A las afueras de la Clínica 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social, cuatro jóvenes se toman de la mano en círculo, y cabizbajos, se quedan inmóviles mientras un par de ambulancias han terminado de realizar los traslados. A estas alturas de la contingencia es posible que ni siquiera sepan por dónde les llegó el golpe, súbito e implacable, el virus llegó para instaurar un estado permanente de impotencia e incertidumbre en las cientos de personas que se han contagiado y por los miles de familiares involucrados. ¿Se pondrá bien? ¿Volveremos a verlo? ¿Qué más podemos hacer? Con lo que hemos aprendido, aún sabemos tan poco y ante la total indefensión pareciera ser que el último recurso es alzar una plegaria, sin saber si serán escuchados.




