Diseño & COVID-19. Desde la declaración de pandemia mundial por la Organización Mundial de la Salud el pasado marzo se nos ha plantea un reto de escala mundial, el director general de la OMS Tedros Adhanom declararía “Esta no es sólo una crisis de salud pública, es una crisis que afectará a todos los sectores, por lo que cada sector y cada individuo deben participar en la lucha”, la pandemia nos exige el diálogo global, el diseño podrá y deberá ser un interlocutor dinámico y eficaz.
¿Pero el diseño realmente puede colaborar efectivamente en esta lucha, podrá aportar y visibilizarse en un mundo en donde se le ha utilizado más en pro del poder económico que del bienestar social? “Hay profesiones que son más dañinas que el diseño industrial, pero muy pocas. Y posiblemente sólo haya una profesión que sea más insincera. El diseño publicitario, dedicado a convencer a la gente para que compre cosas que no necesita con dinero que no tiene para impresionar a personas a quienes no les importa, es quizá la especialidad más falsa que existe hoy día (…) al crear especies totalmente nuevas de basura indestructible que llena desordenadamente el paisaje, al seleccionar materiales y procedimientos de fabricación que contaminan el aire que respiramos, los diseñadores han pasado a convertirse en una especie peligrosa. Y a los jóvenes se les enseña cuidadosamente la competencia requerida en estas actividades” (Papanek, 1971).
Las anteriores sentencias escritas por Víctor Papanek y que forman parte del Prefacio del libro Design for the Real World: Human Ecology and Social Change, nos hablan ya desde entonces de una visión critica de la actividad de diseñar muy alejada del principio de ser una disciplina social en beneficio del ser humano y su contexto natural, desde antes de aquel texto y hasta nuestros días el diseño –en su gran mayoría– pareciera estar simplemente supeditado a los interés impuestos por las economías de definido talante neoliberal, un sistema que ha propiciado pobreza, exclusión, desigualdad, violación de derechos humanos, explotación económica y deterioro ecológico –por citar alguno de sus males, aunque la lista es extensa– la pandemia vino a desenmascarar sin pudor un sistema perverso y denigrante, sin embargo a su vez nos abre también la posibilidad de tener presente que los sistemas en función del gran capital no son determinismos históricos inamovibles, que no son leyes naturales, nos plantea que existen estructuras impuestas por las relaciones de fuerza en función de los poderes hegemónicos. Para una sociedad económica –representada por su exacerbada producción material– y un sistema que la protege, el único valor es el mercado, el dinero y sus medidas de éxito, donde el diseño forma parte insoslayable de su cadena. “Estábamos demasiado ocupados analizando las imágenes que se proyectaban en la pared para advertir que habían vendido hasta la pared misma” (Klein, 2000).
El coronavirus llega a dar visibilidad a la exigencia de la salud como un derecho universal de los pueblos, no como mercancía, nos muestra la fragilidad del individualismo a ultranza, nos recuerda que estamos hiperconectados –no digitalmente- natural y humanamente, que la acción de cada individuo en cada sociedad y en cada ecosistema tiene una repercusión global. “La humanidad es algo que todavía hay que humanizar” escribiera la chilena Gabriela Mistral, y para el diseñador francés Phlippe Starck “La humanidad casi ha desaparecido, lo material la ha sustituido”. Para el sociólogo y critico cultural esloveno Slavoj Žižek que ha analizado la forma de los inodoros para aproximarse a la ideología de los países en un futuro próximo tendremos serias restricciones en nuestra convivencia con los objetos, el espacio público y nuestra interacción con superficies dentro de nuestro propio hogar –es decir, con todo aquello que está diseñado– movernos en espacios abiertos libremente será privilegio para “ultra ricos”. Sin embargo apunta que habrá puntos positivos; el posible freno o desaceleración en la producción de automóviles para implementar vías alternas de movilización de menor impacto ecológico, así como también la desaparición de cruceros a los cuales describe como “lujo obsceno” recordándonos los conceptos del diseñador italiano Bruno Munari en cuanto a que todo “lujo es una manifestación de la riqueza incivil que quiere impresionar a quien se ha quedado pobre. Es la manifestación de la importancia que se le da a todo lo exterior y revela la falta de interés por todo lo que es elevación cultural. Es el triunfo de la apariencia sobre la sustancia”.
Para el filósofo coreano Byung-Chul Han uno de los pensadores más influyentes de los últimos tiempos la pandemia “está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad”. Desde el pensamiento filosófico nos plantea un desafío para analizar las estructuras del sistema actual donde posiblemente y aunque en un participación no prioritaria pero sí vital el diseño con todas sus aristas participe y materialice las ideas, donde se discuta seriamente a la disciplina como actividad social especializada inherente al ser humano en colectividad para posibilitarle su sobrevivencia, de bienestar y desarrollo en relación equilibrada con su entorno natural.