APRO/Rodrigo Vera
A causa de la pandemia del coronavirus se ha incrementado en 200% la generación de residuos peligrosos biológico-infecciosos (RPBI) que desechan los hospitales, clínicas y laboratorios donde se atienden pacientes infectados, al grado de que en distintos puntos del país están apareciendo basureros covid al aire libre y sin ninguna regulación sanitaria.
Este nuevo fenómeno de contaminación ambiental tomó desprevenidas a las autoridades del ramo, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), que además no tienen la capacidad para enfrentar este problema que impacta en la salud pública.
Carlos Rius Alonso, especialista de la UNAM en desechos biológicos contaminantes, señala preocupado: “Si en México de por sí estamos en pañales en el manejo de residuos, ahora con la pandemia los desechos contaminantes se incrementaron muchísimo… Simplemente no tenemos la capacidad para manejarlos”.
Indica en entrevista que, para colmo, el gobierno de la Cuarta Transformación realizó severos recortes de personal en la Semarnat y la Profepa, principales encargadas de atender el problema: “Prácticamente desarmaron a estas instituciones al quitarles mucho personal. No pueden hacer todas las inspecciones y auditorías que se requieren para atender este problema de contaminación biológica”.
Expone que el buen o mal manejo de los desechos covid incide en el aumento o disminución de los contagios. Considera necesario el “buen manejo de los desechos orgánicos, porque ahí el virus sobrevive por mucho más tiempo. Me refiero a la sangre, a fluidos corporales, como el vómito o las expectoraciones, y también a los tejidos de órganos que se tiran a la basura, siendo que requieren incineración”.
Aparte de los “orgánicos”, las autoridades sanitarias tienen clasificados otros tipos de residuos biológico infecciosos: los “no anatómicos”, que pueden ser materiales de curación, como gasas y vendas contaminadas; los “objetos punzocortantes” de desecho, como agujas de jeringas o bisturíes; y los “residuos de cultivos y cepas” utilizados comúnmente en los laboratorios.
Apunta Rius Alonso: “Cada tipo de residuo requiere un método distinto de eliminación para que ya no contamine. Por ejemplo, los objetos metálicos punzocortantes se someten a altas temperaturas para ser esterilizados totalmente, o bien a un proceso de fundición de metales.
“Estos procesos requieren de equipos especiales y en ocasiones resultan muy costosos. A veces resultan más caros que los materiales eliminados. Los grandes hospitales generalmente tienen contratos con empresas especializadas en eliminación de desechos.
“Sin embargo, los pequeños hospitales que se reconvirtieron a covid generalmente no tienen la capacidad económica para eliminar sus desechos, ni siquiera el personal capacitado para ir apartando sus distintos tipos de residuos, pues requieren de un manejo especial y de depósitos adecuados antes de ser sacados del hospital.”
Ejemplifica con las batas y trajes especiales del personal médico que atiende a pacientes covid, los cuales requieren ser esterilizados antes de tirarse a la basura, tal y como lo marca la Norma Oficial Mexicana que regula el manejo de los desechos biológicos hospitalarios: la NOM 087, que especifica hasta el color de las bolsas en que debe guardarse cada tipo de residuo.
Con la pandemia, advierte el especialista, aceleradamente se están produciendo millones y millones de cubrebocas que son desechados fácilmente y van a parar a los basureros de los alrededor de 2 mil 500 municipios del país.
“Aunque el tiempo de vida del virus es más corto en los cubrebocas, de cuatro a cinco días, éstos sin embargo se están produciendo en forma gigantesca y duran mucho tiempo en degradarse, pues generalmente están hechos de polipropileno”, agrega.
Depósitos clandestinos
Egresado de la Facultad de Química de la UNAM y con un doctorado en la Universidad de Londres, Rius Alonso lleva 47 años desempeñándose como investigador de la UNAM, principalmente en sustancias con actividad biológica, por lo que participó en la investigación del virus de la influenza AH1N1 aparecido en México en 2009, y ahora en la del virus de covid-19 y en el manejo de sus residuos.
Considera que la normatividad ambiental mexicana es buena, pues incluso estipula que cada hospital debe contar con un comité de vigilancia en manejo de residuos. “Es muy estricta nuestra normatividad. Regula el tratamiento de los distintos tipos de residuos… El problema es que muchas veces no se implementa”, observa.
–¿Y a qué atribuye la aparición de los basureros covid con desechos hospitalarios?
–A la corrupción y al costo que implica contratar a una compañía de incineración. Si ésta cobra unos 10 mil pesos por llevarse los residuos, algunos hospitales mejor prefieren darle una propina de 500 pesos al camión de la basura para que los vaya a tirar a algún lado. Hay cierta corrupción en todo esto.
Actualmente, en distintos puntos del país se están detectando basureros al aire libre, bodegas no autorizadas con RPBI. Incluso se están clausurando hospitales que tiran sus residuos sin ningún control sanitario.
Por ejemplo, a mediados de abril del año pasado, en un paraje del municipio mexiquense de Nicolás Romero, se encontró un basurero con 3.5 toneladas de RPBI que al parecer provenía de hospitales de la zona: eran gasas ensangrentadas, sondas de suero, ropa quirúrgica, placentas y otros materiales de desecho.
Al mes siguiente, en una bodega clandestina de Cuautinchán, Puebla, se encontraron tambos y bolsas con diversos residuos biológico infecciosos, así como dos camionetas y un tractocamión que servían para transportarlos.
Esa bodega no contaba con la autorización de la Semarnat para almacenar y eliminar los residuos. Además operaba en condiciones insalubres: sus cajas de refrigeración no funcionaban y su capacidad de almacenamiento estaba rebasada, pues en su exterior –sobre el suelo natural– tenía montículos de desechos hospitalarios que escurrían líquido hemático y otros fluidos corporales.
Ese mismo mayo, en la autopista México-Puebla se tiraron 10 cajas con residuos peligrosos que no pudieron esquivar los automovilistas, por lo que su contenido quedó regado y aplastado sobre la cinta asfáltica.
El pasado 30 de enero, en un lote baldío del municipio de Chihuahua, se encontraron tres botes con agujas y jeringas, junto con una bolsa de polietileno que contenía material de curación usado.
Más recientemente, a finales de febrero, se clausuró el hospital privado SMI, de Rincón de Romos, Aguascalientes, porque estaba arrojando sus RPBI en los contenedores públicos del servicio municipal de limpia.
A raíz de una denuncia ciudadana, personal de la Dirección de Regulación Sanitaria del Estado detectó el material contaminado en los contenedores municipales cercanos a ese hospital: gasas ensangrentadas, cubrebocas, jeringas, mangueras, envases vacíos de suero y otros residuos más, según detalló Octavio Jiménez Macías, titular de esa dependencia.




