La cultura de la prevención y la solidaridad se consolidaron tras los sismos del 1985, al menos en la Ciudad de México pasamos de creer que en caso de sismo bastaba colocarse bajo el marco de la puerta a tener un kit de supervivencia a la mano, así como establecer y compartir los puntos de reunión con familiares y amigos; ante la ausencia de la autoridad gubernamental, antes de esperar a que México se pusiera en pie, se extendieron las manos para levantar los escombros, sobre todo, fuimos capaces de reconocernos y organizarnos, más allá de la maravillosa expresión de comunión instantánea, su continuidad permitió el surgimiento de asociaciones y grupos que se asumieron su tarea ciudadana. Eso dejó esa emergencia.
Si bien el surgimiento de la sociedad civil se puede centrar en la Ciudad de México, rápidamente se nutrió de los diversos movimientos cívicos en el occidente y bajío, acompañó la rebelión en el sureste, la protesta en el norte, y tras demasiadas décadas logró sacar al PRI de la presidencia. Por supuesto que lo que hoy conocemos como sociedad civil ha evolucionado y se le pueden señalar montones de errores, pero no escatimar sus logros, entre ellos, la capacidad de respuesta y organización ante los desastres.
Los graves daños y muertes que produjeron los sismos de 2017 en Morelos, Chiapas, Estado de México, Puebla, Oaxaca, Tabasco y la Ciudad de México, se pueden considerar como resultado de la corrupción, falta de transparencia y el incumplimiento de los gobiernos, la desgracia habría sido de mayores dimensiones si no contáramos con una cultura de la protección civil, ya sabemos qué es lo que tenemos que hacer, seguimos algunas reglas básicas y ante lo imprevisto estamos preparados.
Ante la llegada de la pandemia de coronavirus a México, el gobierno decidió declarar emergencia sanitaria antes que contingencia previniendo de las posibles demandas del sector laboral por la obligatoria suspensión de labores. Mucho se pueden criticar las acciones que los gobiernos, en todos los órdenes, han decidido implementar para prevenir y combatir el covid-19, desde la ausencia de los gobiernos municipales y estatales hasta los bandazos del Gobierno Federal.
Hace mucho que rebasamos las estimaciones felices de Hugo López-Gatell, cuando dijo que en un escenario “muy catastrófico” se alcanzarían las 60 mil muertes, en el 2021, día con día se difunden nuevos récords de defunciones y contagios, día con día se anuncia el registro de miles de muertes y sabemos que son más que las incluidas en el reporte oficial, al desastre de la enfermedad se suman prácticas de corrupción y opacidad gubernamental, mentiras, rapiña y depredación hacia la ciudadanía.
Del desorden de los gobiernos nos volverá a tocar hacernos cargo en su momento, exigiendo cuentas y ante las urnas en el próximo proceso electoral, en este momento es sencillo culpar de todo a la autoridad, esos señalamientos no evitan que miremos nuestra propia irresponsabilidad ante los eventos, la necedad perversa de no mantener la sana distancia, de no seguir las medidas de higiene, asistir sin necesidad a lugares concurridos y no usar cubrebocas.
Nada, absolutamente nada, justifica que ante la pandemia vivamos violando las normas establecidas en relación con las restricciones para la salud, tampoco a seguir malos ejemplos; si a los sismos de septiembre respondimos desarrollando una cultura de la protección, ¿por qué ante un desastre similar o mayor como lo es la pandemia no hacemos lo mismo?, ¿qué permitimos que nos ocurriera que se prefiere seguir el mal ejemplo de las autoridades y que prevalezca el valemadrismo?
¿Cuántos muertos hacen falta para volver el rostro hacia el otro y ponernos el cubrebocas, no para cuidarnos, sino para salvarnos todos?
Coda. Un poema de José Emilio Pacheco, “Las ruinas de México”:
Sólo en el confinamiento entendemos
que vivir es tener espacio Hubo un tiempo
feliz en que podíamos movernos,
salir, entrar y ponernos de pie o sentarnos
Ahora todo encogió, cerró
el mundo sus accesos y ventanas
Ahora entendemos lo que significa
una expresión terrible: sepultados en vida
@aldan