarnos a buscar o diseñar elementos que puedan configurarse en diferentes combinaciones o susceptibles de mostrar una apariencia distinta con pequeñas modificaciones.

Una decoración navideña bien pensada puede utilizarse todos los años dando identidad a un espacio a la vez que, por su flexibilidad, muestre una faceta diferente cada temporada; mejor aún, puede convocarse a la participación de la familia o el equipo para que pueda reflejar su inventiva y características únicas, de manera que, en colectivo, se encuentre la mejor combinación de estética, reusabilidad, demanda energética y facilidad de almacenaje. Prefiera opciones que no requieran electricidad y procure encender las que sí solamente cuando se amerite (si hay alguien presente y se pueda apreciar activamente).

  • El árbol y el nacimiento.

Dos debates comienzan a ser recurrentes cada año: el árbol, ¿natural o artificial?; musgo o heno, ¿fundamentales o prescindibles? Entre los rasgos a ponderarse en cada dilema, están los de carácter ambiental. No es el interés, ni alcanza el espacio, para agotar aquí los pros y contras, y mucho menos para enumerar los casos y particularidades regionales. Pero sí es pertinente hacer algunas puntualizaciones, válidas incluso para los otros cuatro rubros:

  1. Busque y evalúe. Muy a menudo, no hay soluciones ni respuestas absolutas. Lo que ha sido certificado como “sustentable” o “sostenible” en un contexto, puede ser justo lo contrario en otro. Investigue todas las opciones y compare no sólo sus características, sino cómo el uso que haría de ellas podría minimizar o aun significar un impacto positivo al ambiente.
  2. Infórmese y pregunte. No es necesario inventar el hilo negro ni partir desde cero. Si encuentra una opción atractiva en su vecindario o en su trayecto, indague amablemente sobre las experiencias que esa persona, familia o comunidad han tenido. Puede así obtener ideas y alternativas que escapaban a su alcance, además de invitar a la reflexión a quien quizá no había considerado algún aspecto. 
  • La comida.

Lo que pone en su plato puede significar desde contribuir a la extinción de especies (como lo ha expuesto Oceana), el daño a los ecosistemas y el empobrecimiento de comunidades hasta la protección de hábitats y poblaciones amenazadas y un vital impulso a las economías vulnerables. Sobre todo en ocasiones especiales, el mercado busca ponernos opciones atractivas pero frecuentemente sin ética ni respeto por el ambiente. Una buena combinación de productos locales de temporada cuya procedencia conozca o sea constatable puede poner en su mesa delicias para el paladar aderezadas con la satisfacción de hacer lo correcto. Recuerde que, por regla general, las opciones que no incluyen alimentos de origen animal tienen un impacto ambiental significativamente menor y tienden a ser más saludables e igual de apetecibles; el abanico de estas opciones es sorprendentemente amplio y en este desinteresado catálogo compendiado desde el activismo puede consultar emprendimientos locales que le desplegarán la información que requiera: https://bit.ly/3nmGpcR.

  • Los platos y cubiertos.

De todas las tentaciones que se nos presentan, una de las más frecuentes es la de los platos y cubiertos desechables. Es fácil, ligero, práctico y nadie quiere desperdiciar tiempo de convivencia en lavar, especialmente cuando el número de utensilios tiende a escalar (las comidas tienen múltiples tiempos y suele haber más comensales); además, ¡ahora hay alternativas biodegradables! Pero recuerde la máxima: “el mejor residuo es el que no se genera”. La cadena extracción-producción-distribución genera impactos ambientales y desechos de manera que, aun cuando un producto pueda biodegradarse muy bondadosamente (que no sucede en todos los casos), abusar de esta opción puede resultar igualmente nocivo para nuestro entorno

Además, de nada sirve que un desechable sea biodegradable si su uso y disposición inadecuados lo condenan al relleno sanitario (que de por sí ya es un problema socioambiental). Aproveche esta coyuntura para probar estrategias y hacer experimentos: ¿Cuánto tarda lavar los platos en familia o en equipo? ¿Se puede hacer cantando villancicos o alguna dinámica entretenida? Si cada quien lava lo suyo, ¿se distribuye la carga a la vez que cada quien es más consciente del número de utensilios que ocupa? ¿Se puede hacer un mercado familiar de “bonos de lavado” (yo lavo lo tuyo en la cena y tú lavas lo mío en el recalentado)? ¿Puede haber un “lavador designado” que tenga beneficios de otra índole?

  • Los regalos.

No se preocupe: aquí no vamos a hablar de regalar amor o de obsequios hechos con macarrón y pegamento. El amor debe ser una práctica cotidiana y las manualidades son buenos regalos cuando son verdaderamente útiles, se hace un adecuado uso de los materiales y son confeccionadas con tanto afecto como habilidad. Si puede rescatar o reutilizar elementos u objetos y tiene una verdadera destreza para elaborar un presente que no terminará arrumbado, adelante. Si va a trocar o comprar algo específicamente para regalar, incluso si el Niño Dios, Santa Claus o los Santos Reyes están leyendo estas líneas, siga las recomendaciones anteriores sopesando no sólo su economía, sino la de quien vende y de quien fabrica, así como el impacto social y ambiental: ¿de dónde proviene, qué materiales lo componen, qué tanto empaque presenta, qué uso tendrá y por cuánto tiempo, qué mensaje o valores representa? Esas son sólo algunas cuestiones que hacen la diferencia entre un regalo de ocasión y un regalazo inolvidable. Eche mano de creatividad en la envoltura, si es que es necesaria, y considere que casi nunca se recuerda un bonito empaque, pero una tarjeta puede dejar un recuerdo imborrable y guardarse incluso más tiempo que el regalo al que acompañaba.

Por último, aproveche las redes y herramientas tecnológicas que la Pandemia del Covid-19 ha detonado. La imposibilidad de reunirse presencialmente ha auspiciado espacios y foros cada vez más accesibles y plurales, la mayoría almacenados en la red. Por ejemplo, el Capítulo México del Movimiento Católico Mundial por el Clima ofreció el Webinario “Navidad Sostenible” en donde se habló del manejo comunitario de plantaciones de árboles de Navidad, menús alternativos y convivencia sobria, a la luz de la Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco: https://bit.ly/2KcH4zd. No dude en utilizar dichas plataformas para enlazarse con familiares y amistades, y promover entre sus círculos una Navidad ambientalmente responsable.


 

@mov_ambiental


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